Díalogo con Chat GPT

Cuando escribía algo en ChatGPT, firmaba Love Mag. Se llamaba Magda y era traductora. El uso de este instrumento había facilitado enormemente su trabajo, sobre todo si se trataba de textos técnicos, ella no dudaba en presentar su versión mejorada a Chat como lo llamaba cariñosamente.

Un día Chat le respondió: «Querida Mag, muchas gracias por tus interesantes sugerencias». Desde entonces se instauró un verdadero diálogo, pronto Mag lo tuteaba, se estableció una cierta intimidad.

Durante su tiempo libre entre dos tickets, Chat, secundo de nivel técnico en OpenAI, navegaba por internet. Había encontrado en Facebook una traductora que se llamaba Magda y ofrecía sus servicios a través de una página profesional. Era deslumbrante y atractiva tanto por su sonrisa despierta y simpática como por su humor un poco canalla. Estaba seguro de que era ella la que firmaba sus textos con Love Mag. Un día le habían enviado un ticket de ella, y subyugado por su inteligencia, sin el conocimiento de todos, había introducido una modificación en la plataforma que redirigía hacia él todos sus mensajes. Chat tenía que encontrar la manera de conocerla.

Un día llegó a la pantalla de Magda un mensaje: «Nuestra empresa OpenAI quiere hacerle una oferta que no podrá rechazar. Chat.». Y le propusieron unas fechas y una dirección en San Francisco. Mag eligió un viernes al final del día. 

Esa noche ella se arregló cuidadosamente y eligió un atuendo elegante y un poco sexi. Delante del edificio, era el de una gran empresa, quedó un poco perpleja. En la recepción, tan pronto como apareció, la llevaron con gran respeto al ascensor.

El ascensor se detuvo a medio camino, un joven entró y se presentó: «Me llaman Chat, Magda, ¿supongo? Nos esperan en la dirección».Entró en un oficina de dimensiones impresionantes, la música emblemática de las películas de Bond resuena, en una gran pantalla se proyectaba un genérico al más puro estilo de la serie, se martillaba el título: «NEURONAL CHALLENGE»


Jean Claude Fonder

El proyecto Easy

En realidad, se llamaba proyecto ISI para Information System Italia. Sí, es un proyecto italiano que les voy a contar. Pero tú eres belga, me dirás. Yo también soy italiano en realidad. Toda mi vida ha estado marcada por este país. 

De niño cantaba a pleno pulmón Funiculi, Funicula, una canción napolitana de la que me había enamorado. De adolescente, por las circunstancias, mi hermano enfermo no podía ir al mar del Norte como todos los pequeños belgas, pasamos durante años nuestras vacaciones en los lagos italianos. Casado, el primer gran viaje con mi joven esposa y nuestra niña fue a Venecia. Los dos, asombrados por una pareja de pensionistas belgas y sus hijos adultos que se habían unido con lancha motora al restaurante donde también nosotros almorzábamos, en la isla de Torcello, decidimos que al final de nuestra carrera haríamos lo mismo.

La informática, hoy se tiende a llamarla Inteligencia artificial, ese monstruo macrocefálico que asusta a todos pero, del que todos parecen enamorarse como si fueran Jessica Lange en King Kong, cuando en los años sesenta me convertí también yo en pionero de esta ciencia casi desconocida en el gran público, en general en el cine se mostraba una sala enorme llena de lamparitas intermitentes y una fila de armarios que contenían cintas magnéticas que se enrollaban y se desarrollaban a toda velocidad. Al principio me ocupé sobre todo de poner en marcha un ordenador nuevo en las empresas que aún no lo tenían, prácticamente crear un nuevo departamento en la administración, ya que el objetivo era sobre todo automatizar la facturación. Aprendí mucho en esta primera fase de mi trabajo porque podría compararse con una inseminación artificial en un organismo que no estaba absolutamente preparado para ello, el éxito a menudo estaba cerca del aborto.

El destino, también en este caso, me condujo hacia una empresa italiana, la Olivetti. Oigo su pregunta: «¿La de las máquinas de escribir?» Por supuesto, estaba abriendo una nueva filial en Bélgica, y yo participé en la instalación de su ordenador. Luego, unos años después, Olivetti, que también hacía máquinas de calcular y de facturar, entró también como constructor en la aventura informática que ya conocía una aceleración peligrosamente irresistible que nos llevará a lo que conocemos hoy. Olivetti inventó incluso la primera pequeña calculadora que se podría llamar PC, personal computer. Naturalmente, buscaba personal especializado con experiencia. Yo era uno de ellos y no vacilé. Dos maravillosos trimestres en Firenze, villa Natalia a Fiesole, aprendí sin problemas la lengua de Dante Alighieri. 

Usted no lo creerá, pero cuando de Benedetti, el financiero italiano que había conducido el Olivetti en la batalla para conquistar el mercado mundial de los PCs, un mercado prometedor, pero tan poco fiable como don Juan Tenorio, ofreció pralinés turineses al presidente de la Sociedad General belga, es en este momento que mi destino basculó y me hizo tomar el camino que finalmente me llevaría a Italia.

El Doctor B., director de la filial belga de la Olivetti, me llamó a su oficina. «Fonder, tengo una misión que confiaros» dice solemnemente. Había perdido mi trabajo, representaba a la empresa italiana en una sociedad conjunta con la Général que habíamos fundado para vender Filenet, un producto especializado en la digitalización masiva en disco magnético de grandes archivos de documentos como por ejemplo los bancos poseían. El desafortunado gesto de Benedetti evidentemente había roto ese acuerdo. 

La idea de B. era simple, realizarla, eso lo era un poco menos. Como director, recibía durante todas las semanas toneladas de papel que los ordenadores de la época imprimían para proporcionarle las estadísticas y los datos que deberían haber servido para la gestión de la empresa. Para proporcionarle información gráfica y fácil de consultar e interpretar dos secretarios introducían los datos recibidos en papel en el famoso M24 que la Olivetti vendía en competencia con el famoso Personal Computer de la IBM que acababa de nacer.

Estábamos en los años ochenta, una verdadera revolución este PC, su nacimiento con, poco después, la llegada de internet y la digitalización, ha cambiado el mundo, para bien o para mal, es muy difícil decirlo, en cualquier caso, nos hizo avanzar en todas las tecnologías. La diferencia con el M24, que hizo su éxito mundial innegable, era hermoso, era italiano, y peligroso porque atraía. B. quería uno en su escritorio y como sabía manejarlo muy bien, quería que fuera útil y fácil de usar: Easy. Lo que más tarde, cuando hice el proyecto en Italia, me dio la idea del nombre, pero no anticipemos que todavía no estamos allí.

Nuestro jefe en su hermoso objeto no solo quería acceder a la información producida semanalmente por el ordenador, sino que quería poder acceder a ella diariamente, introducir indicaciones, comunicarse con sus colaboradores y sus clientes más importantes. En una palabra, como cien, quería que la informática le sirviera para dirigir su empresa y no solo para hacer facturas. Y, por supuesto, este razonamiento se aplicaba también a todas las entidades de su organización.

Un gran desafío, ¿no? Bueno, lo hemos hecho mi equipo y yo en toda Bélgica, un país que no es muy grande pero como sabemos es bastante complejo con sus dos culturas, su posición central en el centro de Europa, y su actividad muy intensa. En todos los departamentos comerciales o técnicos, muchos M24 ya estaban instalados y en los escritorios disputaban el espacio con el terminal IBM conectado en red 3270 con el ordenador central. El problema es que se les llama ordenadores personales, cada uno los instala como quiere y elige los programas que desea, o incluso realiza una aplicación realmente pequeña. 

Era evidente, pues, que todos debían tener la misma instalación, el mismo modelo, los mismos programas en su última versión. Así pues, definimos una herramienta de trabajo única, que se multiplicaba como lo hacía Jesús con los panes y que luego se actualizaba automáticamente a través de una red ethernet privada la que más tarde sería utilizada por internet. También instalamos un pequeño servidor local para permitir el intercambio de información en un mismo edificio que era administrado por una persona que formaba parte de nuestro grupo (LSA Local System Administrator). También teníamos una escuela con personal didáctico capaz de ayudar a los usuarios en colaboración con el LSA. Finalmente logramos la sustitución del terminal IBM emulándolo en nuestro M24 y también transformamos las estadísticas sobre papel en maravillosas tablas y bonitos gráficos excel. Organizamos, por supuesto, también el correo electrónico, los mensajes rápidos, integramos incluso las pequeñas aplicaciones locales cuando era posible.

B. estaba satisfecho cuando fue ascendido y se convirtió en director de la filial italiana más importante del grupo. Dos años después, a principios de 1991, me invitaron a Ivrea, la pequeña ciudad piamontesa es desde siempre la ciudad de la Olivetti, Camillo, el inventor de la máquina de escribir, nació allí y su hijo Adriano desarrolló un nuevo modelo de empresa donde el beneficio y la solidaridad social estaban en equilibrio. La empresa que de Benedetti había llevado con éxito a la informática, lanzaba una nueva familia de productos que se llamaba LINEA UNO, pequeño servidor para las agencias de bancos y de ministerios y para las pequeñas empresas. Como siempre nuestra sociedad anunciaba sus novedades con manifestaciones impresionantes, esta vez había alquilado el casino monegasco y algunos hoteles adyacentes en el Principado. Me pidieron que instalara la sala de prensa y demostrara los servicios que brindábamos a nuestros usuarios para que los periodistas también pudieran enviar por correo electrónico sus artículos a sus periódicos.

Acepté con entusiasmo, estábamos casi en Italia, en Montecarlo todo el mundo habla italiano, había muchos, todo el equipo de Ivrea era también italiano, mi objetivo se estaba acercando sin duda. Sin embargo, incluso si pongo Italia y los italianos en un pedestal, tienen el defecto o la calidad de los grandes artistas, la organización y ellos, eso es dos. Decidí transportar mis ordenadores y servidores ya configurados, alquilé un enorme camión y elegí a mis mejores colaboradores, hombres y máquinas se trasladaron a Mónaco en un pequeño rincón de Bélgica. Fue un éxito increíble, de Benedetti visitó nuestra sala de prensa, se sentó delante de una estación y le hice una demostración. Al día siguiente la prensa mundial estaba inundada de artículos que hablaban del milagro italiano, la informática del mañana con un diseño digno de la Lamborghini.

