El círculo perfecto

EDWARD HOPPER (1882 – 1967) Lectora en el tren (1965)

El silbido del tren la despertó de sus pensamientos. “Volverás ….. ya verás. Pronto…. volverás…”.

Las palabras tranquilizadoras de su madre acariciando las líneas regulares de su cara, el abrazo final en el umbral de la puerta de casa. El claxon del coche devolviéndola a la realidad y luego, sus miradas por la ventanilla, tratando de memorizar, como si fuera necesario, cada detalle de los barrios que la habían visto crecer.

Un tren. Una estación de tren casi desierta. Una decisión tomada después de meses. Ya no había vuelta atrás. Subió al tren, levantando con cierta dificultad las maletas llenas. En ellas, trozos de su vida pasada. Buscó el número de su asiento, pero las lágrimas a duras penas le consentían ver claramente. Una señora entrada en años, nada más verla, se percató del sufrimiento de aquella chica rubia, tan guapa con sus vaqueros ceñidos y su sudadera de colores. «Hola muchacha, ¿puedo ayudarte en algo? Sabes, estoy tan acostumbrada a viajar que, a lo mejor, en lugar de jubilarme habría podido trabajar de inspectora del ferrocarril”. Una leve sonrisa y el mundo le pareció menos gris. 

Muchos años después, habría de recordar aquella madrugada tan triste.

Apagó el ordenador sin más. La luminosidad de la pantalla le molestaba los ojos después de tanto teclear. Estaba satisfecha. Acababa de terminar su última novela. Sin duda, otro éxito de ventas como las anteriores. Pero ¿Cómo había llegado hasta allí? …. Una maleta. Un tren. Un viaje. Allí se encontraba la clave de todo. 

Muchas veces se había arrepentido de haber cogido aquel tren; otras, había dado las gracias a Dios por su suerte. A menudo pasaba horas fantaseando sobre cómo habría sido su vida si no hubiera tomado aquella determinación. ¿Habría sido recepcionista en un hotel del centro o guía turística en Londres? Nadie tenía la respuesta. Lo que sí le quedaba claro era el recuerdo de aquella mañana. Ese viaje, pese a su voluntad, marcó un nuevo comienzo. Partir significa querer llegar a un lugar, real o imaginario. Aquella chica joven y bella comprendió que las raíces  no crecen debajo de nuestros pies, sino que las llevamos dentro del alma. Partir no es morir, es volver a nacer. No se trata de un desplazamiento en línea recta, más bien, de un movimiento circular. Y cuando lo queremos de verdad, puede llegar a ser un círculo perfecto.

Manila Claps………..

Una circular promesa

A mediodía en un día de miércoles al improviso Don Atanacio Balboa (Nacho) dejaba de existir a los 75 años. Sus hijos confundidos por tal triste e imprevista noticia se preguntaban el ¿por qué? En

Mi abuelo y yo solíamos ir al cine todos los fines de semana. A él le encantaban las películas western y a mí las románticas. Un día fuimos a ver los Caballeros de la Mesa Redonda, yo aún era un niño extrovertido y, cuando veía algo nuevo, quería verlo dos veces para entenderlo debido a mi escasa capacidad mental, por eso siempre me hacía explicar por mi abuelo las películas después de haberlas visto. 

Me quedé tan impresionado y anonadado por escuchar el pacto que hacían los Caballeros de la Mesa Redonda, que un día con mis amigos hicimos un círculo y 6 niños nos metimos dentro de él haciendo un juramento: que de grandes nos ayudaríamos en todo momento, que nos comunicaríamos y que nunca dejaríamos de ser amigos. 

Han pasado 30 años desde aquella inocente y circular promesa, y para ser honesto, casi ni los veo; pero sé que aún están vivos, tienen sus familias; uno es policía, otro médico, de los demás sinceramente no sé cuál será su profesión, he tenido contacto solo por teléfono, creo que no les gustan las redes sociales porque solo dos de ellos tienen Facebook. 

Me pongo a pensar en tantas promesas que a lo largo de la vida uno se hace así mismo, a la familia o a la pareja con quién se está en algún momento; me pregunto si estuviéramos pendientes de aquellas promesas circulares individuales, familiares o sociales para no olvidarlas, entonces creo yo que prometeríamos menos y cumpliríamos más.

 

Luis Alberto Prado

Círculo

Hay tantas miradas desde las que uno puede observar; el panadero, la vecina y su perrito, el señor de la esquina, la peluquera, la maestra, la profesora de cocina. Todas ellas son personas que viven en un mundo exterior, en un mundo con los otros, donde, aunque no quieran, ven el recorrido de los demás y el mío, ven el camino que voy trazando a mí alrededor. 

