
Érase una vez un balón de fútbol que, por un error de fabricación, en vez de ser redondo, salió cuadrado. Justo cuadrado. Además, tenía otras particularidades, por ejemplo, tenía un nombre: se llamaba Oscar.
El propietario de la fábrica, cuando se dio cuenta, se puso a reír a carcajadas, y luego, después de asegurarse que Oscar era el único así, les preguntó a los obreros que tenían niños si alguien quería llevárselo a casa, pero nadie lo quiso.
-Bueno, lo voy a tirar a la basura – contestó el propietario, y le dio una patada a Oscar.
– ¡Ay, qué dolor! ¿Por qué me haces daño? ¡Yo no te he hecho nada!
El propietario de la fábrica miró a su alrededor, no vio a nadie y pensó que fuera una consecuencia del cansancio o del calor, así que sin pensar demasiado decidió irse a casa.
Después de la patada recibida, Oscar, ofendido y doliente, reunió todas sus fuerzas y logró moverse un poco, hasta alcanzar las escaleras, de las que logró rodar abajo sin demasiada dificultad.
Un poquito a la vez se sintió mejor y logró alejarse. Estaba pensando cambiar su vida, ser un taburete, un objeto de decoración, un cojín para los pies… y dejar de ser un balón cuadrado!
Pero, de repente, vio por delante a un hombre que iba en bicicleta. Pero no era un medio normal, con las ruedas redondas, sino una bicicleta con las ruedas cuadradas.
– ¡Pero es fantástico! – exclamaron juntos Oscar y el ciclista.
– ¡Eres justo lo que yo estaba buscando! – Exclamó el ciclista, bajando de su medio que, por supuesto, no necesitaba el caballete para quedarse de pie.
Oscar sonrió, porque los balones cuadrados, de contrario a los redondos, saben sonreír, y se acercó a él.
– ¡Buenos días! Yo me llamo Quirino Quadrotti Quadrelli – se presentó de forma educada el ciclista.
– Y yo soy Oscar, el balón cuadrado.
– Lo veo, lo veo… Quería pedirte algo, si no estás ocupado – dijo Quirino.
– Todo lo que quieras… si no me vas a tratar mal.
– Bueno, mira, mi familia y yo tenemos una enfermedad muy particular: ¡estamos alérgicos a las cosas redondas! Por eso, utilizamos platos cuadrados, copas cuadradas… y bicicletas con ruedas cuadradas… Ahora, mi problema es que mañana va a ser el cumple de mi niño, y él me pidió como regalo un balón. Es un mes que estoy buscando un balón cuadrado y tú… ¡Tú eres cuadrado! Y además sabes hablar… ¿Quieres ser el balón de mi niño?
Oscar se puso a llorar por la felicidad y por supuesto aceptó la propuesta del señor Quadrotti Quadrelli, que lo hizo subir sobre su bicicleta de ruedas cuadradas y lo llevó a su casa.
El niño y el balón cuadrado se convirtieron en buenos amigos y jugaron juntos por muchos años.
La mayoría de los autores que participan en esta revista han colaborado a la creación del libro:
- Epifania por Blanca Quesada
- La rueda por Iris Menegoz
- La rueda por Raffaella Bolletti
- Las ruedas son mágicas por Jean Claude Fonder
- El Diezmo por Sergio Ruiz
- Una rueda que non rueda por Patricio Vial
- La carta que no salió por Graziella Boffini
- El balón cuadrado y las ruedas cuadradas por Silvia Zanetto





















