
Lunes, 15 de abril de 2019, Paris.
Hemos reservado en la Tour d’Argent. Son la 6,30 hrs, estamos ante la fachada del pequeño museo de la table, típica del Viejo París en madera de color azul con formas rectangulares blancas y dos vitrinas que muestran estatuas de antiguos camareros. Un escrito declara que la casa fue fundada en 1582.
No es la primera vez que cenamos en este restaurante, el más antiguo de Europa, dicen. Es famoso por la receta de pato prensado, los patos son numerados desde la creación de la receta en 1890. Cuenta con una bodega de vinos con más de 450.000 botellas, una de cognac de 1788. Participamos en la ceremonia, un cena compuesta por platos saboreados por Proust y Salvador Dalí como las “Quenelles de brochet” y el célebre “Canard au sang”.
Subimos a la sexta planta, nos instalan en una mesa con vista al Sena y a Notre-Dame. Empezamos a consultar el menú, cuando oímos gritar:
— Notre-Dame está ardiendo.
Vemos humo, luces rojas y amarillas que aparecen por momentos en la aguja central. En pocos instantes todos llegan, clientes, camareros, cocineros, y se aglutinan alrededor de nuestra mesa, pegados a los grandes ventanales. El incendio se propaga rápidamente a la cubierta. En el momento en que el tejado se hunde, se escucha un grito de estupor que la gente no puede reprimir. Después se derrumba la aguja, pero cuando se ve que el fuego ha llegado a la torre norte no creen lo que no se puede negar, casi un siglo de historia podría convertirse en humo y cenizas.
— El fuego en las torres ha sido contenido, —anuncia la radio que alguien había encendido.
Solo entonces la gente empieza a marcharse con una inmensa tristeza en el corazón.
Jean Claude Fonder
