Un buen matrimonio

Llevaba una vida frugal, no tenía pretensiones y se confortaba con poco. José era un hombre tranquilo, un campesino feliz. Nadie le daba órdenes. Su familia eran sus animales, cerdos, ovejas, gallinas y conejos. Era feliz y se sentía libre. Los sábados por la tarde, después de trabajar en su campo y cuidar de sus animales, le gustaba tocar el acordeón. En el pueblo donde vivía no había salas de baile. A veces se organizaban pequeñas fiestas en la finca de un vecino o, durante el verano, en el bosque.

Aquella noche de septiembre, el destino le tendió una emboscada. Algo cambiaría. Carlota apareció en su vida. Una mujer hermosa y atractiva que le bailaba el agua a José con tantos cumplidos, “Qué bien tocas el acordeón! Y qué músculos”, a los que, evidentemente, no estaba acostumbrado, así que se quedó confundido y encantado a la vez.

Empezaron a salir y al cabo de un par de semanas Carlota consiguió convencer a José de que se casara con ella. Después de la ceremonia hubo una gran fiesta en el pueblo, con música y bailes. Cuatro meses y medio más tarde la esposa dio a luz a una niña. José, poco convencido de la regularidad del evento, pidió con delicadeza una explicación a su mujer.

Carlota convenció a su marido con esta respuesta: “Mira José, cuatro meses y medio de día más cuatro meses y medio de noche son nueve meses. ¿Es que no sabes contar?

Y vivieron felices y comieron perdices

Raffaella Bolletti