
Esta soy yo, Suzon, buscando una salida. Descubro una puerta medio escondida. La cruzo, atravieso y salgo. Salgo del espejo. Salgo de este lugar, de este estanque de personas que, a pesar de estar hablando, parecen silenciadas. Me quedo al otro lado del espejo. Aquí, en esta sala elegante, estoy de camarera, me apoyo en la barra y espero a los clientes. Me llegan las voces, alguien cuenta, uno comenta, otros se están riendo. Qué raro, en el espejo el reflejo me hace inclinar el cuerpo hacia adelante para hablar con un caballero. Pero ¿quién es? ¿qué quiere? Mi reflejo hace como si no entendiera lo que le propone. Además, ni siquiera le gusta. ¿Es esta la realidad? Aquí cerca de la barra no hay nadie y yo estoy cansada, triste y un poco aburrida. Te espero. ¿No pensarás darme plantón hoy también? ¡Qué alivio, por fin has llegado! Ánimo no te detengas, el hombre que ves es una trampa del espejo, no es un cliente. Acércate, no te invitaré a una copa amarga de mi tristeza, te brindaré una calurosa bienvenida y caeré en tus brazos otra vez, atrapada. Y mientras vamos alejándonos de la barra llevando una botella de champagne, te haré cruzar la puerta y entraremos en el espejo para descubrir si la realidad está dentro o fuera. O bien si todo solo es una ilusión.
Raffaella Bolletti