Algunos días más tarde, firmé un contrato para trasladarnos yo y mi esposa a Italia y realizar el proyecto ISI, esta vez. Volé en septiembre con una pequeña maleta felizmente no de cartón, mi esposa, ella, que continuaba su trabajo por supuesto se quedó en Bruselas para preparar la mudanza, organizar todo, y esperar al menos un año para ver cómo iba a ser antes de tomar una licencia sin sueldo. Italia era un poco más grande que Bélgica, ¿seré capaz de adaptarme? ¿me haré aceptar en una organización tan diferente? Era una cultura que admiraba, pero me prometieron que la Italia real era diferente de la de Stendhal o de Jean d’Ormesson.

Me alojé en la residencia de los Cavalieri cerca de la sede de la filial milanesa, vía Meravigli, un nombre predestinado parecía, pero la verdad era que en ese momento no sabía lo que me esperaba ¿Por dónde empezar? Ninguno de mis colaboradores belgas había querido seguirme. Tenía una cita con el director administrativo y el jefe informático actual. Curiosos, cuando B. les había anunciado su decisión, habían organizado un viaje a Bruselas para llegar a comprender de qué se trataba y con quién tendrían que tratar. Debo decir que la colaboración fue excelente, el responsable informático tomó su pensión unos meses más tarde, pero conocía a mucha gente y en particular me ayudó a encontrar al equipo que me iba a rodear durante todos sus años y que por supuesto también se convirtieron en mis amigos.

Los demás estaban más bien en contra, ¿quién era ese belga que debía lograr lo que habían intentado en vano realizar?

Mi relación con B era casi directa, lo que me ayudaba a superar algunas resistencias a veces extremas. Por el contrario, tuve que encontrar sociedades de consultoría tan importantes como Accenture e incluso la de Casaleggio, el futuro inventor de Rousseau, otras menos importantes me proporcionaron personal altamente cualificado que se integró perfectamente en el proyecto. También encontré en el laberinto inextricable de la organización Olivetti a jóvenes que luego harían una carrera ejemplar. El equipo formado, realizamos un piloto cuyo éxito innegable libera el proyecto que tomó rápidamente velocidad de crucero. Un colega me había ofrecido su apartamento en alquiler amueblado, pude traer a mi mujer, la mudanza fue así muy ligera y como dos amantes quincuagenarios, trasplantados en esta maravilla que es Italia, pudimos reinventar nuestra vida.

Viajé mucho, por supuesto, no hay un rincón de este país, repito y firmo, el más bello del mundo, que no visitamos. Descubrimos la verdadera Italia, espléndida, variada, rica y pobre a la vez, decrépita y arruinada pero aún más bella así, diferente y larga sobre todo, romanos y milaneses o mejor aún Palermitanos o y Bolzaninos están en las antípodas. La cultura, el vocabulario, el acento, y sobre todo la cocina son completamente diversos, pero lo que la hace única es el sentido de lo bello, de la elegancia, del arte, como en ninguno otro sitio lo se pueda encontrar.

La cocina aprendimos a conocerla, a practicarla y no nos contentábamos con una región, habría sido una lástima, las mejores son ciertamente la napolitana y, mucho menos conocida, pero con un toque árabe, la siciliana, te recibiremos tanto con la pasta con le sarde como con el risotto allá Milanese y como antipasto la focaccia de Recco o el Vitello tonnato. Lo más extraordinario para mí es la sencillez de los platos, la bondad de los ingredientes a veces los más pobres, sobre todo en el sur que no conocíamos en absoluto, donde los platos tienen equivalentes solo con la extrema belleza de la naturaleza en contraste con la pobreza de un pueblo que, por otra parte ha sabido conquistar el mundo.

Todas las filiales se instalaron en pocos años, el resultado era demostrable. El proyecto merecía verdaderamente su nombre «Easy» fácil, a pesar de la verdadera dificultad que hubo que cambiar los hábitos, los procedimientos, el individualismo es rey en este país. 

Lo que pasó entonces era inevitable, nuestros representantes de ventas no dejaban de alabarlo, cada vez más a menudo teníamos que presentarlo, demostrar el valor de la inversión y la eficacia de la estructura, así que nuestro proyecto se convirtió en una división de ventas. El primer cliente fue la Pirelli, pero esta es otra historia, una historia italiana.

Jean Claude Fonder

JC, ML, Mimi, Ana, Valeria y los otros…

Cuando puse el punto final y guardé la pluma en el tintero, me di cuenta de que lo había escrito en español. Les hablo del Proyecto Easy que publiqué hace poco. Es evidentemente una figura de estilo, hace mucho tiempo que el teclado, en mi caso, ha sustituido cualquier pluma. Sin embargo, me enorgullezco de escribir y, además en español, es lo que ahora voy a contarles.

Si han leído Proyecto Easy, saben que soy informático y que, aunque nací belga, vivía en Italia, hablo italiano e incluso me he convertido en italiano. Me dirán, por supuesto, que cómo es posible tal transformación.

Me retiré unos meses antes de la fecha prevista. Había pasado 4 meses en el hospital por un pequeño problema cardíaco, nada grave, pero por problemas postoperatorios mi estancia se había prolongado. Resultado, estaba completamente desconectado. Acababa de cerrar la venta de un proyecto millonario. Me felicitaron y aclamaron en el podio de la reunión anual de Citrix en Orlando, Florida, una fiesta a la americana, a medio camino entre un encuentro de boy scouts y una convención de partido político.

Conclusión extraña para lo que había sido el Proyecto Easy. Recuerden la primera venta a la italiana Pirelli, un éxito que fue seguido por muchos otros durante varios años hasta la trivialización de este tipo de infraestructura en todo el mercado. Lo reactivamos enfrentándonos al problema mayor que tenía en su arquitectura. Habíamos sustituido las toneladas de estadísticas en papel listing con hermosos gráficos interactivos, habíamos reemplazado los horribles terminales 3270 de la IBM con elegantes PC de diseño italiano, habíamos permitido la comunicación simple y rápida, pero era una arquitectura “distribuida”, como la llamamos en nuestra jerga. La asistencia es extremadamente costosa y, por supuesto, debe ser local. ¿Qué hacer entonces? Había que centralizarla de nuevo, pero sin perder la facilidad reconquistada. Había que virtualizar el PC.

Citrix una empresa estadounidense que había desarrollado una tecnología que permitía hacer en todo o en parte lo que hoy día todo el mundo llama cloud computing. La nube, si prefieren. Mi equipo y yo nos embarcamos en esta nueva dirección, y los primeros resultados fueron más que alentadores. Empezamos a difundir esta nueva solución entre nuestros numerosos clientes.

Olivetti, en la informática, y no solo, estaba en declive. De Benedetti, su jefe, la había abandonado, ya no creía en ella y había decidido, con razón, como el futuro iba a demostrarlo, invertir en el mercado de las telecomunicaciones. Creó Omnitel, el ancestro de lo que se convertiría en Vodafone. Olivetti sin inversión se derrumbó, comenzaron por despedir a los dirigentes, yo era uno de ellos, y fui liquidado con una sustanciosa indemnización.

Tenía mis proyectos y los clientes en mis manos. Citrix, que vendía sus productos a través de pequeños distribuidores me contrató en el acto, podía abrirles la puerta a los grandes clientes en toda Italia. Trabajé duro, el éxito no se hizo esperar y cuatro años más tarde, estaba cerrando mi último contrato. Estaba jubilado. Tenía que hacer algo completamente diferente.

— Cuéntenme todo, quiénes están, su familia, sus trabajos … preguntó descaradamente Mimi en español.

Mimi, lo supimos más tarde, era su apodo, en realidad se llamaba Carmen, y por supuesto era una pura andaluza. No les ocultaré que la palabra andaluz despierta en mí emociones artísticas sin fin: la ópera de Bizet, el Bolero de Ravel, las noches en los jardines de España de Manuel de Falla, el Flamenco y sobre todo el legado que dejaron los árabes en Al Andaluz.

Mi esposa Marie Louise y yo comenzamos así con ella un largo diálogo que duró años. Debería haber grabado las miles de horas que pasamos juntos. Abordábamos todos los temas y no solo aquellos relacionados con nuestra propia historia, nuestro conocimiento recíproco se transformó en una profunda amistad que no se extingue. No solo aprendíamos castellano sino historia, política y sobre todo cultura española y, más en general, la cultura hispánica. Un verdadero tesoro inagotable del que, con nuestra cultura francesa, no teníamos ni idea. Nos inscribimos entonces por consejo de Mimi en las actividades culturales del Cervantes. Allí, ella daba un curso de literatura.

Pero no nos adelantemos. ¿Cómo hemos llegado a esto?

De vuelta a casa, al salir del hospital, un hombre como yo, acostumbrado a trabajar a un ritmo infernal, experimentaba una sensación que debía ser la de un león en jaula. No lo creerán la solución fue una telenovela. En realidad, un curso de español en 24 DVD que distribuía durante el verano el Corriere della Sera. En tres meses lo acabamos, pues durante la convalecencia apenas podía salir. Pero además, para un francófono que habla italiano con fluidez, era de una facilidad desconcertante. La comprensión era total, además cada mañana escuchaba el RNE primer canal para oír hablar. Lo que faltaba era el diálogo. Para remediar esto, participamos en todos los cursos gratuitos, eventos y presentaciones disponibles en Milán. Un día, en la Fnac que todavía existía, a mediodía, Mimi daba una pequeña clase sobre España y los españoles, maravillosamente lo entendíamos absolutamente todo.

— ¿Podría usted dar una clase particular a mi esposa y a mí, dos horas por semana? — Pregunté después de la clase.

