El Río

Tenía quince años cuando mi amiga Sara me confeso que le gustaba Víctor. Él siempre me pareció interesante, pero quien no parece interesante cuando se sienta a tu lado y no sabes si está o no, ¡cualquiera comienza a estar intrigado!, no te mira, no dice nada ¿escucha o no? era un autista sin serlo, un sospechoso de algo. Lo dejábamos estar allí, a nuestro lado, era uno más. 

Mi amiga, la admiradora secreta de Víctor, era una mujer que disfrutaba del leve movimiento de las alas de una mariposa y por ello pensé, en aquel momento, que supo comprender la fragancia del clavel más raro.

 Parecían distintos pero eran iguales. Se fueron escapando poco a poco pero los dos tenían mentiras familiares que ocultar, enfermedades heredadas, que no quieres nombrar. Él había escrito una historia de viajes y ella una historia de muñecas.

Después de treinta años encontré a Víctor. Me dijo que Sara, su mujer, mi amiga había muerto,  entonces supe que él  había ganado la guerra y ella se había dejado matar. Si,  lo sé, con certeza porque  me contó lo que él le decía a ella, pero jamás dijo lo que ella contestaba.

 Me comentó alguna vez que sentía que no existía para los demás y yo siempre tuve la sensación de él que se escondía para que lo buscaran.

Ahora sé de qué era sospechoso; de ausencia. Cuando fuimos jóvenes él estaba aprendiendo  del grupo a ser agradable, a tener el gesto adecuado, a imitar para poder representar lo que es  correcto en cada momento pero no siente, no se conoce porque no existe.

¿Silencioso o sigiloso, sensible o extremadamente crítico, discreto o asumiendo protocolos?

No tiene alma, la vida ocurre ajena ¿el dolor del otro le consume o es el placer de no ser él quien tiene ese dolor? 

Aquella mujer sufría de amor, él estaba en otro sitio, no podía entender como un hombre tan maravilloso estaba tan lejos.  No,  él nunca estuvo. Nunca la amo, la uso.

 Los seres humanos somos los leones de la selva y las ratas de la ciudad, sabemos adaptarnos. Ellos como nosotros recorremos el rio, el mismo rio.

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Blanca Quesada