
All articles filed in Tapañol 23-3-22 EL DESPERTAR

Alba

Amanece. Una luz líquida y lechosa acaricia tu brazo rubio alumbrando tus pecas doradas. Bajo tu mano dormida yace el pájaro muerto de mi mano. Miro tu espalda torcida conteniendo el aliento. La maleta está lista. Cerrada. Como un secreto, Como una mentira. Como un dolor. ¡Por favor no te despiertes! ¡No puedo aguantar tu última sonrisa!
Iris Menegoz

Hechizo

Me despierta la primera luz que se desliza entre las grietas de las persianas. En el silencio atónito de la mañana, contemplo con suspendido encanto la armonía del cuerpo de Simón abandonado en el sueño: por fin despojado de defensas, aparece inerme, casi frágil, maravilloso entre las sábanas sueltas.
Me pregunto qué milagro inmerecido me ha ofrecido la suerte y sigo volando en la regularidad de su respiración, me hago mirada y silencio, por temor a que hasta un imperceptible movimiento pueda agrietar el sortilegio y hacerlo desaparecer…
Desde niña he amado los cuentos de hadas al revés: he sido amiga del lobo, de la bruja infeliz, de la hermanastra fea y soltera. Siempre he considerado insípidos los finales “vivieron felices y comieron perdices”: parece que quieren entrañar la quintaesencia del éxtasis. En realidad, es una frase que presupone el tedio de la nada, reiterado al infinito: cuando el círculo se recompone y parece que nada puede rayar la perfección de la felicidad conquistada, el hechizo ya se ha roto y la princesa se ha despertado para siempre, con los ojos bien abiertos.
Así que Simón no será mi Príncipe Azul, no me dará un beso casto y prosaico para romper un hechizo. Será mi Caballero Negro, el mago de la capa oscura y del beso que embruja: el que crea el encanto, y no el que lo quiebra.
Silvia Zanetto

El despertar

En estás habitaciones siempre hay gente. Alguien contado su historia, verdadera o no, la historia que transcurre por sus venas, la historia de sus días.
Algunas veces he visto que escuchan con atención, otras con hastío, otras solo se puede llorar, alguna que otra vez es posible reírse.
Si te vas al campo un día de esos en que el verano te premia con un ligero viento fresco, tienes la sensación de respirar de verdad, el aire te recorre con su suave nube y tú sabes que estás vivo y ya el tiempo tiene otra medida. El ritmo adecuado para que crezcan las flores, la higuera, la uva, el momento para recoger una cosecha completa. Hay que esperar. Todos esperamos la recompensa final.
En estas habitaciones vemos como sucede el tiempo.
Alguien prescribe si la cosecha será buena o no , si hay que esperar o ayudar de alguna manera.
Los tenues rayos de luz se cuelan a través de la ventana e invaden toda la estancia. Comienza el bostezo y la caricia al despertar. Hoy es ese el fruto de la cosecha.
Blanca Quesada

El despertar

Soñaba con estar de vacaciones. En el sueño era justo como es. Las vacaciones de verano, esas, en la casa de campo de sus abuelos. Felipe conocía bien los hábitos del abuelo y el último día de agosto, que era también el último día de vacaciones, tenía que acompañarlo a buscar setas. Se había levantado muy temprano y todo estaba tan oscuro que a Felipe le parecía que estaba vendado. De vez en cuando una ráfaga de viento producía silbidos inquietantes. A pesar de llevar una chaqueta y un gorro impermeable, la humedad parecía penetrar por la piel. Ni rastro de hongos, ni siquiera venenosos. La cesta de mimbre estaba vacía. Cansado de mirar al suelo miró hacia arriba y se detuvo. ¡Qué raro! Veía todo del revés. Los hongos colgaban de las copas de los arboles como las estalactitas en una cueva. Llamó al abuelo y éste le pidió que se bajara los pantalones. Se había puesto la ropa interior al revés. Nada de brujería, sólo había intentado…para traer buena suerte. El abuelo le echó un rapapolvo, diciéndole que la brujería de los calzoncillos al revés había llevado a otra brujería, la de las setas al revés. ¿Y ahora qué? ¡Vaya, el despertador! El sueño, o mejor dicho la pesadilla, se termina y el despertar comienza. Felipe sabe que tiene que levantarse, pero su cuerpo opone resistencia y sus ojos permanecen cerrados. De hecho, ¿por qué levantarse? Todavía está de vacaciones. Ah sí, el abuelo, los hongos, ¡nada de ropa al revés por favor! El despertar no puede esperar.
Raffaella Bolletti

¡Despertaos!