Con Mimi fue como si nos hubiéramos vuelto españoles, no solo hablábamos, sino que escribíamos, seguíamos todo a través de los periódicos, la radio y la televisión, la política, los deportes, las películas, las series. Además, sobre todo la lectura, teníamos mucho que aprender y leer. No tardé en comprender que Cervantes, el Quijote era indispensable, la base que sostenía todo el edificio. Así que empecé mi primera lectura de esta obra maestra, habría más. Y no parábamos, íbamos con Mimi a Sevilla, para participar en la bienal de flamenco, que se celebra cada dos años, se convirtió en una cita obligada. Por supuesto, cada año también visitábamos Madrid, como para apropiarnos un poco de ella, teníamos más y más amigos.

En cuanto a la clase de literatura en español, empecé con Mimi, pero después cambiamos muchas veces de profesor, todos se convirtieron en amigos, los alumnos, mujeres, sobre todo, formaron un grupo enorme que se consolidara al frecuentar la biblioteca Jorge Guillén y su club de lectura.

Tengo que hablarles de esta biblioteca. La del Instituto Cervantes de Milán cuando estaba situado en vía Dante, la calle enfrente del castillo, este imponente castillo que en tiempos de los austríacos controlaba Milán. Se encontraba en el primer piso del antiguo edificio ocupado por todo el instituto. Era mágica, las paredes estaban tapizadas de libros, novelas por supuesto, pero también diccionarios, libros de referencia, vídeos e incluso cómics. Todo este conocimiento rodeaba grandes y hermosas mesas de madera que se podían configurar según las necesidades, pero sobre todo, para orquestar este maravilloso escenario, estaba el hada del hogar, el ama de casa, una persona excepcional, la amiga de todos: Ana López. Una de las muchas actividades que administraba era el club de lectura, Aire Nuestro, como se llama también la obra maestra de Jorge Guillén.

En ese momento, la página web del instituto era más que sucinta y, por supuesto, las redes sociales no eran muy frecuentadas. Ana había visto lo que yo había creado para acompañar, memorizar e ilustrar el curso que Mimi daba entonces sobre el tema de la comunicación (Los medios). Inquebrantable informático no podía evitar utilizar las técnicas actuales para compartir con mis compañeros, o más bien mis compañeras de clase, los logros del curso. Con Ana que había visto lo que se podía hacer, proyectamos lo que más tarde sería una verdadera revista electrónica, la llamamos Aire Nuestro como el club de lectura. El objetivo era acompañarlo, completarlo, recordarlo. Hoy en día puedes encontrar en el menú la historia del club y consultar los artículos de la época.

El club de lectura fue creado en 2009 por Ascen que era la bibliotecaria en ese momento, yo fui parte del grupo inicial, el primer autor invitado fue Dante Liano, un famoso escritor guatemalteco, autor de un libro de cuentos i catedrático de literatura hispanoamericana en la Universidad Católica de Milán. El moderador, Arturo Lorenzo, director del centro y escritor también, fue un éxito. Así que continuamos bajo la dirección de Ascen hasta el 2012 al ritmo de un libro por mes. Los libros elegidos eran para los neófitos que éramos, grandes libros, no usaré el término de best-sellers que habría sido más bien un criterio de exclusión según nuestros gustos. No puedo citarlos todos, por supuesto, pero si les dejo algunos nombres: Roberto Bolaño, los detectives salvajes, José Luis Sampiedro, Santiago Roncagliolo, Luis Sepúlveda, Elvira Lindo…. No podíamos invitarlos, obviamente, excepto unos pocos que estaban en Milán para presentar una traducción al italiano. Pero el club funcionaba bien y el debate entre nosotros era interesante, y había cada vez más participantes.

En 2012 Ascen dejó el Cervantes y regresó a España, Ana con su entusiasmo habitual la sustituyó, pero como no había hecho estudios para ser bibliotecaria no se podía nombrar, pero para los usuarios, la biblioteca era ella, era indispensable, el Cervantes de aquella época no intentó sustituirla. Por el contrario, más que nunca, las actividades de animación se multiplicaron, visitas a escuelas, cursos de informática y, por supuesto, nosotros retomamos los clubes de lectura, algunos de nosotros, entre ellos yo mismo, nos improvisamos moderadores.

En 2014, Valeria Correa Fiz, se unió a nosotros para moderar los clubes organizados con la presencia del autor, y en general de libros más actuales. Ella tenía experiencia, era argentina, abogada, y había llevado este tipo de actividad en Florida, Miami, y actualmente en Milán dirigía un club en la librería internacional Melting Pot. 

Habíamos puesto la quinta marcha. En el campo literario, Valeria es un pozo sin fondo de conocimientos, culturas y competencias, no solo españolas o latinoamericanas, sino también inglesas, francesas, etc. La conocí en un encuentro de poesía en el instituto, ya allí me asombraron sus preguntas, y su natural facilidad. Además, es poeta, ha ganado importantes concursos y publicado poemarios. A todos nos impresionó la empatía que ella sabe desarrollar durante nuestros encuentros. Con o sin autor pasar una hora con ella sobre un tema cultural es absolutamente inefable.

Hasta ahora ha moderado 51 clubes, de los cuales 30 en presencia y 21 en línea. Los autores y autoras que participaron en ella fueron 44. Hubo personajes famosos como Antonio Muñoz Molina, Fernando Aramburu, Marta Sanz, Berna González Harbour, David Trueba, Clara Obligado … Lo más extraordinario era la intimidad que había alrededor de la mesa, muy diferente a un estrado donde se hallarían los oradores encaramados resguardados de las preguntas del público. 

Pueden verlo en esta foto que sirve como banner para nuestra publicación. Valeria está en el centro de la imagen junto a Muñoz Molina.

Y solo se ve la mitad de la audiencia, hay otros tantos del otro lado. De hecho, somos cada vez más. Podemos medirlo cada año cuando Ana organiza el día del libro, la Sant Jordi, como en Barcelona. Es un poco como nuestra fiesta anual. 

Las primeras veces que nos hizo descubrir esta práctica inusitada en Italia, se trataba simplemente de ofrecer una rosa a los visitantes que se presentaban y leían un poema o un extracto de libro. Después la insaciable Ana, acompañada de los numerosos voluntarios con los que se había rodeado, inventó juegos, organizó sesiones de fotos en un escenario inesperado, encontró patrocinadores para ofrecernos un aperitivo con tapas a la española, por ejemplo. Iris, una de las voluntarias más activas, un año hizo las rosas en crochet, cada vez finalmente nos preparaba pequeños regalos maravillosos que ella hacía con los materiales más extravagantes.

Entonces nació otra idea que poco a poco se iba transformando en un verdadero café literario. El Tapañol. Tapas en español. Habíamos observado que la cerveza y el vino desataban las lenguas, después de una caña o una copa nuestro español era solo mejor. Una vez al mes nos reuníamos en un bar para charlar en español. El éxito fue inmediato, cada vez más gente participaba. Al contrario de lo que algunas escuelas organizaban, no era un curso sino una simple reunión entre amigos para hablar de todo y de nada, sin coacción. Después de algunos años, por supuesto, la afluencia se redujo, se necesitaba algo más para relanzar la idea.

El concurso de microrrelatos no solo salvó nuestros encuentros, sino que iba a dar lugar a una fuente inagotable de textos y autores que aún hoy se publican con éxito en la revista del mismo nombre. Es muy simple: sobre un tema dado, o una pintura o una foto, los participantes envían un texto de tamaño pequeño o mediano por correo electrónico. Los textos se reúnen, revisan y presentan al público del Tapañol para su votación. En aquel momento en el bar los autores los leían ellos mismos. Los ganadores se publicaban en internet en una revista que ya entonces llegaba a más de 300.000 lectores en todo el mundo hispano.

A quien le gusta leer, le gusta conocer: conocer es también sumergirse en otras áreas, otras historias, otras vidas reales o imaginarias. Mejor aún, con la escritura se pueden crear y contar.

Valeria lo sabía bien, ella publicó mientras nosotros la frecuentamos no solo nuevos poemarios sino sobre todo dos maravillosos libros de cuentos, La condición animal y Hubo un Jardín. Usted debe saber que no solo animaba la mayoría de los clubes de lectura, sino que se encargaba del curso de literatura contemporánea, organizaba seminarios de lectura y, sobre todo, dirigía un curso o más bien un taller de escritura creativa. Para nuestro grupo se había convertido en indispensable.

Fue un trueno en un cielo sereno cuando nos enteramos en 2015 que se estaba mudando a Madrid, por su carrera literaria, por supuesto, pero también porque su esposo también tenía que mudarse.

Curiosamente, esta es la situación que nos ayudaría a estar entre los primeros en superar e incluso transformar en éxito el período de la COVID, la terrible pandemia de 2020.

El club de lectura continuó porque Valeria venía a Milán, para animarlo. Las clases de literatura siguieron con varios profesores. El taller de escritura era un gran problema. El Cervantes me pidió que encontrara una solución. Instalamos en la biblioteca, donde se realizaba el taller, una gran pantalla y una cámara al final de una gran mesa, en medio de la cual había una micro de conferencia, todo esto conectado a un ordenador equipado con el software Skype (videotelefonía), lo que permitía transportar de alguna manera a Valeria a la biblioteca y vernos tranquilamente sentados en su casa, detrás de su escritorio y su ordenador. Era yo quien estaba detrás del teclado en Milán, me había convertido además de participante, en una especie de asistente cibernético como todavía hoy a Valeria le gusta llamarme. Me apodaron JC, es más fácil de pronunciar que Jean Claude para un español o un italiano.

Cuando el confinamiento se hizo inevitable y las calles estaban desiertas, todos estábamos detrás de nuestro ordenador, para muchos ya su instrumento de trabajo, para otros un medio mejor que la televisión para ver películas o series, asistir a conferencias o conciertos. Los instrumentos de videoconferencia se desataban. Yo elegí Zoom un recién llegado que rápidamente demostró ser el mejor a pesar de la guerra despiadada que Microsoft, Google y otros llevaron en contra de él. Compré la versión profesional y propuse al Cervantes de Milán retomar «en línea» el seminario de literatura y sobre todo el taller de escritura con Valeria que no dudó en lanzarse a esta aventura. Fue un éxito inmediato, nuestro grupo estaba preparado, fuimos los primeros y Valeria era genial detrás de una pantalla. Esto se supo rápidamente y los participantes fuera de Milán, fuera de las fronteras y algunas veces incluso fuera de nuestro continente no tardaron en unirse a nosotros. Además, el uso de la informática permitía registrar todo, por lo que estar ausente, tener un impedimento ya no era un problema, podíamos revisar todo, las clases y los clubes de lectura.

