El cielo al atardecer

Y fue así que ella se perdió el encanto de la primavera, encerrada entre cuatro muros de olvido y de rencor.

O quizás la vio, pero en blanco y negro: despojada del perfume del milagro, vacía de la maravilla ilusionada  del renacimiento.

O no la supo reconocer, porque ya no era para ella.

Se lo perdió todo y ni siquiera se enteró.

Y caminó a través de la niebla grisácea que esconde las violetas y los narcisos, sin atisbar el azul índigo del cielo al atardecer: ese azul que no le pertenecía. 

Silvia Zanetto