
El Río no tenía fin, parecía infinito de verdad, una cantidad de agua descomunal parecía no moverse hacia ninguna dirección. Por la noche pequeños peces luminosos saltaban haciendo sus exhibiciones delante nuestros ojos pasmados. Las pirañas nadaban tranquilas, no dándose cuenta que serían comidas por la noche. Aves llenas de colores vívidos aparecían solas o en grupos en el cielo o sobre los árboles alrededor de nosotros. Todo parecía extraño e irreal: el río Amazonas continuaba su vida entre los escasos seres humanos que allí vivían o lo visitaban. Yo volví a mi casa con un fuerte recuerdo todavía impreso en mi corazón.
Simonetta Ferrante