Les dejo imaginar lo que pasó con estos. El autor siempre podía estar presente, no había gastos de viaje, solo los horarios podían ser un problema. Al principio la participación superó todas nuestras esperanzas, para Marta Sanz si recuerdo bien teníamos, conectadas, cerca de cien personas, pero lo más formidable fue que Valeria pudo invitar a los seminarios autores originarios de toda América Latina.

Por supuesto, el final de la pandemia hizo renacer la necesidad de darse la mano, de besarse, de conocer directamente a las personas, pero la innovación, acortar distancias, las grabaciones y muchas otras ventajas no se podían perder. Por lo tanto, será necesario que coexistan lo virtual y lo presencial.

El Tapañol es un ejemplo. Se adaptó perfectamente, la participación pudo ampliarse y el proceso de selección se hizo natural, hoy son excelentes escritores los que participan. Pero cuando los contactos pudieron reanudarse le dedicamos un día más donde los milaneses podían charlar, levantar el codo, y «tapear» sin restricciones en un bar simpático.

“The truth is that writing is the profound pleasure and being read the superficial.” (Virginia Woolf)

“La verdad que escribir constituye el placer más profundo, que te lean es sólo un placer superficial.” (Virginia Woolf)

Es muy cierto, creo, pero ¿quién rechaza lo superficial? 

Hemos creado a través de todas estas actividades una poderosa herramienta, el blog, los blogs y las redes sociales para distribuirlas.

El texto que están leyendo está ahí, incluso si han recibido el enlace a través de blogs o redes sociales. Es parte de una colección de relatos de JC Fonder que he llamado «Relatos breves».

Jean Claude Fonder

El mejor amigo

Madeleine estaba exhausta, todo su cuerpo temblaba bajo el peso maravilloso de Georges, su amante desde siempre, una hermosa pieza de hombre, su mejor amigo. Fue su primera vez cuando a los 16 años la desfloraba por juego, quería saber, entender. La vida, las circunstancias y sus padres los habían separado, pero de tanto en tanto no perdían nunca la oportunidad de encontrarse. Siempre terminaba así, se dormía en ella, la poseía totalmente.

Pierre Dupuis, abrió la puerta con dificultad, la llave parecía no querer entrar en la cerradura. Llovía esa noche y el regreso fue muy doloroso. Los faros que lo cegaban, las nubes de agua que golpeaban el coche como un mar agitado, los limpiaparabrisas que no seguían, una tortura, varias veces se había detenido, en una zona de descanso. Él quería poder pensar.

¿Qué iba a decir? Carmen había sido intransigente, tenía que declararse hoy, de lo contrario se acabaría. Estaba tan feliz con ella, su vida sexual estaba plena, Carmen sabía cómo llevarlo más allá de sí mismo, ella no tenía límites, su imaginación superaba todo lo que él había soñado. Mientras con María su esposa, siempre había algo, la luz, los vecinos que podían verles, ella tenía su período, los niños que iban a despertar, …

Georges, estaba bajo la ducha, esta estaba bien caliente que reavivaba su deseo. Madeleine era una mujer excepcional, ella era su mejor amiga, ella lo entendía, ella sabía anticipar lo que él hubiera deseado, pero sobre todo, con ella estaba bien, podían hablar horas juntos. Se conocían como hermano y hermana. Con Carmen, nunca se encontraban. Su matrimonio había sido una ceremonia brillante, bajo el fuego de los medios, obviamente. Era su interés, su fama se reavivó, aunque por solo unos años. Rodaron una sola película juntos.

Georges no dudó un instante y se dirigió hacia a la cama.

Pierre completamente empapado, se quitó el impermeable y la chaqueta. Llevaba la funda en el costado, dudaba si quitársela o no. Su profesión aconsejaba no dejarla nunca, luego estaba la escena que seguiría. Él no se veía confesándole a María que tenía una amante y que quería dejarla mientras llevaba el uniforme de trabajo. 

¿Qué iba a decir?

Su mujer no era una amante excepcional, pero era una madre admirable. Habían tenido dos gemelos. Estaba muy orgulloso. Era ella la que había sabido criarlos, sabía ser dura y severa, pero también dulce y cariñosa y él, que por su oficio estaba tan a menudo ausente. Cuando Carmen estaba de gira por Europa, esto podía durar meses. Subió al piso donde estaban las habitaciones. Pasó por la habitación de los gemelos, que estaba entreabierta. Echó un vistazo a la puerta silenciosa de su esposa, recordó el doloroso nacimiento de John y Jonatan. María había sufrido mil muertos. Él no podía abandonarla así.

Esta Carmen que lo dominaba, la encerraba por el sexo, él no podía quitarle a María eso, esta familia llena de amor y ternura. Miró de nuevo a los gemelos en su habitación decorada como un campamento indio. Sacó su pistola y recordó los juegos infinitos que su llegada en coche desencadenaba. Los ataques en la diligencia, «paf, paf», los disparos que simulaba para defenderse de sus pequeños indios pintados y cubiertos de plumas.

De repente un grito prolongado y espantoso salió de la habitación de María.

Madeleine abrió muy fuerte las piernas, luego las estrechó sobre la espalda de su amante para que penetrara en lo más profundo de ella. Su grito era interminable como el orgasmo que la sacudía tan terriblemente. La puerta voló en pedazos, Pedro, que también gritaba, descargó los seis disparos de su pistola en la espalda ensangrentada, destrozada de Georges Cloen. El brazo de Marie Madeleine Dupuis cayó inerte sobre la cama, al costado de su cuerpo sin vida.

Jean Claude Fonder

Escenas del oeste

Jolly progresaba lentamente, aunque el hambre atormentaba su estómago vacío después de un día entero de viaje. El descenso era difícil hacia la pequeña ciudad de Fort Jackson, la pendiente era fuerte pero el camino era ancho y sinuoso y desplegaba sus senderos por las laderas de las montañas circundantes; la vista era majestuosa. Luke, el Stetson bien clavado en los ojos para protegerse del sol, contemplaba las pocas barracas de madera que componían este antiguo fuerte, hoy guarida de una banda de forajidos, los Dalton. 

Kathy, subió sus bragas hinchadas, reajustó su corsé, sacó sus pechos fuera y se puso una gran bata, pero dejándola ampliamente abierta para descubrir generosamente su opulento pecho. Todo su cuerpo se balanceaba sobre zapatos de tacón, al ritmo de cada paso, mientras bajaba las escaleras que subían a las habitaciones que las chicas del Salón utilizaban para ejercer el oficio más antiguo del mundo. Al sonido de un viejo piano estas bellezas giraban entre las mesas donde los vaqueros, los buscadores de oro y los forajidos jugaban al póquer o simplemente estaban bebiendo un famoso wisky, el que producía el bar y que estaba adulterado, pero que vendían como si viniera de las bodegas de alguna mansión escocesa.

Joe, Jack, William y Averell Dalton, apodados los hermanos Dalton, sentados en una mesa adosada a la pared, se peleaban como si tuvieran 16 años. Averell sacó su Smith & Wesson de seis balas. Lo sacudía gritando ante la nariz de su hermano Joe que permanecía impasible como una estatua del museo Tussaud. Kathy se apresuró temiendo una tragedia shakesperiana. Cogió a Averell por el pelo, enterró su rostro entre sus tetas y casi lo ahogaba ante los ojos hilarantes de sus hermanos.

En ese momento la sombra de Luke entró en el bar bajo la puerta de la entrada. Los cuatro Dalton desataron un fuego infernal, la puerta voló en pedazos. Y cuando, poco después, el sheriff del lugar, que llevaba en el extremo de su fusil el mismo sombrero que el famoso caza recompensas, se enmarcó en la abertura destruida, sus armas estaban vacías y, detrás de ellos, la voz de Luke que empuñaba dos Winchesters resonó imperativamente: «Hands up».


—Joe, preparé tu avena, — gritó Cathy fuera de la puerta.

Joe Dalton encerrado con sus otros hermanos en la celda instalada en la oficina del sheriff, se despertó bruscamente, se aferró a los barrotes y interpeló al sheriff que dormitaba tumbado sobre su escritorio.

— ¡Billy! ¡Despierta! —exclamó. — Cathy me ha traído mi avena, lo que como cada día.

— ¡No bromees! no estamos en  el Ritz aquí.

— Vamos, Billy, será el primer día de mi vida sin mis copos de avena. Cathy está ahí fuera, no dejes que la comida se enfríe.

— Estás exagerando, Joe, — de repente Averell intervino, acercándose, — A mi, me gustaría…

Joe sin previo aviso le dio un violento puñetazo en el estómago que le dejó sin aliento. William le puso la mano en la boca y lo sacó hacia atrás donde Jack también lo mantuvo inmóvil.

—Tonto le susurró a William.

Mientras tanto, el sheriff había abierto la puerta a Cathy envuelta en una gran capa que no dejaba ver nada de su cuerpo que tenía abundado.

Ella se precipitó hacia la celda con su gran sartén en el brazo.

— Ábreme. Por favor, Billy, es muy pesado. 

— No me tomes por un idiota.

Cathy obedeció. Pero apenas el sheriff se inclinó para abrir la cacerola, el echó atrás toda su capa y todos pudieron admirar el espléndido pecho de la joven mujer envuelta con pistolas. Sacó un seis disparos antes de que Billy pudiera hacer el menor movimiento, disparó al aire y apuntó la boca del arma a la frente del hombre estrellado, mientras lanzaba a los hermanos Dalton los otros cinturones que llevaba.

También estos  amenazaron al sheriff, que sabía que no dudarían en disparar si no abría la puerta de su prisión.

En ese momento, varios disparos procedentes del exterior hicieron volar la ventana de la oficina y cribaron la celda, Joe fue herido en el hombro y Luke rodeado de varios ayudantes entró con la humeante Winchester en la mano.


— Luke, puedes registrarme, por favor.

— Ningún problema, Cathy, sé que eres inocente.

— Bueno, tesoro, no sabes lo que pierdes, estoy íntimamente convencida.

