
All articles filed in Tapañol 12-04-23 LIBRO

Libro
Libro

Cuando vio la publicidad en el escaparate de la librería en que estaba escrito el libro es uno de los mejores amigos, recordó que para ella había sido verdaderamente así.
Cuando tenía once años, se había roto la cadera cayendo de la bicicleta, la habían enyesado y le habían asegurado que con los cuidados adecuados habría podido volver a correr como antes. Pero la primera cosa que tenía que hacer era estar sin moverse, quieta, durante 45 días, lo que a ella, que estaba siempre en movimiento, le pareció una larga tortura, teniendo en cuenta además que había sucedido en junio cuando ella generalmente iba al mar.
Su padre le trajo un atril para libros. Marta era una buena alumna pero no leía nada que no fuera obligatorio para la escuela, así que cuando vio el libro, Mujercitas de Luisa May Alcott, no le pareció interesante. No pudiendo hacer nada, empezó a leerlo y terminó por apasionarse con las aventuras de las hermanas March. Sintiéndose menos sola y aburrida, siguió con otros libros que la ayudaron a conocer otros lugares, otras épocas y personas haciéndole más llevadera la convalecencia.
Cuando en septiembre ya sana volvió a la vida normal tenia muchos fieles amigos que no la habrían dejado nunca.
Gloria Rolfo

Libro

Leer era, y sigue siendo, la pasión más grande para mí. Empecé a leer desde muy pequeño, gracias a mi abuelo materno que, cada vez que venía a visitarme, me traía un regalo, y el regalo era siempre un libro. Era increíble cómo el abuelo sabía involucrarme en la lectura, por supuesto él había leído mucho en su vida y acertaba al elegir los títulos para regalarme.
El tiempo pasaba rápido mientras yo leía y estudiaba mucho. Había montones de libros en mi escritorio. Me gustaba verlos allí, parecían estar esperándome. Claro está que mi preferido se titulaba Cuentos de Justicia, puesto que ya estaba pensando en mi futuro.
Barcelona, ciudad en la que yo vivía, se había convertido en un lugar peligroso. Mis padres tenían esa percepción de inseguridad, vivían con el temor de ser víctimas de un crimen y el resultado de ello les producía un daño físico y psicológico afectando su bienestar individual, su salud mental, su felicidad y su calidad de vida. Su estado de ánimo estaba influenciado por las noticias de varios delitos cometidos en las calles. Mi padre ya no leía el periódico, ni leía libros, estaba como aplastado. Mi madre solo leía su libro favorito: la Biblia.
“Reuniones de hampones”: Así llamaba mi padre a los grupos de jóvenes en el parque. “Date prisa, termina tus estudios y cumple tu sueño. Al menos podrás hacer respetar la ley y castigar a los culpables.” Eso me decía mi padre, que estaba obsesionado con lo que ocurría.
Obtuve mi Bachillerato en Ciencias Sociales y Humanidades, aprobé la Prueba de acceso universitaria, cursé la carrera de derecho me licencié en la Universidad Autónoma de Madrid. Superé la oposición y por fin cumplí con mi deseo de ser Juez. Los libros que cambiaron mi vida y que siempre permanecen sobre mi escritorio se titulan Código Penal e Código de Procesamiento Penal. Ahora libro sentencias condenatorias, libro sentencias absolutorias, libro, libro, libro…esta forma verbal se está convirtiendo en una persecución.
Raffaella Bolletti

Mi libro

Hace años que te busco, que te deseo, que te imagino. Muchas veces pensé que ibas a nacer bajo mi pluma impaciente, empecé varias veces decidido a llegar hasta el final de mis pasiones. Los obstáculos acontecieron, la vida no estuvo de acuerdo. Los compañeros no me seguían, e incluso yo me atravesaba en el camino. La escritura se me resistió durante años.
Siempre he escrito mucho en el oficio que he ejercido. Un buen consultor, incluso en arquitectura informática, debe venderse, debe saber presentar sus ideas, darles color y atractivo, hacerlas fáciles de entender y sólidas para convencer.
Cuando la jubilación liberó mi tiempo de todas las restricciones, las vicisitudes incontrolables del destino me llevaron a un nuevo idioma. Un idioma que yo calificaría más bien de mundo, un universo cultural inmenso, el más importante después del inglés, como habréis comprendido hablo del español. Fue el comienzo de una pasión, más que nada literaria con la que abordé la ficción en la escritura. Me dirigí hacia la narración breve, un género que en el mundo hispano ha tenido un desarrollo importante.
Una buena escuela, sobre todo, que te permite afrontar todos los géneros, y si además, gracias a las tecnologías disponibles, esa te permite una difusión que yo llamaría planetaria, no se puede pedir más.
Hoy me siento preparado. Para escribir una novela, quiero decir. Ya escribí muchos relatos breves, algunos incluso han tenido un cierto éxito. Con algunos amigos estamos preparando un libro de cuentos. Este será el primer paso; en mi cuento, el protagonista es como una extrapolación de mí mismo. Él es a quien quiero hacer vivir en mi libro.
Jean Claude Fonder

