
Los amigos, abreviando mi nombre, me llaman Lope. Cada día me asomo a esta ventana y escucho los ruidos procedentes de la calle, del jardín donde, por extraño que parezca, el perro ya no ladra. A veces me parece oír tu nombre en el aire. La vida de la gente sigue adelante, mientras la mía se ha parado en seco desde entonces. No es lo mío tejer telas interminables, prefiero escribirte una carta cada mañana y tirarla a la basura cada noche, para luego volver a escribir otra, día tras día. No puedo enviártelas, desconozco tu paradero. Me he quedado en mis aposentos en la planta de arriba. Preguntas sin responder me llenan la cabeza. Los días transcurren despacio y, en mi habitación, aparentemente soy inmune al dolor y a la soledad. Pero hoy 25 de marzo de 2020 me uniré a la fiesta que han organizado en la planta baja, celebrando un día particular dedicado a Dante Alighieri porque yo también, después de que te marchaste, he cruzado el Infierno de la desesperación, he pasado por el Purgatorio de la esperanza y… ¿Qué pasa? De pronto el perro ladra feliz, tu perfume me llena la nariz y sé que no es una broma de mis sentidos. ¡Has vuelto! No estoy preparada para una sorpresa tan grande. Tu ausencia me ha agobiado. Ahora necesito un poco de descanso, necesito que me cuentes qué regiones has visto, los olores que has capturado, quién has encontrado, y luego deja que yo pueda reconocer tus manos, tus dedos, tu cuerpo así que podamos volver a nuestro Paraíso. ¡Y que nadie se entere de nuestras cosas íntimas! Tendrá que ser un día particular.
Raffaella Bolletti