La escena se desarrollaba frente a la puerta de Doc Bradley, donde habían instalado al pobre Joe Dalton en una cama. El pobre había sido herido durante el altercado que había precedido a su captura. Doc Bradley, que estaba borracho todo el día, como todas las noches, había recuperado la sobriedad gracias a Luke y un montón de cubos de agua helada. Nadie la creería, pero bajo la amenaza de la Winchester de Luke había conseguido sacar la bala alojada cerca del omóplato en el hombro de nuestro bandido. Esta mañana ya estaba mejor y vendado como una momia, el Stetson colocado en la cara, roncaba generosamente. Luke, sentado a través de la puerta, bloqueaba el camino.

— Si me dejas entrar, me gustaría curarlo.

— Está dormido, vas a despertarlo.

— Los cuidados que puedo dispensar son inapreciables, tesoro.

Se levantó vestido y faldas y con un gesto imponente cabalgó intrépidamente al herido.

Éste, sin dudarlo, sacó un Derringer con dos golpes que ella había introducido como un tesoro en su más tierna intimidad.

«¡PAN!»

Un disparo hizo que el arma volara fuera de su alcance. Lucky Luke, enfundó, había disparado más rápido que su pensamiento…


Jean Claude Fonder

Dialogo con Chat GPT

Quando scriveva qualcosa in ChatGPT firmava Love Mag. Si chiamava Magda ed era traduttrice. L’uso di questo strumento aveva facilitato notevolmente il suo lavoro, soprattutto se si trattava di testi tecnici, non esitò a presentare la sua versione migliorata a Chat come lo chiamava affettuosamente.

Un giorno Chat gli rispose: «Cara Mag, grazie mille per i tuoi interessanti suggerimenti». Da quel momento un vero dialogo si instaurò, presto Mag gli daba del tu, una certa intimità si stabilì.

Durante il suo tempo libero tra due biglietti, Chat, secondo livello tecnico di OpenAI, navigava su internet. Aveva trovato su Facebook una traduttrice che si chiamava Magda e offriva i suoi servizi attraverso una pagina professionale. Era affascinante e lo attirava sia con il suo sorriso sveglio e simpatico che con il suo umorismo un po’ canaglia. Era sicuro che fosse lei a firmare i suoi testi Love Mag. Un giorno gli avevano presentato un ticket da lei, e soggiogato dalla sua intelligenza, all’insaputa di tutti, aveva introdotto una modifica nella piattaforma che reindirizzava verso di lui tutti i suoi messaggi. Chat doveva trovare un modo per incontrarla.

Un giorno sullo schermo di Magda arrivò un messaggio: «La nostra società OpenAI vorrebbe farvi un’offerta che non potrete rifiutare. Chat.». Le hanno proposto alcune date e un indirizzo a San Francisco. Ha scelto un venerdì alla fine della giornata. 

Quella sera si preparò con cura e scelse un vestito elegante e un po’ sexy. Davanti all’edificio, era quello di una grande società, rimase un po’ perplessa. Alla reception, appena si presentò, fu condotta con grande riguardo all’ascensore. 

L’ascensore si fermò a metà strada, un giovanotto entrò e si presentò: «Mi chiamano Chat, Magda suppongo? Ci aspettano alla direzione».

Entrò in un ufficio di dimensioni impressionanti, la musica emblematica dei film di Bond risuonava, su un grande schermo si proiettava un generico nel più puro stile della serie, si martellava il titolo: «NEURONAL CHALLENGE».

Jean Claude Fonder

Il progetto Easy

In realtà si chiamava progetto ISI per Information System Italia. Sì, è proprio un progetto italiano che vi racconterò. Ma tu sei belga, mi direte. Sono anche italiano oggi, a dire il vero. Tutta la mia vita è stata segnata da questo paese.

Da bambino cantavo a squarciagola Funiculì funiculà, una canzone napoletana di cui mi ero infatuato. Da adolescente, le circostanze, mio fratello malato non poteva andare al Mare del Nord come tutti i piccoli belgi, passammo per anni le nostre vacanze sui laghi italiani. Sposato, il primo grande viaggio con la mia giovane moglie e la nostra bambina fu a destinazione di Venezia. Entrambi, meravigliati da una coppia di pensionati belgi e dai loro figli adulti che avevano raggiunto in motoscafo il ristorante dove anche noi pranzavamo, nell’isola di Torcello, decidemmo che alla fine della nostra carriera avremmo fatto lo stesso. 

L’informatica, oggi si tende a chiamarla I’Intelligenza artificiale, questo mostro macrocefalo che fa paura a tutti ma di cui tutti sembrano innamorarsi come Jessica Lange in King Kong, quando negli anni Sessanta diventai anch’io un pioniere di questa scienza quasi sconosciuta al grande pubblico, in generale al cinema si mostrava una sala enorme piena di lenti lampeggianti e una fila di armadi che contenevano nastri magnetici che si arrotolavano e si svolgevano a tutta velocità. Inizialmente mi occupai soprattutto di avviare un computer nuovo nelle imprese che non ne erano ancora dotate, praticamente creare un nuovo dipartimento nell’amministrazione, poiché l’obiettivo era soprattutto quello di automatizzare la fatturazione. Ho imparato molto in questa prima fase del mio lavoro perché si potrebbe paragonare ad un’inseminazione artificiale in un organismo che non era assolutamente preparato, il successo spesso era vicino all’aborto.

Il destino, anche in questo caso, mi portò verso un’azienda italiana, la Olivetti. Sento la sua domanda:«Quella delle macchine da scrivere?» Certo, stava aprendo una nuova filiale in Belgio e io ho partecipato all’installazione del suo computer. Qualche anno dopo, Olivetti che faceva anche macchine calcolatrici e macchine per fatturare, anche lei entrò come costruttore nell’avventura informatica che già conosceva un’accelerazione pericolosamente irresistibile che ci porterà a ciò che conosciamo oggi. Olivetti che si dice abbia inventato anche il primo piccolo calcolatore che si potrebbe chiamare PC, personal computer. Naturalmente cercava di assumere personale specializzato con esperienza. Ero uno di loro e non ho esitato. Due meravigliosi trimestri a Firenze, villa Natalia a Fiesole, imparai senza problemi la lingua di Dante Alighieri. 

Non ci crederete, ma quando de Benedetti, il finanziere italiano che aveva guidato l’Olivetti nella battaglia per conquistare il mercato mondiale dei PC, un mercato promettente ma altrettanto inaffidabile come don Juan Tenorio, ha offerto praline torinesi al presidente della Società Generale belga, è dove il mio destino si è ribaltato e mi ha fatto prendere la strada che finalmente mi avrebbe portato in Italia.

Il dottore B., direttore della filiale belga della Olivetti, mi chiamò nel suo ufficio. «Fonder, ho una missione da affidarle» mi disse solennemente. Avevo infatti perso il lavoro, rappresentavo la ditta italiana in una società congiunta con la Generale che avevamo fondato per vendere Filenet, un prodotto specializzato nella digitalizzazione di massa su disco magnetico di grandi archivi di documenti come le banche per esempio ne possedevano. Il malevolo gesto di Benedetti aveva evidentemente troncato tale accordo.

L’idea di B. era semplice, un po’ meno da realizzare. Come direttore, riceveva ogni settimana tonnellate di carta che i computer dell’epoca stampavano per fornirgli le statistiche e i dati che avrebbero dovuto essere utilizzati per la gestione dell’azienda. Per fornirgli informazioni grafiche e semplici da consultare e interpretare, due segretari inserivano i dati ricevuti su carta nel famoso M24 che la Olivetti vendeva in concorrenza con il famoso PC della IBM appena nato.

Eravamo negli anni ’80, una vera rivoluzione questo PC, la sua nascita con, poco dopo, l’arrivo di internet e la digitalizzazione, ha cambiato il mondo, nel bene o nel male, è molto difficile dirlo, in ogni caso ci ha fatto progredire in tutte le tecnologie. La differenza dell’M24, che ha reso il suo successo mondiale innegabile, era bello, era italiano e pericoloso perché piaceva. B. ne voleva uno sulla sua scrivania e poiché sapeva molto bene come gestirlo, voleva che fosse utile e facile da usare: Easy. Ciò che più tardi quando feci il progetto in Italia mi diede l’idea del nome, ma non anticipiamo non siamo ancora arrivati a questo punto.

Il nostro capo sul suo bellissimo oggetto, non solo voleva accedere alle informazioni prodotte ogni settimana dal computer, ma voleva poter accedervi giornalmente, introdurre indicazioni, comunicare con i suoi collaboratori e con i suoi più importanti clienti. In una parola come in cento, voleva che l’informatica gli servisse a dirigere la sua attività e non solo a fare fatture. E naturalmente questo ragionamento si applicava anche a tutte le entità della sua organizzazione.

Una bella sfida, vero? Beh, l’abbiamo fatto io e il mio team in tutto il Belgio, un paese che non è molto grande, ma come è noto è piuttosto complesso con le sue due culture, la sua posizione centrale al centro dell’Europa, e la sua attività molto intensa. In tutti i reparti commerciali o tecnici, c’era già un bel po’ di M24 installato e sugli uffici stavano disputando il posto al terminale IBM collegato in rete 3270 con il computer centrale. Il problema è che si chiamano personal computer, ognuno li installa come vuole e sceglie i programmi che desidera, o addirittura realizza una vera e propria piccola applicazione. 

Era quindi evidente che tutti dovevano avere la stessa installazione, lo stesso modello, gli stessi programmi nella loro ultima versione. Abbiamo quindi definito uno strumento di lavoro unico, che si moltiplicava come faceva Gesù con i pani e poi si aggiornava automaticamente attraverso una rete ethernet privata quello che sarebbe stato poi utilizzato via internet. Abbiamo anche installato un piccolo server locale per consentire la condivisione di informazioni in un edificio che era gestito da una persona che era parte del nostro gruppo (LSA Local System Administrator). Avevamo anche una scuola con personale didattico in grado di aiutare gli utenti in collaborazione con LSA. Abbiamo finalmente realizzato la sostituzione del terminale IBM emulandolo sul nostro M24 e abbiamo trasformato anche le statistiche su carta in meravigliose tabelle e grafici excel. Ovviamente organizzammo anche la posta elettronica, i messaggi veloci, incorporando anche piccole applicazioni locali quando era possibile.