El libro escondido

No me va avergüenza decirlo. En realidad, me apena. Y es que nunca he leído un libro. Quizá al que lea estás letras le escandalice, pero nací en una cultura absurda donde leer se considera un grave pecado. Tengo casi veinticinco años y hoy, por primera vez en mi vida, sostengo uno en mis manos. Estoy escondido en el granero. Si me descubren el castigo puede ser horrible. Por un lado, siento temor ante lo que pueda descubrir, por otro una curiosidad insaciable fruto de la represión a la que siempre he estado sometido. No me lo dio nadie. En realidad, lo encontré cerca del bosque, dentro del tronco hueco de un viejo árbol caído. Quizá abandonado por alguien, quizá olvidado. Como un tesoro lo sostengo sobre mi regazo. Acaricio la portada sin atreverme todavía a abrirlo alargando así un poco más el misterio. Dicen que la simple posesión de uno te puede llevar a volver loco y si además lo leyeras, incluso a perder la vista. Mi respiración comienza a volverse agitada y un creciente temblor en mis manos casi provoca que se me caiga al suelo. Elevo ansioso la vista y aguzo todo lo que puedo el oído. Toda precaución es poca ¡Quién sabe qué terrible destino aconteció a su anterior propietario! Venciendo todos mis temores intento leer la portada. Unos dibujos extraños se extienden a lo largo de la cubierta del mismo al igual que en todas las páginas que una a una voy ojeando. Me siento abatido y frustrado. No entiendo nada de lo que allí se dice. Con resignación y rabia me lo meto debajo de la camisa y lo vuelvo a dejar donde estaba: bien escondido. De todas formas, no me rindo ¡Quién sabe! Quizá algún día, si alguien me enseñara a leer, pueda volver a intentarlo. No voy a negar que he pasado mucho miedo, pero al menos por esta vez nadie se ha enterado y, además, no he perdido la vista.
Sergio Ruiz Afonso
El regalo

A Álvaro le regaló un libro su tía, era un libro viejo, de cuentos, con fotos para hombres como él, para personas de siete años o más, ya que antes lo habían leído ella y sus amigas.
El libro había llegado en un barco, dentro de un contenedor apilado y perdido. Pero lo rescató la titi Lola, y lo llevó a su librería. Apunto la fecha de llegada, fue el nueve de abril de dos mil veinte y la edad del libro es mil novecientos sesenta. Publicado en Milán. La editorial ya desapareció.
Le encanto la portada: Un collage que reflejaba la historia de todos, aparecía la palabra taxi, una pareja mirando a un niño, un violín con una partitura recortada en forma de corazón. Tantas cosas. Una bella obra de arte llena de color. Su tía le dijo que colocó el libro en el escaparate. Pasaron nueve meses y nadie lo compró. Decidió leerlo detenidamente y descubrió la historia de cada uno de sus lectores.
Álvaro se fijó en la frase que su tía había puesto al final, debajo de otras anotaciones escritas con diferentes letras.
Desde una librería perdida en el mar y mi amor se quedó en Sicilia. Lola.
Así volverá a su lugar de origen. Leído. Hija del limpiador. Megan.
Me gusta encontrarme cosas, son regalos, mi trabajo es limpiar el aeropuerto JFK. Una vez leído reconoces tu historia que es el relato de los sentimientos, del amor, de los encuentros y las despedidas. La de todos. Drew.
Se lo regalé a mi hija que lo donó a «vidas encontradas» Me dijo que era una asociación benéfica situada en una isla donde disfrutó de su mejor viaje.
Toco el violín desde que recuerdo, cuando viajo, me acompaña algún libro, a este lo encontré en un tren y seguirá viajando ya que lo dejaré en el aeropuerto. Espero que lo leamos todos los que poblamos la tierra. Zhi Yan.
Trabajo en Berlín como profesor de idiomas para pagar un préstamo por estudios en Estados Unidos. mamá acaba de terminar de pagar mi préstamo como regalo de cumpleaños y me envió un libro que se lee en todos los idiomas. Soy Arthur. Ya sé lo suficiente. Él se queda en el tren que me lleva a casa.
Pintor de Sicilia. desde hace dos años este libro va conmigo. Ya que no pude compartir la vida con su dueña. Se quedará ahora en el último banco de la catedral de Milán. Mattia.
Descubrí el mundo con un libro apropiado para todas las edades. Leyendo de atrás hacía adelante. Hoy lo dejo en un banco del parque. En algún lugar del mundo. Sintiendo, como todos los vivos. Diez años después. Gracias titi. Álvaro.
Blanca Quesada

