El deseo de un río

No soy uno de esos ríos famosos por recorrer ciudades importantes. Tampoco soy uno de esos imponentes ríos de América. Soy un rio cualquiera, en un país cualquiera. Y pues sí, casi estoy allí, al final de mi vida. Lo correcto sería que me dejara morir desembocando en el mar. Pero tengo una idea dando vueltas en mi cabeza. ¿Y ahora qué? Tengo que pensarlo bien…Al nacer del hueco de una roca en la montaña sabía que mi recorrido pasaría por diferentes etapas. No necesito una brújula para este viaje, está dentro de mí. Mis aguas son como recién nacidas, pero yo soy el de siempre. Cada día vuelvo a empezar como si fuera un niño que corre y da saltos. ¡Qué maravilla! Soy un arroyo que va convirtiéndose en un torrente, mis aguas van bajando con cierta velocidad, a veces muy rápida, con saltos y también pequeñas cascadas, las aguas salpicando las rojas sobre las que las lagartijas descansan al sol. No puedo controlar la velocidad, solo puedo bajar. Llegando más abajo, la velocidad es más moderada y mis aguas fluyen en un recorrido con curvas y meandros. He tenido suerte. Soy un río corto, no atravieso ciudades, sino bosques y campos. Todo en un silencio solitario y a veces temible. En realidad, esta soledad palpita de vida, miríadas de insectos zumbando sobre las flores, pájaros, lobos, zorros. Y a veces se levanta el viento, acaricia los campos y rompe el silencio. De pronto escucho un murmullo de gente lejana que parece acercarse. Es un grupo de jóvenes; se acercan a mi orilla se desnudan y se tiran al agua. También llegan niños felices con trozos de madera como piraguas. Soy parte de ellos, oigo sus palabras y sus risas que se quedan aquí en el fondo, y estoy feliz. Bajo todavía más y me extiendo como una sábana en la llanura. Ahora, a lo largo de mis orillas, hay sauces llorones reflejándose en mis aguas que parecen verdes. El olor a mar se acerca. Tengo que pensarlo bien ….No quiero desembocar otra vez, no quiero el abrazo de ese mar que todo lo confunde y lo mezcla, es más, todo lo contrario. Me gustaría alejarme de él. Los ríos siempre corremos hacia abajo, desembocamos en otros ríos o en el mar, pero esta idea… ¡Podría tal vez intentar repetir el proceso al revés! ¿Podría desobedecer a las leyes de la naturaleza? Correr tierra adentro, convertirme al subir en un torrente y luego en un arroyo, llegando arriba siendo solo un hilo de agua. Podría llevar todo lo que he arrastrado, las hojas muertas, las risas, la felicidad de cada persona que encontré, los colores, al interior de la montaña de la que nací, como si fuera el museo de mis recuerdos. Pero sí, lo sé, no hay regreso. Allá lo veo, el mar que me recoge en una gran ola para que todo siga igual.

Raffaella Bolletti