A las cuatro de la mañana timbró el teléfono… Nuestro hijo y en horario muy distinto al nuestro, nos llamaba emocionado.
— Les tengo la noticia del año: ¡Me caso mañana!! Encontré a la mujer de mi vida. Mi alma gemela. Ella dice lo mismo, que somos iguales, pronunciamos las mismas frases y al mismo tiempo… soñamos los mismos sueños. Nos parecemos en todo. Ya les mandé los pasajes. Nos encontramos al medio día, en el bar de siempre para que se conozcan y de allí, al matrimonio… a la Iglesia. Nos casa ni más ni menos que su Excelencia Reverendísima el Cardenal y Arzobispo Rubén Salazar Gómez, quien lo arregló todo para el día de mañana.
Colgó enseguida, dejándonos asombrados y con la boca abierta.
— ¡Sin que él supiera nada, la encontró primero que nosotros!! —Gimió llorando mi esposa.
— Es una posibilidad entre millones. Nosotros al enamorarnos, también soñábamos lo mismo, Jacinta.
Quise recordarle…
Desde el mismo momento que la bebé, uno de nuestros mellizos recién nacidos fuera robada, la desesperanza buscándola por el mundo entero nos ha devorado sin poder dar con ella.
Al hijo, jamás le dijimos nada para no joderle también el alma.
— Ellos nacieron con dos lunares rojos exactamente en los mismos sitios… Uno en el culo, en la nalga izquierda y el otro arriba de la rodilla antes de llegar a la entrepierna del otro lado. Filomeno los conserva. Si la novia fuera su melliza, también ella los tiene. Yo entretengo al hijo afuera mientras que mi gran amigo le toma fotos a las piernas de ella. Al mismo tiempo vas echándole el ojo, que si no le pillas el lunar, a Cartier-Breton no se le escapa nada.
Le dije vistiéndome de gala y de prisa por si fuera la nuera y no la hija.
Olmo Guillermo Liévano
