
William-Adolphe Bouguereau (1825 – 1905 )
Siempre he considerado Roma como una ciudad de provincias. Me gustan sus pequeñas calles de color inextricablemente medievales. Me gusta perderme por ellas, guiado por el olor del pan de trigo a las cuatro de la mañana, cuando el panadero lo saca crujiente del horno. Me gustan los gatos vagabundos que se acercan libremente, saltan a tu alrededor, como el gatito en el pelo de Anita Ekberg. Un gatito blanco como su estola blanca que pasea su hermoso cabello rubio en su desnuda espalda escotada.
Me gusta cuando, ya de mañana, salgo atontado de la fiesta, sigo el sonido del agua en la oscuridad fresca, y encuentro, majestuosa, la Fontana de Trevi. Anita está dentro, bañándose, su abundante y lechoso pecho regado por las cascadas chorreantes, da saltitos ante mis ojos maravillados. Me llama, sin dudarlo me remango los pantalones y con los pies descalzos, chapoteo hacia ella. La abrazo, la beso y ella, simplemente, coge un poco de agua en su mano y según amanece, me bautiza en el pelo, susurrando «Marcello».
- Ya publicado en Alquimia Literaria
Jean Claude Fonder
