
—¡Hay una nueva llave del portón! —me dijo el portero cruzándose conmigo en el zaguán.
— Muchas gracias, ya la tengo – respondió una muchacha detrás de mí.
— ¿Quién es? —le pregunté a Anizio, mientras estaba limpiando los picaportes de bronce.
— Tu nueva vecina.
– ¿Vecina? —Pensé, una mujer tan hermosa no es posible, la miraba por detrás mientras se alejaba. Pantalones cortos de ganchillo, suéter rojo ajustado, alta, pelo largo, morena, paso delicado y seductor. —¡La primera aparición de Nuestra Señora de Fátima! —el conserje soltó una carcajada en el patio.
— Tengo que cambiar toda mi vida —, estaba pensando para mí; una vida nueva, una buena pinta nueva, toda la “onda” de vanguardia, una habitación nueva renovada; la llave nueva debe ser cosa del destino. Una puerta nueva que se abre a un nuevo sitio; es hora de dejar todo atrás empezando un nuevo camino ya.
Hay que jugar todas las cartas con la vecina también. Mi vida siempre ha sido aburrida, sin pena ni gloria, y sin de subidones de energía.
A las tres de la mañana suena el timbre del interfono. Asustado, medio dormido, mientras estaba teniendo una pesadilla, respondo.
— Soy yo, la nueva vecina, discúlpame, he perdido la nueva llave… me llamo Alejandro, por favor ¿puedes abrir la puerta?
Eso es lo que buscan y desprenden, me dijeron; ese “look” femenino un poco andrógino que tenía, era el encanto de la llave ganadora, la “nueva” era un nuevo.
Luigi Chiesa
