
All articles filed in Tapañol 20-4-22 GUERRA Y PAZ

Guerra y Paz

Nuestra paz temblosa y muda opaca luna detrás de las nubes callada, agobiante, por palabras nunca dichas ahogada por silencios y mentiras. ¡Ojalá viniera la guerra! Una guerra feroz de insultos y verdades de sangre y mordiscos ¡Una guerra que nos libre de esta paz muerta!
Iris Menegoz

Asteriscos

Como todos los clásicos que tenía en casa, el ejemplar de la novela “Guerra y Paz” en mi estantería formaba parte de la herencia libresca de mi padre. Estaban “Los dolores del joven Werther” en una edición de 1957 de la Biblioteca internacional Rizzoli, “Hamlet” de Shakespeare en un libro de 120 liras, los cuentos de Poe, 130 liras, en un ejemplar de 1960, y muchos otros que leería años después.
El oficial con uniforme blanco y rojo retratado por Kiprenskij en la cubierta de “Guerra y Paz”, edición Sansoni de 1965, me miraba siempre desde la estantería. Parecía decirme: “Léeme. Solo tengo 644 páginas, y tu padre hace tiempo gastó 450 liras para comprarme…”
Yo tenía más o menos 17 años, y enfundarme en un libro así me parecía una empresa desmesurada. Pero, a fin de cuentas, 644 páginas se podían leer. Bajo el título había un asterisco, pero ni me planteé el por qué. Me encantó la historia de la joven Natasha, me costó aguantar las descripciones saturadas de los detalles de las fiestas, me fascinó el personaje de Pierre, me molestaron los episodios crueles de guerra.
Y llegué hasta el final. Al menos, eso era lo que creía yo. Leyendo las últimas páginas, me parecía un final muy raro: todos los episodios estaban abiertos, no había conclusión. Volví al principio y descubrí el sentido del asterisco: “libro primero”. Así que en el segundo habría dos asteriscos, y en el tercero tres. Claro, en 1965 acababa de nacer mi hermana, y con dos niñas pequeñas en casa no tenía que ser fácil para mi pobre papá concentrarse en la lectura de tres volúmenes de 644 páginas cada uno. Evidentemente, nunca había comprado los que tenían dos y tres asteriscos. Nunca leyó completamente “Guerra y Paz”.
Yo tampoco.
Silvia Zanetto

Guerra y Paz

Miró por la ventana del autobús que los llevaba al aeropuerto, estaba nevando muy fuerte, abrazó su esposo sentado a su lado, pensó cuánto amaba su país tal como era: blanco y helado en invierno y con los campos amarillos por el sol en verano cuando maduraba el trigo.
Estaban huyendo de la guerra, habían comenzado los bombardeos, trató de sentir el calor de su hogar, el olor de la madera ardiendo en la chimenea, las voces alegres de su familia durante las fiestas en las que todos se reunían.
Tal vez nunca recuperaría lo que amaba. Se arrepintió de haber considerado, por momentos, su vida aburrida, con la misma rutina cada día, no imaginaba la nostalgia que sentiría por esa vida que ahora estaba empacada en dos maletas.
Se preguntó si sus hijos podrían reunirse con ellos en el país de acogida, y cuántos habrían muerto en combate, así era LA GUERRA: muertos y destrucciones inútiles, solo porque alguien, para saciar su sed de poder, no quería la PAZ
Leda Negri

