La casa

Mientras esperaba que el camión de la mudanza se llevara los últimos muebles a la casa nueva, Laura se acordó de aquella casa que Julio le había mostrado con entusiasmo, explicándole que habían tenido suerte de encontrarla tan barata y tan cerca al centro de Milán. Cuando la había visto le había parecido oscura, sucia y con muchas cosas que arreglar pero estaba enamorada, quería casarse y no tenían dinero así que desde un cierto punto de vista habían tenido suerte. Se acordó del trabajo que hizo junto con su madre y su hermana para limpiarla y se dio cuenta de que limpia y pintada de colores claros, con los suelos cambiados con ayuda de sus amigos, no era tan oscura. Ahora, en la nueva casa que es nueva, en la que no ha tenido que hacer nada, que es más grande, con una habitación para cada uno de sus hijos que están muy contentos también porque está cerca de ésta y no tienen que alejarse de sus amigos ni de su escuela. Ella está contenta pero, mirando alrededor se da cuenta de que esta casa para ella será la casa a la que siempre asociará la palabra casa.

Gloria Rolfo

Miedo

Cuando Laura se despertó se encontró sumida en la oscuridad más profunda, no había ninguna diferencia si tenía los ojos abiertos o no, cuando probó a moverse se dio cuenta de que estaba atada y amordazada, momento en el que comprendió lo que era sentir miedo verdaderamente. El miedo que no te permite respirar bien y te hace temblar. Recordó que estaba volviendo a casa cuando un coche se puso de través obligándola a frenar y después no recordaba nada más. La habían raptado, un peligro siempre presente en ese rincón de África donde ejercía de médico. De repente se abrió la puerta y un hombre con la cara cubierta le dijo que lo siguiera. 

Llegó a una habitación con un camastro donde estaba un hombre herido al que querían que curara. Si lo hacía, la dejarían libre. Vio que habían traído su maletín con sus instrumentos, diciendo que lo sujetaran porque iba a sufrir tomo el bisturí. Mientras sentía miedo de no conseguir hacerlo y que la infección se hubiera propagado en modo imparable, empezó a abrir la herida para extraer el proyectil. Consiguió extraerlo, limpió, desinfectó y vendó la herida. Ahora, les dijo, había que esperar y pidió agua limpia y tela para ponerle en la frente y favorecer así que bajase la fiebre. Le trajeron lo que había pedido y la dejaron con el herido que ella había reconocido como uno de los cabecillas de la guerrilla que había tenido un enfrentamiento con el ejército el día anterior.

Pasaron algunas horas en las que tuvo un miedo tremendo. Por suerte la fiebre bajó y cuando volvieron para ver como estaba lo encontraron despierto y le pidieron que les enseñara cómo tenían que curarle la herida y que la dejarían libre.

Algunas horas después la llevaron cerca de su casa. De esa terrible experiencia había aprendido como era el verdadero miedo, y sabía que desde ese momento las cosas que podían asustarla eran muy pocas.

Gloria Rolfo

Lluvia

Valentina, mientras miraba la lluvia, pensaba que el verano de 2014 era horrible, llovía siempre y hacía frio, se aburría muchísimo, sus amigas había ido a Inglaterra porque habían suspendido inglés y en septiembre tenían que hacer el examen. Ella había tenido 9 en todas las asignaturas y había preferido quedarse en Italia. Decidió salir y tomó el paraguas pero poco después diluviaba y se refugió en un zaguán donde sintió un lamento. Miró alrededor y vio a un perrito en un rincón, estaba herido. Se acercó y con paciencia, porque el animal estaba aterrorizado, consiguió tomarlo en brazos.

