
«¿Dónde está?» pensé. Tenía sólo que dejar su artículo en la redacción. Cuando lo espero, siempre me pongo nerviosa. Miro por la ventana y, por fin, lo veo llegar. Parece feliz mi guapo periodista. Es mi hijo, estoy orgullosa de él.
En primer lugar, es guapo, siempre a la moda, cabello peinado a cepillo y corto a los lados, una barba naciente que le da un aire un poco salvaje con sus ojos negros y su tipo latino. Un verdadero macho que sabe ser tierno con la mujer que ama, y son muchas, se lo aseguro. Además, es periodista.
Bueno, no fue fácil. Al principio quiso ser informático. Era un campeón, un navegador excepcional, haciendo malabares con Facebook, Twitter, Instagram y todo eso. Por ello fue una decepción cuando suspendió el primer año, no era lo que se había imaginado, demasiado científico, dijo. Mi Daniel es un sentimental, un pasional, no podía funcionar.
Periodista, eso le quedaba como un guante. Fui yo la que tuvo la idea. De hecho, se especializó en informática, hoy, todavía rema, pero tengo la sensación de que va a emerger. Hemos redactado juntos un artículo sobre el Coronavirus, un tema de moda. Al ver su sonrisa, parece que haya sido aceptado.
— ¡Mamá! ¡Nuestro artículo estará en primera página! El artículo ha gustado mucho, pero, sobre todo, hemos encontrado un título fantástico, cinco columnas en primera página.
— Dime, dime, —grité entusiasta.
— “El virus se transmite por ordenador y móvil”
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Jean Claude Fonder
