
Impresionante y enigmática la postura de su mirada, mientras a mi alrededor había más cuadros para visitar, yo estaba frente a ella pasmado, meditabundo, tratando de comprender por qué aquel lienzo era tan inspirador aunque lleno de dilemas, porque al mirar su escondido rostro me parecía ver a mi adorada madre cuando, de niño, por las noches me ayudaba con mi tarea escolar y, cuando deslizaba mis ojos hacia abajo creía ver a una hechicera que acariciaba mi cabeza; eh ahí comenzó mi cuerpo a temblar, cada vez el zoom de mi círculo visual se enfocaba solo en ella y las blasfemias rondaban en mi lengua, mas mis dientes como una celda de piedra las retenían para no prorratear adjetivos nefastos hacia ella.
Seguían las preguntas calcinando mi esquema cerebral pensando si los libros eran tan solo un detalle o eran toda su vida escrita en fragmentos o en prosa, también parecía un juramento o una despedida terrenal porque cuando me percaté de la cruz y la soga lista para ejercer el papel de verdugo me incitaba más. Será que estaba demasiado cansada o la luz de la noche suavizaba sus ansias y se enfocaba solo en algo espiritual, aún con el pero y el por qué como puntos de inicio, continuó y al final seguía oscureciendo mis enigmáticas respuestas.
Sinceramente se veía una mujer refinada, elegante y, aunque no veía directamente su mirada, algo me decía que su tristeza se reflejaba con una sola palabra que hasta ahora no he podido descifrar. No sé cuánto tiempo estuve frente a ella, solo escuchaba el sonido de mi respiración; las incógnitas dentro de mí seguían atrapadas haciendo juicio sin razonar, cuando de pronto los altavoces resuenan en mis oídos y una melodiosa voz agradece la visita y anuncia que el Museo de Louvre cerrará en breves minutos invitando a todos a salir.
En el transcurso de mi salida parecía estar acompañando a un funeral, nunca había caminado tan lento, sentía que mi espalda cargaba tanta irresponsabilidad por dudar de algo que no me competía, porque yo solo debía admirar la belleza del cuadro y no juzgar qué cosa o quién era la que estaba dentro.
En fin, me fui de París sabiendo que había estado en una balanza emocional porque cuando subí a la cima de la Torre Eiffel pensé tocar las estrellas, estaba rebosante mi alegría, pero dentro del museo sucumbí en un huracán de dilemas. No sé en qué pensó Georges de La Tour pero el milagro de aquel cuadro en mí funcionó porque me volví más consciente y menos invasor de las acciones de los demás.