Llamó un taxi y fue a la perrera municipal donde sabía que había un veterinario siempre. Cuando llegaron, el veterinario visitó enseguida el perrito y le dijo: este perro tuvo suerte que usted lo encontrara porque las heridas son graves, le han pegado con mucha fuerza, y si hubiera seguido sangrando probablemente hubiera muerto desangrado. Ahora le cosemos las heridas y dentro de dos días podrá ser adoptado. Valentina en ese momento decidió que lo adoptaría ella y lo llamaría Rubio, por el color del pelo. Se lo dijo al veterinario que alegó que pero Valentina era menor y que tenía que venir con uno de sus padres porque para adoptar un perro, había que ser mayor para firmar el contrato de adopción. Valentina preguntó si tenían necesidad de voluntarios para cuidar los animales, el veterinario dijo que si y que cuando viniera a tomar el perro lo dijera en segreteria. Su madre tenía que firmar la autorización. Valentina se lo dijo esa noche a sus padres que le pusieron una condición: que ella se ocupara de Rubio. Dos días después fue a recoger a Rubio y empezó a trabajar por la tarde en la perrera. El mes de julio pasó volando, en agosto fue al mar como siempre y gracias a Rubio conoció gente nueva que, como ella, tenía un perro y se divirtió a pesar de que en Recco llovía como en Milán. En septiembre mejoró el tiempo, días hermosos con sol y temperatura agradable, parecía julio, volvieron sus amigas y después de hacer los exámenes se vieron y fueron juntas al lago y a pasear por los parques de Milán siempre con Rubio que gusto también a sus amigas.

La noche antes de empezar la escuela se dio cuenta de que ese verano que había sido horrible al inicio después fue uno de los más hermosos de su vida. Había encontrado a su nuevo amigo Rubio y había conocido la satisfacción de ayudar a los demás, y se acordó de una poesía que decía que entre una lluvia y otra hay siempre un arco iris.

Gloria Rolfo

Le gourmet

Picasso Azul “Le gourmet” 1901

Juan, como cada vez, cuando pasaba delante Art Gallery de Washington entro para ver el cuadro de Picasso del periodo azul «le gourmet» que le traía recuerdos muy hermosos de cuando su hija Marta tenía la edad de la niña del cuadro. El domingo se despertaba presto, porque quería ayudar a su mamá a preparar el almuerzo del domingo, momentos preciosos que, pero, habían volado. Marta fue a estudiar a Londres y había conocido a un chico español y después, de casados, fueron a vivir a Madrid. Ahora Juan les veía poco, solo para las vacaciones, de Navidad y Pascua, tan ellos como sus maravillosos nietos Matteo y Carlos. Además su esposa Mónica pasaba mucho tiempo en Madrid para ayudar a Marta, él se sentía muy solo y el cuadro de Picasso del que tenía una copia le hacía compañía. Miro el reloj y se dio cuenta que si no se apuraba llegará tardes a la cita con el Cónsul. Antes de irse pero, compro otra copia del cuadro para tenerla en la oficina mientras trabajaba. El cónsul le sonrió cuando lo vio y le dijo que era muy contentos de su trabajo y que habían decidido transferirlo al Ministerio del exterior a Madrid. Juan fue muy feliz porque volver a Madrid que era su ciudad quería decir estar cerca de Marta y sus nietos y volver a vivir siempre con su esposa. Era muy feliz y mirando la copia del cuadro «el gourmet» pensó que le había traído suerte.

Gloria Rolfo

Pasión

Bárbara tenía un problema o, por lo menos, a ella le parecía un problema. No tenia ninguna pasión. Sí, amaba apasionadamente a su novio Pablo, pero no era eso. Cuando pensaba en una pasión, pensaba en algo que le gustaría hacer en el tiempo libre, que era escaso porque entre la universidad, estudiar, salir con Pablo y verse con las amigas, le quedaba poco. Quería encontrar una cosa que le gustara hacer y le diera satisfacción al hacerlo. Todas sus amigas tenían una pasión. Valeria amaba a los animales y tenía dos perros, cuatro gatos y ocho tortugas, pero tenía también una casa grande con jardín y una madre que amaba a los animales; la casa de Bárbara era pequeña sin jardín y su madre no amaba los animales a parte al gato Augusto. Martina pintaba y escribía, pero se le daba bien y los cuadros que pintaba eran muy lindos; más de uno lo había vendido y los cuentos que escribía los publicaba en una revista y eran muy divertidos. Bárbara no conseguía ni pintar ni escribir. Apasionarse a la cocina como su mamá que era una cocinera maravillosa no lo conseguiría, ella que hubiera comido siempre bife y ensalada. No le gustaba tampoco coser, los vestidos los compraba hechos, y tampoco le interesaban los sellos como a Pablo. Era un problema, hasta que dio con la solución: Bárbara tenía la pasión de no tener una pasión.

