Paulo y el incendio de la catedral

Olmo Guillermo LLévano

“Todo en el mundo es finito. Los seres humanos y nuestro paso por la historia con nuestras vanidades y orgullos personales, es solo una brizna de paja que se la lleva el viento”

Carolina Sanìn.

 Al  escribir los jeroglíficos  del microrrelato, en mi cerebro aparecen dos intangibles que no puedo ver ni tocar porque ya no existen. Se han quebrado al fuego vivo Notre-Dame de Paris y Paulo Cordeiro.

 Al  garrapiñar alegre en el mas incendiario tema que se le ha ocurrido a Jean-Claude, sobre una enciclopedia arquitectónica del gótico en búsqueda de la luz y la construcción del Universo y memoria de la  Francia, en un pequeño respiro  leo la noticia  en la “Gazzeta del Mezzogiorno”:    

…“ Un taxi que había partido esta mañana del aeropuerto de Palesse hacia Mattera, fue violentamente atropellado por un camión, haciéndolo trizas y han perdido la vida….

 — No puede ser. —Exclamo a mi mismo. —¡Mi amigo Paulo y su esposa Vera!.

Un golpe con sonido y olor azufre, una zozobra y un frío adentro intenso y vacío me embarga. No quiero seguir leyendo pero no puedo evitar mirar por el rabillo del ojo izquierdo y luego aterrorizado con los dos ojos la espeluznante foto.

…Totalmente carbonizado. Siento el aguijón de la muerte en la boca del estómago y la arcada de mi cuerpo por el vomito que se me quiere venir encima. Luego, una gran tristeza. En el exilio casi no existen los amigos. Son contados. Y cuando llegan, se convierten en familia. 

Hace un mes el lunes 15 de abril, hablábamos del dramático incendio de la catedral. 

Calcinado él como calcinada ella la Catedral de Notre-Dame, se me entrecruzan los tres y el sentimiento me obliga a borrarlo todo.

Olmo Guillermo Liévano