Flor

En latín: FLOS,  en español: FLOR, en francés: FLEUR,  en italiano: FIORE. Son palabras mágicas para nombrar un objeto maravilloso que puede durar desde una hora a varios días, nos dar un beso de belleza y a veces incluye un valor más: un perfume más o menos embriagador. Las infinitas variedades y colores han sido pintadas y fotografiadas sin fin. Una FLOR es lo que más se regala para expresar sentimientos variados, ¡es como una píldora de felicidad que no tiene igual!

Simonetta Ferrante………………..

La flor de mi jardín

Amapola, la flor del sueño

 

Hace treinta años pertenecí a la aviación de mi país, era paracaidista. Bueno, luego viajé a España buscando un mejor porvenir, lamentablemente las cosas no salieron como había planificado.

Sin un trabajo y sin un centavo todos los días iba a la iglesia San Antonio de La Florida, esperando que los parroquianos me regalasen una limosna, ya que vivía en las orillas del río Manzanares, en medio de unos matorrales.

Cubierto por mi triste agonía seguía bregando, miraba al cielo orando a Dios por encontrar un trabajo, pero lo primero que mis ojos confundidos miraban, era el teleférico que nublaba mi necesidad. 

Pasado el tiempo, mi necesidad principal ya no era el trabajo o regresar a mi país, simplemente era subirme en aquel bendito animal… ¡perdón! Teleférico.

Tantas veces tuve los increíbles 6 euros para subir, pero el licor podía más que mi sueño y por ende nunca puse empeño. 

Bueno hoy vivo muy lejos de Madrid y solo lo sabe Dios por qué nunca subí. Particularmente creo que fue una semilla que sembré solo en mi fantasía porque en la realidad nunca floreció debido a la mala hierba que existía en mi jardín cerebral, la cual me hacía tanto mal.

Luis Alberto Prado

La flor de Marita

En el pasillo, en la planta baja, pueden pasear los locos que los doctores no consideran peligrosos para sí y para los demás. 

Mauro tiene unos ojos azules que te atraviesan, y siempre pide dinero para cigarrillos. Abel lleva puesto todo el año un gorro que le llega hasta las gafas gruesas como fondo de botella. Manuela se para a secas cuando encuentra a alguien, y le repite “buenos días” mil veces, antes de irse tambaleando sobre sus zapatos rojos que intentan hacer juego con las medias fucsia y el bolso dorado. Marita, pelirroja como una cebolla dorada, lleva una flor falsa de las del cementerio en el pelo ya un poco desteñido.  

Hace cuatro meses que vengo aquí cada día, desde la última crisis de Alfonso. Poco a poco he aprendido a conocerlos, estos locos que tienen la suerte de estar menos locos, que pueden salir de su habitación. Alfonso no. Ya no… 

Hay días en que todo esto se me hace tan normal que puedo llegar a sonreír e intercambiar algunas palabras con ellos, y hay días en que no puedo más: ver al propio hijo aquí es demasiado para una madre. 

Hoy camino por el pasillo observando el suelo, evitando las miradas, me paro frente a la maquinita de café, inserto una moneda. Marita se acerca: “¿Me regala un café?” Está prohibido dar bebidas a los “huéspedes”, pero hoy no soy capaz de negarme. Silenciosamente le paso la tacita y pongo otra moneda en la máquina. Marita me lo agradece con un tal entusiasmo que rompo a llorar. 

—¿Qué le pasa, señora, puedo ayudarla? — me pregunta. 

Luego, se quita la flor descolorida del pelo y me la da. 

Silvia Zanetto

Flor

Esa mañana, como las otras desde hacía 2 semanas, Laura encontró sobre su escritorio una hermosa rosa blanca sin ningún mensaje. No conseguía saber quién podía habérselas enviado; non podían ser sus colegas porque tres estaban casados, y el cuarto odiaba a las mujeres, sostenía que eran culpables de todos los males de la humanidad. Decidió que a la mañana siguiente se despertaría a las cinco y para estar a las 6 en la oficina, para ver si descubría quién le mandaba esa hermosa flor. El día siguiente a las 6 estaba en la oficina, escondida en la oficina del jefe esperando. Un poco antes de la siete vio que quién le dejaba la flor – maravilla de las maravillas – era el colega que odiaba las mujeres. Entonces decidió preguntarle cómo él, que odiaba a las mujeres le regalaba una flor y por qué lo hacía a escondidas. Cuando la vio, se sonrojo come si se avergonzara. Le contestó que odiaba  a las mujeres con las que había tenido experiencias non muy simpáticas, pero eso antes de conocerla porque ella era distinta, él estaba seguro de que no era solamente hermosa de aspecto exterior pero también dentro. Tenía miedo de que ella se enojara y non quisiera verlo más y le pidió si aceptaba salir con él. Laura se conmovió y le dijo que sí. Hoy, dos años después, en un hermoso día de abril, entre otras flores que recibió por el nacimiento de su hija Valentina hay una flor especial, una hermosa rosa blanca con un mensaje: un beso y un abrazo a mi dos grandes amores. Sergio marido y padre super feliz.