Gloria Rolfo

Un bar aux folies bergères

Un bar aux folies bergères de Edouard Malet

Marta se aburría mucho en este periodo de cuarentena sobretodo a la tarde, a la mañana no porque entre ordenar la casa y hacer el trabajo que le llegaba desde la oficina la mañana pasaba veloz. La tarde era eterna hasta las 19 que podía hablar con Marco su novio que estaba trabajando en la Casa madre de su firma que era a Copenaghen y non había podido volver en Italia. una tarde se puso a mirar un libro que había comprado en Paris el ano pasado y miro atentamente un cuadro que le gustaba mucho «Un bar aux folies bergères» de Edouard Manet. De repente estaba dentro al cuadro era la chica che controlaba las botellas de champagne, la fruta y lo pasaba a su compañero que lo daba a los clientes en el mostrador o lo ponía en las bandejas para los camareros que lo llevaban a las mesas. Le gustaba mucho se divertía por la atmósfera alegre y ruidosa. Sintió a un cierto punto algo húmedo contra la pierna y oyó miau miau, era su gata Cleopatra que quería comer porque había sonado, se levanto y pienso que lastima porque me estaba divirtiendo verdaderamente.

Gloria Rolfo

Un día especial

Laura se dio cuenta de que los días especiales podían ser muchos y no todos hermosos. Un día especial fue cuando ella volvió del trabajo y encontró a su marido Marco con 40 de fiebre y una tos muy fuerte y cavernosa. Llamó su médico que la invito a llevarlo al hospital donde él los esperaba. Cuando llegaron, les hicieron el tampón a ambos por precaución. El de Laura era negativo, el de Marco, que no conseguía respirar, positivo. Marco fue enseguida internado en urgencias y entubado. A Laura le preguntaron si había tenido contacto con ciudadanos chinos y Laura dijo que no, pero que sí había tenido una reunión con un colega alemán que trabajaba en China y que se había enfermado de coronavirus y que evidentemente había contagiado Marco. Para Laura ese fue un día especial pero muy terrible, uno de los peores de su vida. Durante quince días pudo ver a Marco solo a través del monitor de la zona de terapia intensiva. Un día, cuando llegó, Marco no estaba en urgencias y un médico se acercó a ella y, sonriendo, le dijo que su marido estaba mucho mejor y, por ello había sido trasladado a otra planta. Para Laura, el hecho de poder verlo y hablar normalmente con él fue hermoso y ese día fue especial y maravilloso como cuando, dos semanas después, Marco pudo volver a casa. Y uno de los momentos mejores de su vida, un día maravilloso y muy especial fue el día en que Marco hizo el segundo tampón negativo que certificaba que volvía a ser una persona sana. 

Gloria Rolfo

Prensa

Ana estaba muy contenta esa mañana de febrero porque su jefe le había pedido que fuera al puerto para retirar el vino que le había mandado su suegro de Italia y a ella le gustaba ir al puerto, era un paseo muy lindo. Partió de la Plaza Congreso donde estaba la oficina, pero a mitad de la Avenida de Mayo vio que había un tumulto de gente furiosa contra La Prensa que era uno de los diarios más antiguos de Buenos Aires, fundado en 1869 por José C. Paz. No era la primera vez que pasaba, pero esta vez era más serio que las otras veces porque La Prensa no quería respetar las leyes del presidente Perón, ese día había habido un ataque contra los canillitas que pedían más derechos y aunque los atacantes no fueron identificados, todos sospechaban que habían sido enviados por La Prensa que ese día fue expropiada y volvió a ser de propiedad de la Familia Paz en el año 1956, después de la Revolución Libertadora que derroco a Perón. A Ana le entró mucho miedo delante de la gente que estaba furiosa. No sabía qué hacer; por suerte un policía que la vio le dijo: “señorita no tendría que hacerla pasar, pero haré una excepción; venga, pase por acá”. De esta manera, Ana consiguió llegar al puerto y retirar el vino, pero estaba muy asustada por lo que había visto y por lo que le hubiera podido pasar.

Gloria Rolfo

Vacaciones con los abuelos

Henri Lebasque – Mujer en vestido blanco.jpg

Estaba visitando la exposición de los impresionistas cuando un cuadro atrajo mi atención: era Mujer en vestido blanco de Henri Lebasque. El cuadro me hizo recordar cuando era niña y el sábado en que terminaba la escuela mis padres me llevaban a la casa de campo de mis abuelos donde yo pasaba las vacaciones hasta agosto que me venían a buscar para ir con ellos al mar. Yo entraba corriendo, gritando: ¡abuela María! Mi abuela me esperaba siempre en el patio vestida de blanco con Juan, que era una paloma que vivía allí.