Ellos tienen una mirada con la que ver; un circulo que lo matiza todo, que lo parcela en redondo, burbujas de aire sin esquinas, sin recovecos donde esconder lo que ni siquiera pueden ver.  Un mundo perfecto donde la vida es amanecer y anochecer con sus tranquilos y relajados quehaceres diarios, mañana, tarde y noche y al día siguiente comenzar otra vez. 

Yo tengo esquinas y las escribiría con z porque son tan escabrosas, variadas y llenas de sorpresas, mi vida entera sin esperarlo se ha dado la vuelta más de una vez y hay que comenzar por decisión propia,  por decisión de los demás y los motivos son la mayoría de las veces  por falta de aire, de tranquilidad, de confianza, de seguridad y por exceso de actividad, inquietud, curiosidad o simplemente hay nubes más allá de la oscuridad.

Ahora, de pronto aparece alguien que se escribe con una sencilla s de serenidad y me doy cuenta de que llego a mis esquinas con el alma tranquila, segura, haciendo que mi vida sea como las demás; un círculo perfecto. Una vida redonda llena de flores en las ventanas y de felicidad. Mañana, tarde y noche y otra vez a comenzar.

A Sergio. 

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Blanca Quesada

Asamblea de los círculos

El momento había llegado. Tenía que dar su discurso sobre los detalles. Así que pasó por alto su indecisión y empezó. <Amigos aquí reunidos, vengo en representación de nuestra comunidad y quisiera destacar que el camino va ser largo y duro. Hay muchos kilómetros por recorrer, nunca hemos marchado y nadado tan lejos. La cita está fijada para el lunes 21 de junio, a las 3 de la madrugada, pero supongo que eso ya lo sabéis. Lo que aún tengo que comunicaros es la ubicación del sitio. Sólo os informo de que vamos a otro círculo. Entonces cuanto antes nos pongamos en camino, mejor.> En fila india, ordenadamente empezaron el recorrido que los llevaría a destino. Marcharon siguiendo el Círculo Ártico, cruzando el océano Glacial donde encontraron pocos bloques de hielo en los que descansar. Llegaron a la llanura de Salisbury, al círculo de piedra de Stonehenge construido hace miles de años. Los grupos procedentes de los otros 4 círculos terrestres ya estaban presentes, sentados en el suelo, en círculo, en silencio. También el grupo del Ártico tomó asiento. Esperaban el amanecer, con el sol atravesando el círculo megalítico e incidiendo perfectamente sobre la piedra talón. El aire estaba cargado de energía. Al llegar la luz los presentes se asombraron con la maravilla del rayo de sol entrando a través de los monolitos y advirtiendo de la llegada del verano. Cada círculo terrestre tenía varios representantes de su comunidad. Al terminar el momento mágico los jefes, los únicos que llevaban una larga capa blanca con capucha, se levantaron. El Jefe Mayor explicó que aquel lugar era simbólico, que allí se saludaba el invierno y se recibía una nueva temporada. Explicó también que el espectáculo que acababa de aparecer volvería a presentarse el 21 de junio del próximo año y que el rayo de sol podía entenderse como un mensajero de una vida que se reitera, en círculos que se arrastran, que se abren y se cierran. Terminó así su discurso <Gracias a todos por participar, regresemos a nuestros Círculos Terrestres, que ahora nos distancian y que podrían desaparecer al derretirse los glaciares, todo reduciéndose en un único círculo mayor sin diferencias atmosféricas. Pensémoslo bien y actuemos en consecuencia>. Los participantes se miraron unos a otros sin hacer comentarios y lentamente se fueron.

Raffaella Bolletti

El corro

PABLO PICASSO (1881-1973) La ronde

El despertar le recordó a Paolo que tenía que levantarse si no quería perder su avión. Se separó suavemente del espléndido cuerpo de Francisca. Habían follado toda la noche, una noche explosiva, una noche que no olvidaría en mucho tiempo.

Pero bueno, tenía que ducharse, le esperaban en Roma. Cuando estuvo preparado, lanzó una última mirada al Modigliani, que lo había satisfecho y además era su secretaria particular. Puso tiernamente un beso sobre sus labios púrpura, humedeció con satisfacción su cuerpo que aún sentía el amor y se fue.

Llegó al aeropuerto justo a tiempo, tomó el Milán Roma, para un pasajero habitual como él, no era más difícil que coger el autobús.

Subiendo al avión que iba a tomar, se topó con su colega Julio, un mujeriego impenitente, pensó, saludándole con una gran sonrisa. 

