Guerra y Paz

Ya habían pasado algunos meses desde el día en el que comunicaron que comenzaría el combate. También aseguraron que ahora se disponía de armas muy eficaces para enfrentarse a la guerra que, por supuesto iba a ser difícil y larga. La lucha empezó casi como un desafío contra un enemigo sí conocido, pero engañoso y traicionero, difícilmente dispuesto a negociar, y que además no tenía prisa. Así fue como empezó el entrenamiento para hacer frente a la nueva situación y se recibió la dosis apropiada y diaria de armas y municiones. Después de una larga lucha, pareció verse un rayo de luz. El enemigo se retiraba. En realidad, se había escondido para multiplicarse con velocidad y volver a aparecer fortalecido. Aquel día después de tanto andar de aquí para allá, igual que todas las tardes, desde hacía unas semanas, pasando por la puerta en la que había un cartel que decía “Por favor, guarden silencio”, entré en esa habitación que también se había convertido en la mía, me senté en una de las dos sillas y permanecí allí toda la tarde, toda la noche, atrapada, ausente, mirando al hombre en la cama. Parecía dormir, pero yo sabía que seguía luchando en una batalla que claramente había perdido. A ese hombre se lo tragaban las sombras. Entonces le dije : <<A veces la vida te sirve un fruto amargo. En esta habitación hay dos cuerpos, el tuyo y el mío, dos olvidos.>>

Al final la paz parecía haber llegado, llevando consigo un silencio aterrador. Después de tanto ruido en mi cabeza, durante un largo tiempo, mis pensamientos apresurados, mis demonios internos, a pesar del silencio, todavía estaban presentes. Caminé descalza por el campo, gozando de la suavidad de la hierba mojada. Por fin me senté en el césped mirando al cielo. Pero esta era una paz feroz y no podía evitar chocar contra ella. ¿Puede la paz ser feroz? Claro que sí, por tener recuerdos que arañan el alma como uñas puntiagudas, pintadas de rojo, como la sangre que fluye por las venas.

A veces, especialmente, cuando el mundo que me rodea está tranquilo y en paz, me doy cuenta de que yo no lo estoy, ya que ahora es conmigo misma con quien necesito hablar.

Raffaella Bolletti