Cuando llegué al Book Shop vi un póster del cuadro de Lebasque y lo compré. Después lo llevé a enmarcar con el marco que mi hijo me había regalado para el día de la madre y lo colgué en la oficina en la pared detrás de mi escritorio. Cuando tengo algún problema en el trabajo o estoy nerviosa, me basta mirar el cuadro para tranquilizarme pensando en las hermosas vacaciones que siempre pasé con mis queridos abuelos

Gloria Rolfo

Carnaval

Cuando Valentina recibió la invitación de Valeria para ir al Carnaval de Colonia pensó contestar que no quería ir,  porque estaba triste y deprimida desde que Marcos la había dejado por una de sus mejores amigas, Alejandra. Pero sabía que Valeria non aceptaría un no como respuesta y finalmente aceptó. Cuando llegaron a Colonia tuvieron que elegir un disfraz porque en Carnaval a Colonia se disfrazan todos, no solo los niños. Eligió un disfraz de madrastra de Blancanieves de acuerdo con su estado de ánimo, que no era muy bueno y mientras paseaban por la calles de Colonia admirando el paso de los carros de Carnaval, sintió una voz que decía: si la madrastra de Blancanieves hubiera sido tan hermosa el cuento habría terminado en manera distinta porque Blancanieves no podía ser menos hermosa que la madrastra, se dio vuelta y vio a un Arlequín con dos maravillosos ojos azules y una sonrisa luminosa. Entonces pensó que había hecho bien en venir y que el hecho que Marcos la hubiera dejado no era una desgracia.

Gloria Rolfo

Flor

Esa mañana, como las otras desde hacía 2 semanas, Laura encontró sobre su escritorio una hermosa rosa blanca sin ningún mensaje. No conseguía saber quién podía habérselas enviado; non podían ser sus colegas porque tres estaban casados, y el cuarto odiaba a las mujeres, sostenía que eran culpables de todos los males de la humanidad. Decidió que a la mañana siguiente se despertaría a las cinco y para estar a las 6 en la oficina, para ver si descubría quién le mandaba esa hermosa flor. El día siguiente a las 6 estaba en la oficina, escondida en la oficina del jefe esperando. Un poco antes de la siete vio que quién le dejaba la flor – maravilla de las maravillas – era el colega que odiaba las mujeres. Entonces decidió preguntarle cómo él, que odiaba a las mujeres le regalaba una flor y por qué lo hacía a escondidas. Cuando la vio, se sonrojo come si se avergonzara. Le contestó que odiaba  a las mujeres con las que había tenido experiencias non muy simpáticas, pero eso antes de conocerla porque ella era distinta, él estaba seguro de que no era solamente hermosa de aspecto exterior pero también dentro. Tenía miedo de que ella se enojara y non quisiera verlo más y le pidió si aceptaba salir con él. Laura se conmovió y le dijo que sí. Hoy, dos años después, en un hermoso día de abril, entre otras flores que recibió por el nacimiento de su hija Valentina hay una flor especial, una hermosa rosa blanca con un mensaje: un beso y un abrazo a mi dos grandes amores. Sergio marido y padre super feliz.

Gloria Rolfo

Notre-Dame de Paris

Esmeralda se despertó muy contenta el primer día de su luna de miel, estando en Paris, una ciudad que deseaba visitar desde hacía por lo menos 10 años, desde que le habían regalado para los Reyes el libro de Victor Hugo Notre-Dame de Paris. Había llorado sobre la triste suerte de la gitana Esmeralda, su homónima, había odiado el malvado y odioso Frolo y había sentido mucha pena por Quasimodo a quien nadie quería solo porque era muy feo aunque era muy bueno. Esa mañana la vista de Notre-Dame fue como ella se había imaginado y estaba contentísima. A la tarde fueron a visitar el Louvre che les gustó mucho, al atardecer mientras paseaban cerca del Sena vieron que  Notre-Dame se había incendiado. Para Esmeralda fue un dolor enorme y empezó a llorar desesperada, su marido Martín la abrazó, la besó y le dijo: no llores, así la reconstruirán bonita e imponente como era y el día que se pueda volver a visitar vendremos. Esmeralda se calmó y pensó che así harían.

Gloria Rolfo