
Un sabio dijo que la verdadera libertad consiste en desembarazarse de los deseos.
Marta durante años intentó con tenacidad atenerse aquellas sensatas palabras.
Vivía una vida serena. Disfrutando de lo que llegaba día tras día. Rehuyendo la inevitable tentación de cultivar sueños y deseos.
Pero, cuando ya no esperaba nada, llegó Gabriel.
Inevitablemente, casi sin darse cuenta, reafloraron los sueños y los deseos que había ocultado en un rincón de su alma.
La historia no fue muy larga, más bien, duró como decía Joaquín «como dos cubos de hielo en un whisky on the rocks» pero fue intensa y romántica.
Antes de dormir, Gabriel la llamaba y le deseaba las buenas noches diciéndole «Hasta Mañana».
Gradualmente las llamadas se fueron volviendo infrecuentes y al final se acabaron.
Lentamente la vida de Marta volvió a su costumbre. Pero la historia con Gabriel le dejó una huella indeleble, un deseo que antes no conocía. El deseo de oír cada noche las dos mágicas palabras «Hasta Mañana”.
Iris Menegoz