¡Estallidos de bombas! Relámpagos en el cielo. Ruido atronador. Sirenas de alarmas. Humanidad que corre. Humanidad escondida bajo tierra. Todavía queda esperanza en los que huyen y en los que se quedan. Porque siempre hay luz al final del túnel. Pero ¿de quién es esa maleta?
Abandonada al lado de una acera, lleva dentro pocos enseres y parece esperar a su dueño como un perro fiel. Pero nadie la va a recoger. Lo que antes vivía, hablaba y pensaba ya no existe. Y esa manta azul, manchada de sangre inocente, y la cara destrozada de una madre que ha perdido su hijo para siempre…Y las arrugas de quien ha vivido mucho y ya no tiene adónde ir porque le faltan las energías…y los que mueren antes de nacer.
Copos de nieve caen sobre los vivos y sobre los muertos. Vientos gélidos soplan y barren el polvo sobre montañas de escombros. Ciudades vacías. Esperanzas rotas.
¿Dónde está la humanidad? ¿Dónde se ha escondido? ¿Todavía queda un trozo en algún rincón?
¡Despertaos gente!
No es eso el mundo que queríamos.
Manila Claps………..

Despertar

Érase un país lejano, en el que las brumas de una pesadilla ofuscaban las mentes. Las gentes oían, durante meses, años y siglos, los acalorados discursos del Mal Hermano, aplaudían sus chistes insulsos, idolatraban su imagen con la mano apoyada sobre un corazón rojo. No veían que lo que era verdaderamente rojo era la sangre de sus innumerables víctimas. Cuantas más muertes se registraban como caídos en combate, más aumentaba su prestigio como héroe de la nación, como presidente eterno, como “purificador” que, a sangre y fuego, eliminaba la insurgencia, las mentes que pensaban por su cuenta.
Pero un día, una brisa juvenil, de primavera, fue desatando las nieblas, fue aclarando la visión, destapando los oídos de los sordos esclavos e iluminando las mentes dormidas. La brisa se volvió viento y, llevado por bandadas de pájaros, se convirtió en huracán y arrastró lejos al sátrapa Mal Hermano con todo su séquito. El cielo despejado y luminoso dejó brillar el sol y…. colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Maria Victoria Santoyo Abril

Cortesía china

Esta mañana, al despertar, no podía creerlo, recordé mi sueño hasta el más mínimo detalle, nunca me había ocurrido. Estaba en China.
Lo primero que hay que saber es que nunca he visitado China. Por supuesto, he visto películas, documentales, he leído libros, novelas antiguas, modernas e incluso contemporáneas, conozco su historia y he visto muchas fotos. Me gusta la cocina, pero creo que en realidad no la conozco. Habría que ir a vivir allí.
Si yo viviera fuera de nuestro capullo europeo que, por otra parte, no sabemos apreciar en su justo valor, creo que preferiría el mundo chino y su cultura milenaria. No hablemos del american way of live, ni de los rusos que en realidad son también europeos, aunque no lo hayan descubierto todavía.
Estamos en un apartamento, dónde no sé, la máquina de los sueños no lo dice. Mi esposa me despierta, es temprano, es de madrugada.
— Huelo a gas, —me dice.
Me levanto medio dormido, reviso los botones de la cocina, todo parece estar bien. Abro la ventana y me refugio en la cama y en los brazos cálidos de mi esposa. Hacia las 10 horas, un obrero con uniforme reluciente se presenta y, sin demora, se acerca al encendedor eléctrico.
— WOOFFF! — Un resplandor azul aparece y desaparece durante un breve instante.
— En efecto, hay una fuga, — dice él, despreocupado, —delante de mi esposa asustada.
Se pone a trabajar, saca la cocina de su compartimento y comienza a desmontarla, rápidamente me muestra una pieza que no reconozco y me explica en su inglés sin «r» que hay que sustituir la pieza. Llama a un colega que llega poco después, él también espléndido en su uniforme recién planchado. Hablan en un chino tan elegante que debe ser mandarín. Éste último toma una decisión y me hace firmar un documento redactado, … debería decir caligrafiado en la lengua de Confucio.
Con cuidado, levantan la cocina sobre una pequeña máquina de 4 ruedas y se la llevan, no sin saludarnos con profundas reverencias.
Más tarde hice traducir el documento por una persona bilingüe al inglés.
Muy cortésmente la compañía Arsène Lupin, nos agradece calurosamente por el generoso regalo que les hemos concedido y nos pide que aceptemos sus más sinceras disculpas, especificando que ciertamente nuestro seguro intervendrá.
Jean Claude Fonder