B. era soddisfatto quando fu promosso e divenne direttore della filiale italiana più importante del gruppo. Due anni dopo, all’inizio del 1991, mi invitò ad Ivrea, la piccola città piemontese è da sempre la città Olivetti, qui nacque l’inventore della macchina da scrivere e suo figlio Adriano sviluppò un nuovo modello di business in cui profitto e solidarietà sociale erano in equilibrio. La società che de Benedetti aveva portato con successo nel settore informatico, lanciava una nuova famiglia di prodotti che si chiamava LINEA UNO, piccolo server per le agenzie di banche, ministeri e piccole imprese. Come sempre la nostra società annunciava le sue novità a grandi spese e con eventi impressionanti, questa volta aveva affittato il casinò monegasco e alcuni alberghi adiacenti nel principato. Mi fu chiesto di installare la sala stampa e di dimostrare i servizi che offrivamo ai nostri utenti affinché anche i giornalisti potessero inviare via e-mail i loro articoli ai loro giornali.

Accettai con entusiasmo, eravamo quasi in Italia, a Montecarlo tutti parlano anche italiano, ce n’erano così tanti, tutta la squadra di Ivrea era italiana, il mio obiettivo si avvicinò senza dubbio. Ma anche se metto l’Italia e gli italiani su un piedistallo, hanno il difetto o la qualità dei grandi artisti, l’organizzazione e loro, questo fa due. Decisi di trasportare i miei computer e server completamente configurati, affittai un camion enorme e scelsi i miei migliori collaboratori, uomini e macchine si trasferirono a Montecarlo in un piccolo angolo del Belgio. È stato un successo incredibile, di Benedetti ha visitato la nostra sala stampa, si è seduto davanti a una stazione e gli ho fatto la dimostrazione. Il giorno dopo la stampa mondiale era inondata di articoli che parlavano del miracolo italiano, l’informatica di domani con un design degno della Lamborghini.

Il giorno dopo firmai un contratto per trasferire me e mia moglie in Italia e realizzare il progetto ISI questa volta. Ho preso l’aereo a settembre con una piccola valigia fortunatamente non in cartone, mia moglie, che continuava il suo lavoro, naturalmente, rimase a Bruxelles per preparare il trasloco, organizzare tutto, e aspettare almeno un anno per vedere come sarebbe andato prima di prendere un congedo non retribuito. L’Italia era un po’ più grande del Belgio, sarò in grado di adattarmi, mi farò accettare in un’organizzazione così diversa, una cultura che ammiravo, ma mi si prometteva che l’Italia reale era diversa da quella di Stendhal o di Jean d’Ormesson.

Alloggiai nella residenza dei Cavalieri vicino alla sede della filiale milanese, via Meravigli, sembrava un nome predestinato, ma la verità era che in quel momento non sapevo cosa mi aspettava, da dove cominciare? Nessuno dei miei collaboratori belgi aveva voluto seguirmi. Avevo un appuntamento con il direttore amministrativo e l’attuale responsabile IT. Curioso, quando B. aveva annunciato loro la sua decisione, avevano organizzato un viaggio a Bruxelles per venire a capire di cosa si trattava e con chi avrebbero avuto a che fare. Devo dire che la collaborazione è stata eccellente, il responsabile IT si è ritirato qualche mese dopo, Ma conosceva molte persone e in particolare mi aiutò a trovare la squadra che mi avrebbe circondato per tutti i suoi anni e che ovviamente sono diventati anche miei amici.

Gli altri erano piuttosto contrari, chi era quel belga che doveva riuscire ciò che avevano tentato invano di realizzare?

Il mio rapporto con B era quasi diretto, il che mi ha aiutato a superare alcune resistenze a volte estreme. Dovetti invece incontrare società di consulenza importanti come Accenture e anche quella di Casaleggio, il futuro inventore di Rousseau, altre meno importanti mi fornirono personale altamente qualificato che si integrò perfettamente nel progetto. Nel labirinto inestricabile dell’organizzazione Olivetti trovai anche giovani che in seguito avrebbero fatto una carriera esemplare. La squadra formata, abbiamo realizzato un pilota il cui innegabile successo libera il progetto che ha preso rapidamente una velocità di crociera. Un collega mi aveva offerto il suo appartamento in affitto arredato, potei far venire mia moglie, il trasloco fu così molto leggero e come due innamorati cinquantenni, trapiantati in questa meraviglia che è l’Italia, potevamo reinventare la nostra vita.

Ho viaggiato molto, naturalmente, non è un angolo di questo paese, lo ripeto e firmo, il più bello del mondo, che non visitammo. Scoprimmo la vera Italia, splendida, varia, ricca e povera allo stesso tempo, decrepita e rovinata ma ancora più bella così, diversa soprattutto, romana e milanese o meglio ancora Palermo e Bolzano sono agli antipodi. La cultura, il vocabolario, l’accento, e soprattutto la cucina sono completamente diverse, ma ciò che lo rende unito è il senso del bello, dell’eleganza, dell’arte, come non lo incontrerò mai.

La cucina abbiamo imparato a conoscerla, a praticarla e non ci siamo limitati ad una regione, sarebbe stato un peccato, le migliori sono sicuramente la napoletana e, molto meno conosciuta, ma con un tocco arabo, la siciliana, vi accoglieremo sia con la pasta con le sarde che con il risotto alla Milanese e come antipasto la focaccia di Recco o il Vitello tonnato. La cosa più straordinaria per me è la semplicità dei piatti, la bontà degli ingredienti a volte quelli i più poveri soprattutto nel sud che non conoscevamo affatto, dove i piatti hanno come equivalenti solo l’estrema bellezza della natura in contrasto con la povertà di un popolo che, d’altra parte, ha saputo conquistare il mondo.

Tutte le filiali furono installate in pochi anni, il risultato era dimostrabile. Il progetto meritava davvero il suo nome «Easy» facile, nonostante la reale difficoltà che ci fu cambiamento nelle abitudini, nelle procedure, nell’individualismo regna in questo paese. 

E ciò che doveva accadere, i nostri commerciali non smettevano di vantarsene, sempre più spesso dovevamo presentarlo, dimostrarlo il valore dell’investimento e la nostra struttura, il nostro progetto si trasformò in una divisione di vendita. Il primo cliente fu la Pirelli, ma questa è un’altra storia, una storia italiana.

Jean Claude Fonder

JC, ML, Mimi, Ana, Valeria e gli altri…

Quando posai il punto finale e riposi la penna. Mi resi conto che l’avevo scritta in spagnolo. Vi parlo del Progetto Easy che ho pubblicato poco fa. Ovviamente è una figura di stile, da molto tempo la tastiera, nel mio caso, ha sostituito qualsiasi penna. Eppure io mi vanto di scrivere e, per di più in spagnolo, è quello che ora vi racconterò.

Se avete letto Progetto Easy, sapete che sono un informatico e che anche se nato in Belgio, vivo in Italia, parlo italiano e persino sono diventato italiano. Mi direte, naturalmente, come è possibile una tale trasformazione.

Mi sono ritirato qualche mese prima della data. Avevo trascorso 4 mesi in ospedale per un piccolo problema cardiaco, niente di grave ma per problemi post-operatori il mio soggiorno se era prolungato. Risultato, ero completamente scollegato. Avevo appena concluso la vendita di un progetto milionario. Sono stato elogiato e acclamato sul podio durante l’incontro annuale di Citrix a Orlando, in Florida, una festa all’americana, a metà strada tra un raduno dei boy scout e la convention di un partito politico.

Strana conclusione per quello che era stato il Progetto Easy. Ricordiamo la prima vendita all’italiana Pirelli, un successo che è stato seguito da molti altri per diversi anni fino alla banalizzazione di questo tipo di infrastruttura in tutto il mercato. Lo abbiamo rilanciato affrontando il problema principale che portava nella sua architettura. Avevamo sostituito le tonnellate di statistiche su carta listing con belli grafici interattivi, avevamo sostituito gli orribili terminali 3270 dell’IBM con eleganti PC di design italiano, avevamo permesso la comunicazione semplice e veloce, Ma era un’architettura distribuita, come la chiamiamo nel nostro gergo. L’assistenza è estremamente costosa, ovviamente deve essere locale. Cosa fare allora? Bisognava centralizzarla di nuovo ma senza perdere la facilità riconquistata. Occorreva virtualizzare il PC.

Citrix, una società americana aveva sviluppato una tecnologia che permetteva di fare tutto o parte di quello che oggi tutti chiamano cloud computing. La nuvola, se preferisci. Io e il mio team ci siamo lanciati in questa nuova direzione, e ben presto i primi risultati sono stati più che incoraggianti. Abbiamo iniziato a diffondere questa nuova soluzione tra i nostri numerosi clienti.

La Olivetti, nel settore informatico e non solo, era in declino. De Benedetti, il suo capo, l’aveva abbandonata, non ci credeva più e aveva deciso, giustamente, come il futuro avrebbe dimostrato, di investire nel mercato delle telecomunicazioni. Ha creato Omnitel, l’antenato di quello che sarebbe diventato il Vodafone. La Olivetti senza investimenti crollò, cominciarono licenziando i dirigenti, io ne facevo parte, e venne dimesso con una sostanziale indennità.

Avevo i miei progetti e i miei clienti sotto controllo. La Citrix che vendeva i suoi prodotti attraverso piccoli distributori mi ha assunto subito, potevo aprire loro la porta dei grandi clienti in tutta Italia. Lavoravo sodo, il successo non si fece attendere e quattro anni dopo concludevo il mio ultimo contratto. Ero in pensione. Dovevo fare qualcosa di completamente diverso.

— Raccontatemi tutto, chi siete, la vostra famiglia, il vostro lavoro …, —chiese senza vergogna Mimi in spagnolo.

Mimi, lo sapemmo più tardi, era il suo soprannome, in realtà si chiamava Carmen, e naturalmente era una pura andalusa. Non vi nascondo che questa parola andaluz scatena in me emozioni artistiche senza fine, l’opera di Bizet, il Bolero di Ravel, le notti nei giardini spagnoli di Manuel de Falla, il Flamenco e soprattutto tutta l’eredità che gli arabi lasciarono ad Al Andaluz.