Gloria Rolfo

Una flor engañosa

Flor de beso

Durante la noche hubo mucha humedad y la flor grande, exótica y bonita aún estaba salpicada por algunas gotas de rocío. Despertó y abrió sus dos pétalos color rojo purpúreo luciendo todo su esplendor, lista para ser lo más cautivadora posible. Un novato fraile paseaba en ese mismo jardín, atraído por una fragancia dulce e intensa que le llenaba la nariz. De pronto la vio sentada en el único banco, bajo el almendro. ¡Una mujer en el monasterio! Incrédulo se acercó y la miró, ella también le miraba. Era una mujer que aparentaba unos treinta años, hermosa, atractiva, con grandes ojos verdes y una boca expresiva de labios carnosos pintados de un rojo intenso. La fragancia embriagadora parecía desprenderse de ella. El fraile no se pudo resistir y la besó, pero de pronto descubrió que algo estaba cambiando en el rostro de ella, algo que le disgustaba. De sus ojos verdes salían unas pequeñas ramitas; su boca empezaba a cerrarse segregando un jugoso y muy pegajoso néctar. Se quedó atrapado por su mismo beso mientras ella le decía: 

—Me llamo Flor de Beso y tú eres mi alimento favorito. 

Poco a poco la mujer reveló lo que realmente era: una maravillosa y llamativa flor de una planta carnívora engañosa y asesina. El novato había caído en la trampa como un insecto.    

Raffaella Bolletti

La rosa de Giuseppe

Hace tres años, era el mes de mayo, encontré a Giuseppe durante una estancia de dos días en una finca afuera de la ciudad, convertida en un confortable hotel. Practicábamos taichí y danza terapia, todo el día en absoluto silencio.

Giuseppe llamó mi atención. Era alto, delgado, cutis moreno, mandíbula fuerte, labios carnosos, nariz perfecta, ojos profundos y mirada que te mata. Su pelo negro y espeso cruzado por hilos plateados, estaba recogido en una pequeña cola. Aprendimos a conocernos durante la comida y en la fiesta de la última noche de la estancia. Su voz era profunda, como si hablar le costara. Tenía un buen sentido del humor y reía con gran gusto.

Si «el amor empieza cuando no se espera nada a cambio» yo me enamoré al instante.

Nos encontramos después de las clases de taichí en el parque y asistimos a diferentes manifestaciones.

«No importa la cantidad del tiempo que pasamos con un amigo sino la calidad del tiempo que vivimos con él«.

Una noche de otoño, durante una cena, mi maestro de taichí, con voz llorosa me confió que desde hacía tres años, Giuseppe luchaba contra un cáncer en el cerebro. Falleció en el mes de noviembre. Tenía cuarenta años.

«Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer«.

Algunos días después de su muerte, nosotros, los compañeros de taichí y el maestro, nos encontramos en el parque. Sujetamos nuestras manos y pensamos en él, leímos poemas, hablamos del destino, de la amistad y, bajo un enorme árbol, plantamos un pequeño rosal. Durante todo el ano la cuidamos con cariño y en mayo floreció la primera y única rosa amarilla.

«Fue el tiempo que pasaste con tu rosa que la hizo tan importante«

Un día de invierno, pasando por el parque, vi que el enorme árbol que protegía nuestra rosa había sido talado y con él nuestra plantita.

Si es verdad que «Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó» decidí que en primavera plantaría otra rosa.

En primavera fui al parque para decidir donde plantar la futura rosa. Acercándome al sitio donde estaba el árbol, la vi. ¡Rodeada y casi sepulta por trozos de raíces, nuestra pequeña planta había decidido combatir y renacer!

«No era más que una rosa semejante a cien mil otras. Pero la hice mi amiga y ahora es la única en el mundo«.

Nota: Las frases en cursivo pertenecen al Pequeño Príncipe de Antoine de Saint-Exupéry

Iris Menegoz

La flor del renacimiento

Desde la ventana de mi habitación sólo podía ver la pequeña terraza de un vecino con un jarrón y una hermosa flor sobresaliendo de él. La cama me tenía cautiva desde hacía meses debido a la parálisis en las piernas causada por la enfermedad que me había afectado. En mi condición de inválida, no podía moverme, el  único contacto con el mundo exterior, además del cielo, era la pequeña flor. Las estaciones se sucedían y cambiaban como ella lo hacía, en primavera era exuberante y fresca, en verano era calurosa pero palpitante de energía, en otoño era un poco melancólica y teñida de gris, y en invierno era fría y de colores apagados.

Mi salud no mejoró y se temía lo peor. Pero la flor siempre estaba ahí y me daba fuerzas para apretar los dientes y seguir adelante.