SIAO-LI (pequeña pera) un amor chino

En los años cincuenta, en mi casa, los libros eran objetos raros.
Me acuerdo de los libros que mi padre compraba, se llamaban «Selecciones del Readers Digest». A mí no me gustaban. Con la letra demasiado pequeña para una niña lectora principiante.
Todo cambió de repente cuando mi hermana mayor empezó a trabajar en una famosa editorial de libros para niños.
Eran libros grandes, ilustrados por artistas famosos. Eran libros caros, pero como mi hermana trabajaba allí tenía derecho a un buen descuento. Así que en Navidad llegó mi primer cuento.
«Siao-Lj. Historia de un niño chino»
Fue muy fácil enamorarme de aquel gordito chino, de su familia, de sus hermanitas, de sus juguetes, de su mundo tan diferente y lejano del mío.
Lo leí y me lo aprendí de memoria. Lo tenía debajo de la almohada y aún lo tengo…pero en mi librería. Porque el primer libro es como el primer amor, nunca se olvida.
Iris Menegoz

Viaje a “FUERA DE SERVICIO”

A Isabel no le gustaba leer. En su vida, había conocido muchos libros aburridos: volúmenes con la cubierta gris y llenos de polvo, con palabras escritas de forma tan pequeña que no se entendía nada, libros que hablaban de argumentos insulsos…
Pero esos no eran los peores: un día le habían regalado un libro muy pesado: en su cubierta el título era “¡No me leas!” así que ella, por curiosidad, lo había abierto… Desde el libro salieron palabras terribles, como “Disparadero”, “Facturación” y “Marasma”, que la siguieron por toda la casa, y casi lograron agarrarla, hasta que ella pudo encerrarse en el trastero…
Y debo confesaros que tampoco le gustaba la escuela, un lugar lleno de libros y de maestras que la hacían estudiar en los libros. No eran tan terribles como “¡No me leas!”, pero también el libro de inglés una vez le había mordisqueado un dedo, y la antología la hacía estornudar continuamente y, si acaso intentaba leer un cuento completo, se le llenaba la cara de gorgoritas verdes y moradas que le provocaban una picazón terrible.
Una mañana, esperando al autobús escolar, vio un autobús muy raro. Su dirección era “Fuera de Servicio”. Isabel pensó que sería un lugar maravilloso, donde no habría ni un libro, y tomó el autobús.
Había mucha gente allí, incluso Francisco, un compañero de clase al que le encantaba leer, es más: leía tanto que sus amigos le tomaban el pelo. Pero allí parecía muy tranquilo, como si conociera bien el camino, así que Isabel decidió sentarse a su lado. Francisco le explicó que en “Fuera de Servicio” cada persona podía hacer lo que quería, sin prohibiciones y sin críticas. En sus rodillas, Francisco tenía una caja gris, cerrada, pero Isabel no se atrevió a preguntarle qué contenía la caja.
Cuando estaban a punto de llegar a “Fuera de Servicio” oyeron música, voces, risas… El autobús se paró en una plaza amplia y soleada, donde había grupos de personas que bailaban en círculo, otros que charlaban alegremente, otros que merendaban dulces maravillosos, y además otros que… Otros que… ¡Leían! Sí… ¡leían!!!
— Pero, Francisco… No me habías dicho que aquí había libros, ¡yo les tengo muchísimo miedo!
— Pero ¿por qué? ¿Qué te han hecho?
— Me persiguen, me muerden, me arañan, me provocan enfermedades… y además, de los libros salen palabras terribles como “Disparadero”, “Facturación” y “Marasma”, que ¡han intentado matarme! – confesó la niña casi llorando.
— No te preocupes, no te va a pasar nada. Ahora voy a abrir la caja -la tranquilizó Francisco- ¡Ven conmigo!
De su caja salió un arco iris maravilloso que se desplegó en el aire y tomó la forma de un puente multicolor, adonde Francisco subió muy feliz, hasta encontrarse tendido bajo un árbol, leyendo su libro favorito, sin que nadie lo molestara o le tomara el pelo.
Isabel estaba desconcertada. Así que… ¿No todos los libros eran aburridos, malvados y peligrosos como los que había conocido ella? ¿Existirían libros que podían hacerla soñar, viajar con la fantasía, hacerle compañía en los momentos difíciles?
Isabel subió al puente para alcanzar a Francisco y llegó bajo el gran árbol, donde la esperaban libros maravillosos, con cubiertas de color amarillo, verde manzana y lila glicinia, perfumados de miel y canela, que emitían melodías muy dulces y la rodeaban como en una danza.
— Estos serán tus libros favoritos, Isabel — le dijo Francisco —Aprenderás que no ¡existen niños a los que no les gusta leer, sino niños que se han encontrado con los libros equivocados!
Silvia Zanetto