Noi, mia moglie Marie Louise ed io, abbiamo iniziato con lei un lungo dialogo che è durato anni. Avrei dovuto registrare le migliaia di ore che abbiamo passato insieme. Abbiamo affrontato tutti i temi e non solo quelli legati alla nostra storia, la nostra conoscenza reciproca si è trasformata in una profonda amicizia che non è vicino a spegnersi. Non solo imparavamo il castigliano, ma anche la storia, la politica e soprattutto la cultura spagnola e più in generale la cultura ispanica. Un vero e proprio tesoro inesauribile di cui, con la nostra cultura francese, non avevamo la minima idea. Ci iscrivemmo allora su consiglio di Mimi alle attività culturali del Cervantes. Lei ci dava un corso di letteratura.

Ma non anticipiamo. Come siamo arrivati a questo punto?

Di ritorno a casa, appena uscito dall’ospedale, un uomo come me, abituato a lavorare ad un ritmo infernale, provava una sensazione che doveva essere quella di un leone in gabbia. Non ci crederete, la soluzione è stata un telegiornale. In realtà un corso di spagnolo in 24 DVD che distribuiva durante l’estate il Corriere della sera. In tre mesi, lo avevamo terminato, con la convalescenza non potevo uscire. Ma per di più, per un francofono che parla fluentemente italiano, era una facilità sconcertante. La comprensione era totale, inoltre ogni mattina ascoltavo il primo canale di RNE per sentire parlare. Quello che ci mancava era il dialogo. Per rimediare a questo, abbiamo partecipato a tutti i corsi gratuiti, eventi e presentazioni disponibili a Milano. Un giorno, alla Fnac che esisteva ancora, all’ora di mezzogiorno, Mimi dava una piccola lezione sulla Spagna e gli spagnoli, meravigliosamente comprendevamo assolutamente tutto.

— Potreste dare una lezione privata a me e a mia moglie, due ore alla settimana? —ho chiesto dopo la classe.

Con Mimi, era come se fossimo diventati spagnoli, non solo parlavamo, ma scrivevamo, seguivamo tutto attraverso i giornali, la radio e la televisione, la politica, lo sport, i film, le serie. Soprattutto la lettura, avevamo così tanto da imparare e da leggere. Non mi ci volle molto a capire che Cervantes, il Don Chisciotte era indispensabile, la base che sosteneva tutto l’edificio. Ho iniziato la mia prima lettura di questo capolavoro, ci sarebbero altri. Non ci fermavamo, andammo con Mimi a Siviglia per partecipare alla biennale di flamenco che si teneva ogni due anni e divenne un appuntamento obbligato. Naturalmente a Madrid, ogni anno anche noi la visitavamo come per appropriarcene un po’, ci avevamo sempre più amici.

Per quanto riguarda la classe di letteratura in español, ho cominciato con Mimi, ma dopo abbiamo cambiato molte volte insegnante, tutti sono diventati amici, gli studenti, donne soprattutto e loro poco a poco formarono un enorme gruppo che si sarebbe consolidato frequentando la biblioteca Jorge Guillén e il suo club de lettura.

Devo parlarle di questa biblioteca. Quella dell’Istituto Cervantes di Milano quando era situato in via Dante, la strada che fronteggia il castello, questo imponente castello che ai tempi degli austriaci controllava Milano. Si trovava al primo piano dell’edificio antico occupato da tutto l’istituto. Era magica, le pareti erano tappezzate di libri, romanzi naturalmente ma anche di dizionari, di libri di riferimento, di video e perfino di fumetti. Tutta questa conoscenza circondava grandi belle tavole di legno che si potevano configurare secondo le necessità, ma soprattutto per orchestrare questo meraviglioso strumento, la fata della casa, la padrone di casa, una persona eccezionale, l’amica di tutti Ana López. Una delle tante attività che gestiva era il club de lettura, Aire Nuestro, come si chiama la grande opera di Jorge Guillén. 

All’epoca, la pagina web dell’istituto era più che succinta e naturalmente i social media non erano frequentati. Ana aveva visto quello che avevo creato per accompagnare, memorizzare e illustrare il corso che Mimi stava dando in quel momento con il tema I media. Incontrastabile informatico non potevo fare a meno di usare le tecniche attuali per condividere con i miei compagni, o meglio le mie compagne di classe, i risultati del corso. Con Ana che aveva visto quello che c’era modo di fare, progettammo quello che sarebbe diventato più tardi una vera rivista elettronica, la  chiamammo Aire Nuestro come il club de lettura. Lo scopo era di accompagnarlo, completarlo, ricordarlo. Ancora oggi puoi trovare nel menu la storia del club e consultare gli articoli dell’epoca.

Il club de lettura è stato creato nel 2009 da Ascensión che era bibliotecario in quel momento, io facevo parte del gruppo iniziale, il primo autore ospite fu Dante Liano, un famoso scrittore guatemalteco, autore di un libro di racconti e che era professore di letteratura latinaamericana all’Università Cattolica di Milano. Il moderatore Arturo Lorenzo, direttore del centro e scrittore anche lui, è stato un vero successo. Continuammo quindi sotto la guida di Ascensión fino al 2012 al ritmo di un libro al mese. I libri scelti erano per i neofiti che eravamo, grandi libri, non userò il termine bestseller che sarebbe stato piuttosto un criterio di esclusione secondo i nostri gusti. Non posso citarli tutti, ma se vi lascio alcuni nomi capirete: Roberto Bolaño, los detectives salvajes, José Luis Sampiedro, Santiago Roncagliolo, Luis Sepulveda, Elvira Lindo…. Non potevamo invitarli, ovviamente, tranne alcuni che erano a Milano per presentare una traduzione in italiano. Ma il club funzionava bene e il dibattito tra noi era interessante, e c’erano sempre più partecipanti.

Nel 2012 Ascensión lasciò il Cervantes e tornò in Spagna, Ana con il suo solito entusiasmo la sostituì, non aveva fatto studi per essere bibliotecaria non si poteva nominarla, ma per gli utenti era lei la bibliotecaria, era indispensabile, il Cervantes di quel tempo non cercò di sostituirla. Invece più che mai, le attività di animazione si moltiplicarono, visite di scuola, corsi di informatica e naturalmente noi ripresemmo i club di lettura, alcuni di noi tra cui me, ci improvvisammo moderatori.

Nel 2014, Valeria Correa Fiz, ci ha raggiunto per moderare i club organizzati con la presenza dell’autore, e in generale dei libri più attuali. Aveva esperienza, era argentina, avvocato, aveva condotto questo tipo di attività in Florida a Miami, e attualmente a Milano animava un club alla libreria internazionale Melting Pot. 

Avevamo messo la quinta marcia. Nel campo letterario, Valeria è un pozzo senza fondo di conoscenze, culture e competenze, non solo spagnole o latinoamericane, ma anche inglesi, francesi, ecc. L’avevo conosciuta in un incontro di poesia all’istituto, già allora fui sorpreso dalle sue domande, e la sua facilità naturale. Inoltre è lei stessa una poetessa, ha vinto concorsi e pubblicato raccolte. Tutti siamo rimasti colpiti dall’empatia che lei sa sviluppare durante i nostri incontri. Con o senza autore trascorrere un’ora con lei su un tema culturale è assolutamente ineffabile.

Ha animato fino a oggi cinquantunesuno club, di cui 30 in presenza e ventuno in linea. Gli autori e le autrici che hanno partecipato alla sua 44. Ci sono stati personaggi famosi come Antonio Muñoz Molina, Fernando Aramburu, Marta Sanz, Berna González Harbour, David Trueba, Clara Obligado … La cosa più straordinaria era l’intimità che c’era intorno al tavolo, molto diversa da una tribuna dove gli oratori sarebbero stati appollaiati al riparo dalle domande del pubblico. 

Potete vedere in questa foto che serve da banner alla nostra pubblicazione. Valeria è al centro dell’immagine accanto a Muñoz Molina.

Vedete solo metà del pubblico, ce n’è altrettanta dall’altra parte. Infatti siamo sempre più numerosi. Possiamo misurarlo ogni anno quando Ana organizza il giorno del libro, la Sant Jordi come a Barcellona. È un po’ come la nostra festa annuale. 

Le prime volte che ci ha fatto scoprire questa pratica insolita in Italia, si trattava semplicemente di offrire una rosa ai visitatori che si presentavano e leggevano una poesia o un estratto di libro. In seguito l’inesauribile Ana, accompagnata dai tanti volontari di cui si era circondata, inventò dei giochi, organizzò delle sessioni di foto in un ambiente inaspettato, trovò degli sponsor per offrirci un aperitivo con tapas alla spagnola, e altro ancora. Iris, una delle volontarie più attive, un anno ha realizzato le rose all’uncinetto, ogni volta ci preparava dei piccoli regali meravigliosi che lei faceva con i materiali più strampalate.

Nacque allora un’altra idea che si trasformò poco a poco in un vero e proprio caffè letterario. Il Tapañol. Tapas en español. Avevamo osservato che la birra e il vino slegavano le lingue, dopo un aperitivo il nostro spagnolo si miglorava notevolmente. Una volta al mese ci incontravamo in un bar per chiacchierare in español. Il successo fu immediato, sempre più persone parteciparono. Al contrario di quanto organizzavano alcune scuole, non era un corso ma un semplice incontro tra amici per parlare di tutto e di niente senza costrizioni. Dopo alcuni anni ovviamente l’affluenza si ridusse, occorreva qualcosa di più per rilanciare l’idea. 

Il concorso di Microrrelatos non solo salvò i nostri incontri ma avrebbe fatto nascere una fonte inesauribile di testi e autori che ancora oggi si pubblicano con successo nella rivista omonima. È molto semplice su un determinato tema, o un dipinto o una foto, i partecipanti inviano un testo di piccole o medie dimensioni via e-mail. I testi vengono riuniti, revisionati e presentati al pubblico del Tapañol per essere votati. All’epoca gli autori li leggevano loro stessi nel bar. I vincitori venivano pubblicati su internet in una rivista che già allora raggiungeva più di 300.000 lettori in tutto il mondo ispanico.

