Pasión

Pasión era cogerse del brazo y pasear por el patio bullicioso y el porche empedrado. De pasión nuestras miradas cómplices durante las horas de clase y las notas inocentes que nos dejábamos en la cajonera del pupitre o entre las páginas de los libros de texto. Hubo pasión en las canciones inventadas y en las poesías recitadas “tú un verso, yo otro”.

Olía a tiza, la pasión, y tenía sabor a palmeras de chocolate, vestía de uniforme azul marino y babi de cuadritos celestes. Flotaba en el autocar y en la capilla, en el salón de actos y en el gimnasio.

Pasión era odiar el viernes y anhelar el lunes.

Pasión fue añorar, durante mucho tiempo, lo que nunca ocurrió.

Ana Diaz

Lucca, un sábado de febrero de 2020

Despiértese con el sonido del piano che sube desde el salón. Sonría. Abra la ventana y goce de la vista de la campiña toscana. 

Desayunen hablando de las especies de pájaros que pueblan el jardín. 

Den un largo paseo en bicicleta siguiendo el curso del río Serchio. Tomen café en una terraza soleada de la piazza San Martino

Suban a la Torre Guinigi y admiren los tejados de Lucca. Bésense. 

Almuercen en la piazza dell’Anfiteatro. Hablen de la próxima Semana Santa, cuando vendrán sus amigos de los tiempos de Oxford. Sienta una punzada de inquietud pensando que no estará a la altura de esas personas. Aparte de su mente ese pensamiento disfuncional. 

Vuelvan a casa en bicicleta. Tomen el té de las cinco. Deje que él le lea un libro en su idioma. Hágale repetir los pasajes que más le gusten.

Póngase elegante para salir. Asistan a un breve concierto en el oratorio di San Giuseppe. Emociónese con las arias de Puccini que interpretan el tenor y la soprano.

Vayan a cenar. Conversen desgranando sus vidas. Sienta desazón al comprobar que la cultura británica nos es tan extraña a los latinos como la japonesa.

Vuelvan a casa. Enciendan la chimenea. Sigan conversando. 

Alégrense de haber vivido este día memorable, que en pocos días se convertirá en irrepetible. Ámense.

Ana Diaz