Historia de un amor

Es la historia de un amor
Como no hay otro igual
Que me hizo comprender
Todo el bien, todo el mal
Que le dio luz a mi vida
Apagándola después
Ay que vida tan obscura
Sin tu amor no viviré

Aprendimos un montón de canciones españolas durante aquel curso del profesor Antonio Blanco Tejero, en nuestro antiguo Instituto Cervantes de Milán. El de la Avenida Dante, por supuesto. Después de lograr el 2012 el diploma DELE B2, conquistado gracias a mi tenaz voluntad de autodidacta, quise absolutamente participar en un curso y, como la música siempre me ha gustado, el título “Canta con nosotros” me inspiró. Fue entonces cuando me enamoré del Instituto Cervantes, que en unos pocos años se convertiría en mi “segunda casa”. Por eso ahora me pongo triste cuando, caminando por la avenida Dante, paso por delante del edificio en reestructuración donde, en vez de profesores y estudiantes de español, se ven obreros y albañiles, y la bandera de España roja y amarilla ya no está. 

Existen muchos géneros de amor, y encariñarse con un precioso lugar y con las personas que a poco a poco encuentras allí es uno. Quizás por eso esa canción me encantó. Cada miércoles, después de clase, me iba corriendo a la parada del autobús cantando alegremente las nuevas melodías que acababa de aprender: boleros, sevillanas, villancicos… Canciones tradicionales, o con palabras nuevas que creábamos nosotros: la Marimorena, la Llorona, Guantanamera… Pero sobre todo me gustaba cantar “Historia de un amor”, porque estos años en el Instituto Cervantes fueron para mí el inicio de una nueva vida hecha de amistades y de cultura, de tapas y de aprendizaje, de música, de tertulias y de escritura. Logré pasar el DELE C1 y dejé atrás un trabajo que no era lo mío, y todo esto “le dio luz a mi vida”, pero “apagándola después”.

Así que hoy, pasando otra vez por delante de nuestro antiguo Cervantes, además de ver a los obreros, atisbo la cara sonriente de una amiga querida que se fue para siempre hace unas semanas, la de un amigo que nunca volverá a Milán, y la de otros que perdimos de vista pero que siguen viviendo su vida en otro lugar… Pero en diez minutos alcanzaré el bar donde los amigos del Tapañol nos encontraremos, ¡por fin en persona! Al principio me quedaré con la mascarilla puesta, luego me sentiré ridícula por ser la única y me la quitaré. Y hablaremos de sueños que se convierten en proyectos y de proyectos que se convierten en realidad. Porque eso es vida. Y también es amor.

Silvia Zanetto