Carta

Querido hipotético lector,
Quiero que sepas que he vivido muchas vidas en mi vida que no merecen ser contadas. De algunas de ellas hui, en otras, actué como una actriz. ¿Quién soy ahora? Una anciana sola, con muchos recuerdos agolpados en la cabeza. Me miro al espejo: los años han pasado sin detenerse, el tiempo ha hecho lo suyo dejándome arrugas en la cara que a duras penas trato de esconder. Porque todo se puede perdonar excepto la vejez. De todas formas, no me quejo, más bien, de alguna manera me siento afortunada porque hay mucha gente de mi edad que ha perdido sus facultades mentales desde hace tiempo.
Sí, soy consciente de que estoy en la fase final de mi existencia, eso no me preocupa… faltaría más. De la muerte como de la vida no elegimos ni el dónde ni el cuándo, por lo tanto es de locos angustiarse. Sin embargo, me pregunto qué será de mi biblioteca cuando yo falte, ahora que paso largas horas admirando las estanterías repletas de libros que me acompañaron a lo largo de mis muchas vidas.
Quizá sea este el motivo por el que estoy escribiendo esta carta, si bien no tengo la certeza de que alguien llegue a leerla. Aun así, me dirijo a ti, futuro lector de mis voluntades, para que sepas que es mi deseo dejar todos mis libros al colegio San Martín del barrio de Vallecas, es decir, el lugar que está viendo mi fin. Quisiera también que los niños que a menudo veo corretear por esas calles y con ellos, las generaciones venideras, sepan reconocer el valor de la lectura.
Leer es vivir muchas vidas sin marcharse de casa. Leer es conocer el mundo. Leer es sentirse humano y perdonarse. Por eso seguiré leyendo hasta el último aliento.
Doña Manuela Halos Torres
Manila Claps………..

Micro libro

A mis 6 años empecé a leer y mi primer libro desencadenó un mar de lágrimas. Se trataba de «Sin familia», di Dickens y me hacía sentir empatía hacia el protagonista el hecho de estar fuera de mi casa, por primera vez. Tenía que ir al colegio de mi severa tía Amina y vivir en su casa, en la ciudad, mientras que mis padres y mi hermanito permanecían en nuestra hacienda agrícola.
Por suerte, la biblioteca de la tía estaba llena de libros maravillosos, divinamente ilustrados y eso me consoló. Más adelante, de adolescente, leía todos los libros que dejaban los primos que iban a pasar vacaciones a nuestra hermosa finca. Así, viajé por países exóticos con Julio Verne, conocí a la florista Eliza Doolitle (Liza) y la volví a encontrar en la película musical My Fair Lady , inspirada en esa obra. Cayeron en mis manos cuentos de vaqueros, el atormenado joven Raskolnikov y hasta Santa Teresa de Jesús. Todos ellos llenaban mis tardes de vacaciones, encaramada entre las generosas ramas de mi árbol favorito o, en el ancho alfeizar de mi ventana. También había libros antiguos de mi abuelo, con tapas de pergamino y letras decoradas.
Ahora, que estamos renovando nuestra casa, veo con tristeza, cajas y cajas de libros que tienen como destino una biblioteca y, los más viejos, el vertedero municipal. Todos los personajes que acompañaron a tantos lectores se esfumarán para siempre, pero seguirán viviendo en la memoria de quienes los amaron. Aunque es posible que Montag, el bombero incendiario de Farenhait 451, los salve del olvido en el fuego.
Maria Victoria Santoyo Abril