A bordo estaba sentado al lado de una minifalda vertiginosa color beige, tacones de 12 cm, un corpiño blanco ceñido y bien lleno bajo una pequeña chaqueta de color burdeos, un perfume seductor muy almizclado y de largo cabello negro levantado en moño.

— Usted va a Roma por trabajo? preguntó, yo soy Michelle.

Era una ejecutiva comercial de una firma de ropa interior femenina francesa. Al final del viaje, se reunieron en un pequeño restaurante en Testaccio para cenar juntos. Se despertaron en el San Anselmo, el hotel de Michelle, que no estaba muy lejos. Antes de bajar a almorzar, le presentó sus productos haciendo su parte. Con ella, las braguitas, los sostenes y las diversas piezas de lencería femenina se transformaban en verdaderas bombas sexuales. Paolo no resistió, reanudaron los debates de la noche anterior. 

Michelle volvía a Milán esa misma noche para seguir la semana de la moda, Paolo tenía que pasar dos días más en Roma, por lo que le dejó algunas buenas direcciones lamentando no poder acompañarle. Le dio el número de móvil de Julio.

Michelle se preparó cuidadosamente, llevaba un tanga de su colección, un micro vestido de la tarde ampliamente escotado entre los pechos que no permitía sujetador y un maquillaje que requirió por lo menos una hora delante del espejo.

Julio pensó que era él quién debía ligar con ella, para que no se eternizaran en la taberna de los Navigli con los aperitivos. El streap-tease de Michelle en el hotel no duró mucho, la noche fue larga, afortunadamente los desfiles comenzaban sólo por la tarde. Después de un último polvo, Julio se involucró en la oficina donde tenía una cita con la secretaria del jefe, Paolo, su amigo.

No sabía que Francisca y Paolo estaban juntos, por lo demás, si se lo hubieran dicho no lo habría creído, conociendo las aventuras infinitas de su amigo. Francisca además era una recluta reciente de Paolo, estar cerca de ella sería de todos modos útil. Francisca era grande, sus piernas eran largas, la minifalda plisada que llevaba, pasaba por encima de la mesa cuando se acercaba a él, tenía sudor frío. Pronto no pudo resistir, le acarició la rodilla… Una bofetada bien sonante fue el resultado. Para hacer las paces, la invitó al restaurante. Le suplicó, le contó que Paolo y él eran amigos, también compañeros de salidas, y vaso tras vaso, contó sus aventuras, sus conquistas numerosas sobre todo cuando estaban de viaje.

Unos momentos más tarde, Francisca lo llevó a los baños femeninos y prácticamente le forzó en el lugar, si se puede decir así, porque fue más que voluntario. Por desgracia, él también tenía que ir al aeropuerto para volver a Roma. Cuando, a su vez, se topó con Paolo que salía del avión, le contó todo feliz.

— ¡Qué guapa la nueva secretaria!

Jean Claude Fonder

Abre tu puerta cerrada

PABLO PICASSO (1881-1973) La ronde

Desde el patio rodeado de árboles ya se oye la música: 

Abre tu puerta cerrada”… (1)

Escucho la risa cristalina de Isabel antes de verla bailando en círculo, con la mascarilla puesta o quizás colgando de la oreja. 

Que en tu mano está la llave…”  

Nosotros todavía no podemos tomarnos de las manos, por eso se eligieron danzas en círculo en las que se baila sueltos. Pero María y yo, guiñando el ojo, nos saludamos sonrientes con un golpecito de codo, Alberto lanza hacia los amigos que llegan gestos alegres, las miradas de los danzadores resplandecen de vida que vuelve. 

Corro hacia el círculo y empiezo a bailar yo también.

El amor a ti te vela…” 

Fue aquí que la sonrisa de Alejandra enamoró a Sergio: solo estaba feliz cuando bailaba y por eso su vida se convirtió en una danza. 

Partemos rosa, partemos de aquí” 

Tomamos el ritmo, los cuerpos dan vueltas armónicamente sincronizadas, los movimientos de los brazos se funden en el mismo compás, que hincha las faldas largas de colores de Ana y de Rebeca. 

Yo demandi por la tu hermozura

como te la dio el Dió” 

De repente la felicidad me inunda: de verdad me encuentro aquí en el patio y no en el salón de mi casa, y Carlos, Victoria, Laura ya no son imágenes electrónicas en el ordenador sino cuerpos vivos en un círculo, que la música empuja a bailar. 

la hermozura tuya escura

la merezco sólo yo.

En fin, creo que nosotros también merecemos esta hermosura.

(1) Canción sefardí del siglo XV, sobre la que se ha creado la coreografía de una danza en círculo

Silvia Zanetto