
Desperté bajo un rayo de sol que entraba por la ventana a través de la persiana bajada casi del todo. Andrés seguía durmiendo, tal vez se había olvidado de que teníamos una cita con la tripulación del velero “El Futuro”. El olor a café lo despertó al instante. Era un día muy especial y estaba bastante nerviosa. Después de un año muy pesado, Andrés y yo necesitábamos retomar nuestras vidas, alejándonos de toda pesadilla. En estos tiempos nada excepto el silencio del mar abierto podía ser la solución. Además, era la oportunidad perfecta para realizar un viejo sueño. Yo estaba llena de alegría y de esperanza. ¡Y de inquietud también! Zarpamos rumbo al sur con el propósito de cruzar el océano Atlántico. El cielo estaba despejado y el mar tranquilo.
La navegación seguía lenta en este lugar donde sólo existían agua y cielo, como si se disolvieran uno en otro. Pero los navegantes expertos lo saben bien, los riesgos merodean por los océanos, y los cambios son repentinos. Así que de pronto una tormenta nos sorprendió cerca de la costa argentina. El mar estaba a merced de un viento impetuoso y aterrador y el barco se alejaba cada vez más hacia un horizonte invisible en el que flotaba una neblina oscura. La brújula parecía enloquecida. Al pensar que habíamos perdido el rumbo y que estábamos navegando hacia el vacío, el miedo se apoderó de mí. Pensé que mi primer viaje por mar acabaría muy mal. Al cabo de un tiempo que me resultó interminable, poco a poco la costa argentina apareció a lo lejos. Un brillo intermitente estaba allá comunicándose con nosotros, regalándonos su mensaje de luz. Era un faro. El Faro del fin del Mundo. « Has visto Alicia, tu sueño va haciéndose realidad.» Me dije a mí misma. En aquel entonces, abrazando a Andrés…
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Raffaella Bolletti
