Recuerdos

L’empire de la lumière – René Magritte (1898 – 1967)

 Amanecía, el barrendero pasaba todas las mañanas a la misma hora con su carro lleno de escobas y de cubos. Su primer vistazo lo echaba a la casa de en frente y a las dos ventanas perpetuamente encendidas. Gracias a Carlota, la portera del edificio, León conocía un montón de anécdotas sobre el inquilino que allí vivía.

Se trataba del Doctor Martínez. Un hombre de mediana edad muy rico que, después la muerte de su joven mujer no podía dormir y pasaba las noches bebiendo.

Eso lo decía Carlota que contaba todas las mañanas las botellas que el Doctor dejaba en el cubo de la basura.

Cada mañana que León se acercaba al portal de la casa del Doctor Martínez, Carlota lo invitaba a beber un café y siempre lo ponía al día de la vida del Doctor.

– El hombre sale sólo al anochecer, no habla con nadie, no tiene amigos, ha dejado de trabajar. ¡Puede hacerlo, es bastante rico el cabrón!

– ¿Por qué cabrón? – preguntó León con tímida curiosidad

– Lisa, la joven esposa del Doctor – continuó Carlota – era hermosísima.

Su encanto había generado en el Doctor unos celos letales. Lisa, era una prestigiosa concertista. Daba clase de piano hasta que él se lo prohibió. Yo la escuchaba tocar el piano durante horas. Melodías tan tristes que me hacían llorar. Por desgracia escuchaba también los gritos, los insultos del hombre y el llanto desesperado de Lisa.

– ¿Usted piensa que le pegaba? – preguntó León un poco asustado.

– ¡Si! Yo creo que sí. Cuando la veía pasar llevando gafas oscuras y una bufanda que le ocultaba casi por completo la cara, sentía una gran pena por la joven. Vivieron así durante dos años. Luego llegó el cáncer y en dos meses la pobre se murió. Desde entonces el Doctor se sintió asolado por el remordimiento. Empezó a no vivir ni de día ni de noche.

– ¡Pero fue el cáncer el que mató a Lisa! – replicó León.

– ¡Si, fue el cáncer quien mató su cuerpo, pero fu él quien mató su alma! 

 

Iris Menegoz