
La tarde estaba llena de gente, el café tenía el mar azul al fondo, quieto, en calma, eran las cinco de la tarde. Las mesas estaban llenas. Una pareja con sus mejores galas, ella mirando a lo lejos, buscando ese barquito que estará en algún lugar y él con la mirada perdida explicándose el horizonte. En otra mesa había dos marineros, encantados por estar llenos de tiempo y compartiendo el espacio; ocupando la vida. Ellos hablaban de mí, lo sé, ellos siempre miran el vestido y el maquillaje alegre, de circo, con el único que mi hermano me puede ver. Él estaba sentado en una mesa, el payaso vestido de blanco, silencioso, preparándose para actuar, quizás, ¿quién lo sabe? él era el payaso y lo único que le interesaba era sentarse en el azul infinito y yo lo esperaba de pie en la tarde, llena de gente donde él nunca estuvo.
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Blanca Quesada