Guerra y Paz

Ya habían pasado algunos meses desde el día en el que comunicaron que comenzaría el combate. También aseguraron que ahora se disponía de armas muy eficaces para enfrentarse a la guerra que, por supuesto iba a ser difícil y larga. La lucha empezó casi como un desafío contra un enemigo sí conocido, pero engañoso y traicionero, difícilmente dispuesto a negociar, y que además no tenía prisa. Así fue como empezó el entrenamiento para hacer frente a la nueva situación y se recibió la dosis apropiada y diaria de armas y municiones. Después de una larga lucha, pareció verse un rayo de luz. El enemigo se retiraba. En realidad, se había escondido para multiplicarse con velocidad y volver a aparecer fortalecido. Aquel día después de tanto andar de aquí para allá, igual que todas las tardes, desde hacía unas semanas, pasando por la puerta en la que había un cartel que decía “Por favor, guarden silencio”, entré en esa habitación que también se había convertido en la mía, me senté en una de las dos sillas y permanecí allí toda la tarde, toda la noche, atrapada, ausente, mirando al hombre en la cama. Parecía dormir, pero yo sabía que seguía luchando en una batalla que claramente había perdido. A ese hombre se lo tragaban las sombras. Entonces le dije : <<A veces la vida te sirve un fruto amargo. En esta habitación hay dos cuerpos, el tuyo y el mío, dos olvidos.>>
Al final la paz parecía haber llegado, llevando consigo un silencio aterrador. Después de tanto ruido en mi cabeza, durante un largo tiempo, mis pensamientos apresurados, mis demonios internos, a pesar del silencio, todavía estaban presentes. Caminé descalza por el campo, gozando de la suavidad de la hierba mojada. Por fin me senté en el césped mirando al cielo. Pero esta era una paz feroz y no podía evitar chocar contra ella. ¿Puede la paz ser feroz? Claro que sí, por tener recuerdos que arañan el alma como uñas puntiagudas, pintadas de rojo, como la sangre que fluye por las venas.
A veces, especialmente, cuando el mundo que me rodea está tranquilo y en paz, me doy cuenta de que yo no lo estoy, ya que ahora es conmigo misma con quien necesito hablar.
Raffaella Bolletti

Guerra y Paz

— ¡Papá! ¿Por qué dar ese título a esta obra monumental? ¿Cuántas palabras contiene?
— 560.000, creo. Un enorme fresco de la epopeya napoleónica, vista desde el mundo, la sociedad rusa. Se podría decir que esta alternancia de guerra y de paz durante un período tan largo es prácticamente inevitable.
— ¿Quieres decir que es imposible tener paz durante mucho tiempo?
— No sé si se puede considerar un siglo un período largo. Es más o menos la duración de la Pax Romana (96-192), los emperadores Antoninos.
— ¿Había paz en el mundo en ese momento?
— No, sólo en el mundo romano. El mundo alrededor del Mediterráneo, hasta el sur de Escocia al norte, el imperio persa al este, Egipto y el Magreb al sur.
— ¿Qué significaba entonces la Paz, en esta época?
— Esa es una buena pregunta. La paz es, ante todo, la ausencia de conflictos en un Estado u organización de Estados estables. Esta estabilidad permite el crecimiento económico, el bienestar y el desarrollo de las artes y la cultura. Una legislación armoniosa, unas normas que se respeten y una justicia que las haga respetar por el bien de todos. Generalmente, esto lo permite la democracia, porque hace falta mucha cultura y formación para que no degenere y se convierta en corrupción y populismo. A veces se sustituye la democracia por déspotas ilustrados, como fue el caso de los Antoninos, pero eso depende de la calidad de los hombres elegidos y del sistema para elegirlos. Los Antoninos adoptaban a su sucesor, pero naturalmente esto termina por transformarse en herencia y son pocos los casos en que este sistema no haya llevado al desastre.
— ¿Y la guerra de dónde viene entonces?
— Las fuentes de conflicto son numerosas, el racismo, las diferencias, la lengua, la religión, la envidia también y la conquista de poder, y seguramente me olvido de algo. La respuesta, ya lo ves, está en la paz y el amor hacia los demás.
— Entonces, ¿qué podemos hacer?
— La formación, la cultura, es lo que, quizás un día, hará que los pueblos no quieran luchar más.
La pequeña vuelve a hundirse febrilmente en la lectura de Guerra y Paz.
Jean Claude Fonder
