
Durante la noche hubo mucha humedad y la flor grande, exótica y bonita aún estaba salpicada por algunas gotas de rocío. Despertó y abrió sus dos pétalos color rojo purpúreo luciendo todo su esplendor, lista para ser lo más cautivadora posible. Un novato fraile paseaba en ese mismo jardín, atraído por una fragancia dulce e intensa que le llenaba la nariz. De pronto la vio sentada en el único banco, bajo el almendro. ¡Una mujer en el monasterio! Incrédulo se acercó y la miró, ella también le miraba. Era una mujer que aparentaba unos treinta años, hermosa, atractiva, con grandes ojos verdes y una boca expresiva de labios carnosos pintados de un rojo intenso. La fragancia embriagadora parecía desprenderse de ella. El fraile no se pudo resistir y la besó, pero de pronto descubrió que algo estaba cambiando en el rostro de ella, algo que le disgustaba. De sus ojos verdes salían unas pequeñas ramitas; su boca empezaba a cerrarse segregando un jugoso y muy pegajoso néctar. Se quedó atrapado por su mismo beso mientras ella le decía:
—Me llamo Flor de Beso y tú eres mi alimento favorito.
Poco a poco la mujer reveló lo que realmente era: una maravillosa y llamativa flor de una planta carnívora engañosa y asesina. El novato había caído en la trampa como un insecto.
Raffaella Bolletti
