Selva

La selva que tenemos alrededor, que nos ama y abraza, la selva que nos conmueve y nos disculpa que crece a pesar del fuego y la ira, selva de recuerdos, sensaciones desaparecidas, sueños recorridos y dados por cumplidos, cuando de pronto un piélago de la tierra, un piélago en tu día hace la limpieza y comienza a brotar en otra rama, en otro puerto haciendo escalas en cada vida. 

Blanca Quesada

Duelo

En esta habitación siempre hay gente distinta y esperando. Caras nuevas que hablan, alguien contando su historia, verdadera o no, la historia que transcurre por sus venas, la historia de sus días.

Algunos escuchan con atención a los que hablan, otras con hastío miran el reloj, otras veces no se puede escuchar sino llorar, alguna que otra vez uno puede hasta reírse, se entablan conversaciones y se cuentan cosas.

 Y yo recuerdo aquellos días en los que iba al campo, un día de esos en que el verano te premia con un ligero viento fresco, una brisa que reconforta y aparece la sensación de respirar de verdad, el aire te recorre con su suave nube y tú sabes que estás vivo y ya el tiempo tiene otra medida. El ritmo adecuado para que crezcan las flores, la higuera, la uva, tiempo para recoger una cosecha completa, hay que esperar, todos esperamos a recoger la cosecha final.

Delante de esa habitación todos esperamos y él ve como sucede el tiempo para todos y prescribe si la cosecha será buena o no y hace su diagnóstico y sabe si hay que esperar o ayudar de alguna manera al tiempo para que la cosecha sea mejor, sea más fácil de recoger y se recoja en el momento adecuado.

En mi caso él me hace sentirme segura, me hace sentirme segura el que él recorra un poco de mi tiempo, son pocos minutos al mes, ¿cuántos duelos habrá tenido que recorrer? ¿Cuántos no han vuelto a regresar a por sus recetas, a su análisis anual? ¿Cuántas veces el duelo es el de una niña o el de un anciano? Nunca nos preguntamos por los duelos de aquellos a los que no tenemos que avisar cuando llegue la cosecha final. El médico se va a enterar solo cuando tú no vayas más y a la enfermera le pasará igual, ellos tienen un tiempo mínimo para los duelos. Nosotros una sala de espera llena de suspiros.

Pensándolo bien todos se enterarán cuando ya no te vean más y entonces comienza el duelo de cada cual. Y el silencio largo se queda entre dos palabras y duele.

Gracias por llenar mi espacio con tus tiempos. 

.

Blanca Quesada

El amor más grande

A mí siempre me ha parecido que tenemos los mismos gustos y muy parecidos disgustos. En su cara muestra un rictus de seriedad cuando uno de los niños del edificio entra votando con una pelota. A mí tampoco me gustan los ruidos o las personas que no reconocen lo apropiado o no de sus actos. Es agradable sentir un “buenos días” o la cordialidad de un vecino que abre la puerta para que los demás podamos salir o entrar, sentir la sonrisa satisfecha de un joven que mantiene abierto el ascensor. Detalles que se están perdiendo, de la misma manera que la palabra cortesía está pasando de moda.  También nos molestan los gestos un tanto bruscos, algunas veces insolentes de los jóvenes, quizás la educación no es la misma que aquella severa formación que entonces recibíamos, pienso. Él lo comento alguna vez.

Nuestras miradas se encuentran de forma fortuita. Ocasionalmente, cuando hay mucha gente en el ascensor del edificio donde vivimos, se roza nuestra piel, sin intención y me encuentro con su mirada de disculpa, con unos ojos casi llorosos. 

Después de veinte años. Aunque muchas cosas han cambiado en nuestras vidas: mis hijos han crecido, se han independizado, su madre, con la que vivía, ha fallecido y mi esposo ha muerto. 

Ahora me parece que su mirada es más firme y cuando nos encontramos solos en la escalera, en la puerta, en el ascensor su saludo es más lento y el mío también. Es un amor que no se toca.

Blanca Quesada