Un día particular

Nací con la primavera, un 20 de marzo de un milenio ya pasado. 

Algunas fotografías en blanco y negro me hacen revivir lo que la memoria ha tachado: un par de coletas con dos copos que imagino azules, mamá y la abuela sentadas cerca de la chimenea y una tarta demasiado grande para celebrar mis cuatro años.  

Un cumpleaños que no celebré fue el de los diez, cuando en la cocina silenciosa el tictac del reloj repiqueteaba el vacío que había dejado la muerte de la tía.

Otro fue el de los 18, cuando alcancé la mayoría de edad enferma en la cama, mientras mis amigas en la escuela se quedaron con el regalo en las manos, una maravillosa azalea que la boba de la bedela me entregó dos días después, antes de que mis amigas llegaran al instituto.

Un día único fue el cumpleaños de los cincuenta: había logrado alcanzar mi propósito, escribir una novela, y lo celebré por todo lo alto. Recuerdo una primavera particular y un mar de flores que casi no lograba llevarme a casa, la luz que caía oblicua de las lámparas de cristal, el brindis, los abrazos y los amigos que escuchaban páginas de mi libro… 

Pero el cumple más especial fue el de 2019: tuve la suerte de que el 20 de marzo fuera un miércoles de Tapañol. Había muchas personas en el bar librería Red Feltrinelli Brera con una copa en la mano, compartiendo con generosidad su propio cuento con amigos de siete países diferentes, todos sentados en la misma mesa.

El de hoy es un cumple de pantallas y de conexiones, con los amigos que me felicitan a través del móvil o del ordenador.

Todavía no sé si va a formar parte de los que celebré o de los que no celebré.

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Silvia Zanetto