Desde mi ventana veía el sol que girando marcaba el paso del tiempo, la lluvia que a veces me animaba y la nieve  que acariciaba y protegía a mi pequeña amiga. Mi vida estaba con ella y ella era mi compañera inseparable, si se hubiera marchitado habría muerto con ella.

Un hermoso día antes del domingo de Pascua, mi madre entró en la habitación entusiasmada con los exámenes clínicos en su mano gritando de alegría: – ¡Estás curada! A partir de ahora puedes llevar una vida normal! –

Empecé a llorar, y después de unos días me levanté y fui a la ventana a ver el jarrón con la pequeña flor guardiana de mi vida.

Junto a él estaba el artista que estaba modificando el dibujo con temple.

Ahora era hermoso, de colores espléndidos, vivo, cegador; era sólo un cuadro en la pared, que el pintor modificaba día tras día para hacerme vivir con él.

Luigi Chiesa

Flor

En un caluroso día de junio, en un campo lleno de amapolas y acianos, nació un maravilloso lirio blanco, tanto la hierba como otras flores se volvieron hacia su lado para oler su delicioso perfume.

La flor se sentía un poco rara porque entre tantas flores rojas y azules solo ella era blanca, pensaba en cuánto su vida era corta y en que nadie la habría nunca mirado. Hablaba con otras flores que envidiaban su belleza y las veía marchitarse gradualmente.

Un día, cuando había perdido la esperanza, llegaron al campo tres niñas con su mamá y se pararon frente a ella para respirar su perfume y admirar su blancura; escuchando lo que decían, supo que cada flor tiene un significado, el suyo le gustó mucho: «si tu regalas un lirio a una niña o a una mujer, ella se sentirá una reina» y también decían que el lirio cada año vuelve a florecer.

La flor de repente se puse feliz y cuando la niña más pequeña la recogió para regalarlo a su Mamá, sintió un poco de dolor, pero supo que había hecho feliz a una mujer.

Leda Negri

La flor de Elsa

Sus padres fueron campesinos cruelmente asesinados por la violencia de la guerra partidista de los años cincuenta. Los cuerpos despedazados a machete, no pudieron ser enterrados y, diseminados por el tiempo, se fueron fundiendo con la negra tierra de la montaña y los verdes de su selva. 

Elsa Rodríguez era su nombre, inolvidable para todos… 

Muy lejos y por caminos de herradura mi padre tuvo que viajar a por ella para traerla a casa, como la nueva muchacha de servicio, que con los años se convirtió en parte de nuestra familia. 

Barnizado su cuerpo de bronce por el sol montuno, así la conocimos siete hermanos hombres más mi papá ya adulto y viudo, un total de ocho. 

Nos quedamos con ella y también ella con nosotros. Los días fueron pasando y el encanto compartido se fue mimetizando… Indolentes, la solicitábamos a todas horas y al mismo tiempo, transformábamos el aire dulce de su nombre en babilónico alboroto. 

No volví a pedirle nada convirtiéndonos en cómplices de pilatunas compartidas.

Un día la casa quedó totalmente sola, con nosotros dos adentro… Ella era muy joven y yo muy niño. 

Oí su llamado repetidas veces. Corrí a buscarla y ahí estaba Elsa sentada a horcajadas en el piso de su alcoba, con la falda arremangada sin que la cubriera nada. Me pidió que me acercara…  

—Niño venga mire. —me dijo con dulzura… Entre sus piernas aparecía el más hermoso bosque negro que con cada mano e infinita delicadeza apartaba para que yo viera lo espectacular de ese momento por ella descubierto para mi fuera… una fuerza invisible, desconocida y poderosa me atrapó… paralizado caí de rodillas con mis ojos sorprendidos muy cerca de lo que Elsa abría y me mostraba del abundante oscuro y suave, entre el asombro, el estupor y la fascinación nuestra, surgió respirando la más hermosa flor de pétalos rosados

Olmo Guillermo Liévano

La flor del Tapañol

Irises- Vincent Van Gogh
La flor del Tapañol no necesitamos buscarla, aquí está
El gran pintor que venía del profundo norte, de azul la vestía
Pero, si todos los colores le pertenecen, predomina la plata.

La flor del Tapañol, de elegancia vestida, es preciosa 
Su don innato para combinar tejidos, accesorios y ropa
Inventar joyas con trozos de papel o de lana, nos encanta.

La flor del Tapañol, explota de emociones como una bomba 
Sabe combinar sátira y nostalgia con un poco de sensualidad
Pero siempre nos maravilla con una sonrisa inesperada.

La flor del Tapañol, amable y humilde, también es imperiosa
Con ella, el matriarcado tiene sentido, porque nos apacigua
Nos tranquiliza en la dulzura de una ilustración recuperada.

La flor del Tapañol, no necesitamos buscarla, es única
Cada día, materna, nos circunda, nos envuelve, nos cuida
Todos la queremos, sin ella no existiríamos. Iris se llama.
Jean Claude Fonder