Lluvia

No sé… a lo mejor me he abrigado demasiado. Es lo que pasa en estos cambios de estación: una siempre se equivoca. Podría quitarme la bufanda, eso sí. No es de lana, es de seda, pero aun así me asfixia.

Llueve. Llueve a cántaros.

Los limpiaparabrisas se agitan en una danza monótona, chirrían adelante y atrás, adelante y atrás.

No veo casi nada.

Sigo teniendo calor, así que intento desabrocharme la chaqueta con la mano izquierda, mientras con la derecha me aferro al volante.

De repente, el vehículo de adelante da un frenazo, lo mismo hago yo. 

Hay un atasco, llueve y no se ve casi nada. Voy a llegar tarde.

No he tenido un accidente, por suerte, pero ahora me viene un sofoco, el sudor me empapa el pelo y el cuello. Me he abrigado demasiado.

Hay un atasco. Estamos todos parados en la autovía bajo la lluvia y yo no consigo quitarme la chaqueta.

Y voy a llegar tarde.

No se ve casi nada. Llueve a cántaros.

Silvia Zanetto