Los niños de la escritura

-¿Estás escribiendo? 

-No, en realidad no logro hacerlo: tendría que escribir algo sobre los niños, pero no me siento capaz… 

-¿Pero… a ti los niños te gustan, no?

-Me encantan… pero sabes que en mi vida nunca he logrado parir mis hijos. 

-Ya, lo siento: te he hecho una pregunta estúpida. 

-¿Te acuerdas, verdad? La primera vez ya estaba en el tercer mes de embarazo, y lamentablemente él y yo le habíamos contado a todos que iba a llegar el niño. ¡Cuántos sueños, cuántos proyectos!  Ya estábamos eligiendo la cuna y los muebles para la habitación del niño, y yo haciéndole suéteres…

La ginecóloga no quiso hacerme pagar la visita para darme la mala noticia. En cambio, cuando llegué corriendo al hospital, la enfermera me preguntó si era yo la señora de la que la doctora le había hablado por teléfono, la que tenía que hacer la curación uterina por el aborto espontáneo.  Y me lo preguntó sonriendo, como si fuera algo normal.

-No pienses en eso, querida, ¡sólo te vas a poner más triste!

-No, escúchame. La segunda vez, ya tenía casi cuarenta años, acababa de darme cuenta de que estaba embarazada desde un par de días, cuando de repente ese niño también desapareció para siempre. Otra vez fui al hospital, y mi segundo y último niño se fue…

-Ven aquí, querida, que te abrazo… Y acuérdate de que todas tus amigas te queremos, ¡no sólo yo!

– Ya… ¿Y sabes qué?  Algunas de nuestras amigas en estos últimos años se están convirtiendo en abuelas, y es verdad que a veces se quejan, se sienten cansadas y dicen que tienen que renunciar a sus cosas, pero los nietos son sus tesoros, su nueva vida casi, mientras que yo nunca los tendré. ¡Ni siquiera me acuerdo de cuándo fue la última vez que cogí un bebé en mis brazos! 

-Es verdad, pero trabajaste durante muchos años en la escuela de niños, pudiste cuidarlos, darles cariño, hacer esfuerzos por ellos. Les has dado muchísima energía y has dedicado tus capacidades para las nuevas generaciones, recuerdo que eso fue un consuelo para ti… 

-Ya, pero era un trabajo. Simplemente un trabajo.

-No digas eso: era mucho más… Y además tú escribiste cuentos y libros para ellos, donde los personajes son niños.  Y los creaste tú, o sea que de alguna manera son tus niños, tú eres la madre de los personajes que viven en tus historias, que muchos chicos han conocido a través de tus libros. La escritura puede darnos lo que la vida no nos ha dado, puede mantener vivo algo que la vida nos ha quitado. Es más: ¿Sabes lo qué te digo? Que no es verdad que tú no tienes hijos: los tuyos son los niños de la escritura.

Silvia Zanetto