Desamor silvestre

En un rincón de la selva africana, en la cima de un árbol rodeado por lianas, una pareja de chimpancés está sentada, uno junto a la otra.

El varón mira a la hembra con ojos fascinados y le habla al oído.

— ¡Hermosa, déjame acariciar tu cabellera color ocaso! Quiero ahogarme entre tus tetas peludas suaves come terciopelo. Daría mi vida entera para perderme en la selva oscura de los rizos negros de tu pubis.

— ¡Para… para… para… George! — corta la hembra balanceándose sobre una liana — Ya te lo dije, mi nombre es Cheeta, mi corazón pertenece únicamente a Tarzán. ¡Es el dueño de mi vida! Esta es mi historia y no la puedo cambiar.

— ¡Pero no tiene ni siquiera un pelo! — contesta George.

— ¡Nadie es perfecto! — repite Cheeta sonriendo.

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Iris Menegoz