
Querido hipotético lector,
Quiero que sepas que he vivido muchas vidas en mi vida que no merecen ser contadas. De algunas de ellas hui, en otras, actué como una actriz. ¿Quién soy ahora? Una anciana sola, con muchos recuerdos agolpados en la cabeza. Me miro al espejo: los años han pasado sin detenerse, el tiempo ha hecho lo suyo dejándome arrugas en la cara que a duras penas trato de esconder. Porque todo se puede perdonar excepto la vejez. De todas formas, no me quejo, más bien, de alguna manera me siento afortunada porque hay mucha gente de mi edad que ha perdido sus facultades mentales desde hace tiempo.
Sí, soy consciente de que estoy en la fase final de mi existencia, eso no me preocupa… faltaría más. De la muerte como de la vida no elegimos ni el dónde ni el cuándo, por lo tanto es de locos angustiarse. Sin embargo, me pregunto qué será de mi biblioteca cuando yo falte, ahora que paso largas horas admirando las estanterías repletas de libros que me acompañaron a lo largo de mis muchas vidas.
Quizá sea este el motivo por el que estoy escribiendo esta carta, si bien no tengo la certeza de que alguien llegue a leerla. Aun así, me dirijo a ti, futuro lector de mis voluntades, para que sepas que es mi deseo dejar todos mis libros al colegio San Martín del barrio de Vallecas, es decir, el lugar que está viendo mi fin. Quisiera también que los niños que a menudo veo corretear por esas calles y con ellos, las generaciones venideras, sepan reconocer el valor de la lectura.
Leer es vivir muchas vidas sin marcharse de casa. Leer es conocer el mundo. Leer es sentirse humano y perdonarse. Por eso seguiré leyendo hasta el último aliento.
Doña Manuela Halos Torres
Manila Claps………..