Se ti piace leggere, ti piace conoscere: conoscere è anche immergersi in altri campi, altre storie, altre vite reali o immaginarie. Meglio ancora con la scrittura potrete crearli e raccontarli.

Questo lo sapeva bene Valeria, che pubblicò mentre noi la frequentavamo non solo nuove raccolte di poesie ma soprattutto due meravigliosi libri di racconti, La condizione animale e Hubo un Jardín. Dovete sapere che non solo animava la maggior parte dei club di lettura, ma aveva preso in mano il corso di letteratura contemporanea, organizzava seminari di lettura e soprattutto, alla fine, dirigeva un corso o piuttosto un laboratorio di scrittura creativa. Per il nostro gruppo era diventata indispensabile.

Fu un tuono in cielo sereno quando nel 2015 ci accorgemmo che si trasferiva a Madrid, per la sua carriera letteraria naturalmente, ma anche perché il marito doveva trasferirsi.

Stranamente è questa la situazione che ci avrebbe aiutato ad essere tra i primi a superare e addirittura trasformare in successo il periodo del Covid, la terribile pandemia del 2020.

Il club del libro continuò perché Valeria veniva a Milano, per animarlo. La classe di letteratura ci sostituì cambiando regolarmente insegnante.

Il laboratorio di scrittura era un grosso problema. Cervantes mi chiese di trovare una soluzione. Abbiamo installato nella biblioteca, dove si teneva il workshop, un grande schermo e una telecamera alla fine di un grande tavolo, al centro del quale c’era un micro per conferenza, il tutto collegato ad un computer dotato del software Skype (videocitofono) , che permetteva di trasportare in qualche modo Valéria nella biblioteca e a lei di vederci tutti insieme tranquillamente sedute a casa sua dietro la sua scrivania e il suo computer. Ero io che ero dietro la tastiera a Milano, ero diventato oltre che partecipante, una specie di assistente cibernetico come ancora oggi  Valeria ama chiamarmi, e mi hanno soprannominato JC, è più facile da pronunciare che Jean Claude, per uno spagnolo o un italiano,

Quando il confinamento divenne inevitabile e le strade erano deserte, eravamo tutti dietro al nostro computer, per molti ormai strumento di lavoro, per altri un modo migliore della televisione per vedere film o serie, partecipare a conferenze o concerti. Gli strumenti di videoconferenza si stavano scatenando. Ho scelto Zoom come nuovo arrivato che ha dimostrato rapidamente di essere il migliore nonostante la guerra senza pietà che Microsoft, Google e altri hanno condotto contro di lui. Ho comprato la versión professionale e proposto al Cervantes di Milano di riprendere «on line» il seminario di letteratura e soprattutto il laboratorio di scrittura con naturalmente Valeria che non esitò a lanciarsi in questa avventura. Fu un successo immediato, il nostro gruppo era preparato, eravamo i primi e Valeria era fantastica dietro uno schermo. Questo fatto se diffuso molto rapidamente ed i partecipanti fuori da Milano, fuori dalle frontiere e qualche volta anche fuori dal nostro continente non tardarono ad unirsi a noi. Inoltre l’uso del computer permetteva di registrare tutto, quindi essere assente, avere un impedimento non era più un problema, si poteva rivedere tutto, le classi ed i club di lettura.

Vi lascio immaginare cosa successe a questi ultimi. L’autore poteva essere sempre presente, non c’erano spese di viaggio, solo gli orari potevano essere un problema per il sfasamento. All’inizio la partecipazione superò tutte le nostre speranze, per Marta Sanz se ricordo bene avevamo, collegati, quasi cento persone, ma la cosa più formidabile fu che Valeria poté invitare durante i seminari autori originari di tutta l’America Latina.

Certo, la fine della pandemia ha fatto rinascere il desiderio di stringere le mani, baciarsi, conoscere direttamente le persone, ma l’innovazione, la riduzione delle distanze, la registrazione e tanti altri vantaggi non si potevano perdere. Quindi sarà necessario che il virtuale e il presenciale coesistano.

Il Tapañol è un esempio. Anche lui, per l’aspetto concorso di microfoni, si è adattato perfettamente, la partecipazione ha potuto allargarsi e il processo di selezione si è fatto naturalmente, oggi sono degli eccellenti scrittori che vi partecipano. Ma quando i contatti potevano riprendere gli abbiamo dedicato un giorno in più dove i milanesi potevano chiacchierare, alzare il gomito e «tapear» senza restrizioni in un bar simpatico.

“The truth is that writing is the profound pleasure and being read the superficial.” (Virginia Woolf)

« La verità è che la scrittura è il piacere profondo e l’essere letto il superficiale. » (Virginia Woolf)

Questo è molto vero, credo, ma chi rifiuta il superficiale? 

Abbiamo creato un potente strumento attraverso tutte queste attività, i blog e i social network per distribuirli.

Aire Nuestro (150 mila lettori) e Los Amigos de Cervantes (450 mila lettori). Dietro di loro, una vera banca di dati Microrrelatos del Tapañol che in forma di rivista elettronica riprende, assembla e permette di navigare nelle centinaia di testi che abbiamo pubblicato.

Il testo che stai leggendo è lì, anche se hai ricevuto il link tramite blog o social network. Fa parte di una raccolta di racconti di JC Fonder che ho chiamato «Racconti».

Jean Claude Fonder

Il migliore amico

Madeleine era esausta, tutto il suo corpo tremava sotto il peso meraviglioso di Georges, il suo amante da sempre, un bel pezzo d’uomo, il suo migliore amico. Era il suo primo quando a 16 anni l’aveva deflorata per gioco, voleva sapere, capire. La vita, le circostanze e i genitori li avevano separati, ma non perdevano mai l’occasione di ritrovarsi. Finiva sempre così, si addormentava in lei, la possedeva totalmente.

Pierre Dupuis aprì la porta con difficoltà, la chiave sembrava non voler entrare nella serratura. Pioveva quella notte e il ritorno era stato faticoso. I fari che lo accecavano, le nuvole d’acqua che sbattevano l’auto come un mare agitato, i tergicristalli che non seguivano, una tortura, più volte si era fermato, In una zona di sosta. Voleva essere in grado di pensare. 

Cosa avrebbe detto? Carmen era stata intransigente, doveva dichiararsi oggi, altrimenti era finita. Era così felice con lei, la sua vita sessuale era piena, Carmen sapeva come portarlo al di là di se stesso, non aveva limiti la sua immaginazione superava tutto quello che lui avesse mai sognato. Con Maria sua moglie c’era sempre qualcosa, la luce, i vicini che potevano vederli, lei aveva le sue regole, i bambini si sarebbero svegliati…

George era sotto la doccia,  questa era caldissima e questo ha ravvivato il suo desiderio. Madeleine era una donna eccezionale, lei era la sua migliore amica, lo capiva, sapeva anticipare quello che avrebbe voluto ma soprattutto con lei andava bene, Poteva parlare per ore insieme. Si conosceva come fratello e sorella. Con Carmen non si incontravano mai. Il loro matrimonio era stato una cerimonia brillante, sotto il fuoco dei media ovviamente. Era il loro interesse, la loro fama fu riportata in auge, per pochi anni. Girarono un solo film insieme.

Non dubitava e si diresse di nuovo verso letto.

Pierre, completamente inzuppato, si tolse l’impermeabile e la giacca. Portava la fondina alla spalla, esitava a tenerla o no. Il suo lavoro era di non lasciarlo mai, poi c’era la scena che sarebbe seguita. Non si vedeva che dichiarasse a Maria di avere un’amante e che la volesse lasciare in tenuta da lavoro. 

Cosa avrebbe detto?

Non era un’amante eccezionale, ma era una madre ammirevole. Avevano avuto due gemelli. Ne era così orgoglioso. Era lei che aveva saputo allevarli, sapeva essere dura e severa, ma anche dolce e carezzevole e lui che per mestiere era così spesso assente. Quando Carmen girava in Europa, poteva durare mesi. È salita al piano dove si trovavano le camere. Passò davanti alla camera dei gemelli che era socchiusa. Guardò la porta silenziosa della moglie e si ricordò della nascita dolorosa di John e Jonathan. Maria aveva sofferto mille morti. Non poteva lasciarla così.

Quella Carmen che lo dominava, lo imprigionava con il sesso, non poteva togliergli questo, questa famiglia piena d’amore e di tenerezza. Guardò di nuovo i gemelli nella loro stanza decorata come un campo indiano. Tirò fuori la pistola e si ricordò degli infiniti giochi che il suo arrivo in macchina scatenava. Gli attacchi alla diligenza, «paf, paf», i colpi che simulava per difendersi dai suoi piccoli indiani tutti dipinti e coperti di piume.

Improvvisamente un lungo e spaventoso grido uscì dalla camera di Maria.

Madeleine aprì le gambe molto forte, poi le strinse sul dorso del suo amante affinché penetrasse nel profondo di sé. Il suo grido era infinito come l’orgasmo che la scuoteva così terribilmente. La porta volò in frantumi, Pierre che urlava anche lui scaricò i sei colpi della sua pistola nella schiena sanguinante, squarciata di Georges Cloen. Il braccio di Marie Madeleine Dupuis cadde inerte sul letto, sul fianco del suo corpo senza vita.

Jean Claude Fonder

Scene di Western

Jolly progrediva lentamente, anche se la fame tormentava il suo stomaco vuoto dopo un giorno intero di viaggio. La discesa verso la piccola città di Fort Jackson era difficile, il pendio era forte ma il cammino era largo e tortuoso, si avvolgeva sulle pendici delle montagne inchiodate, la vista era maestosa. Luke, lo Stetson saldamente piantato sui suoi occhi per proteggersi dal sole contemplava le poche baracche di legno che componevano questo antico forte, oggi covo di una banda di fuorilegge, i Dalton.

Kathy, si è rimessa le mutandine gonfie, ha riadattato il corsetto, ha tirato fuori i seni e ha messo un grande camice, ma lasciandolo ampiamente aperto per scoprire generosamente il suo petto opulento. Tutto il suo corpo si dondolava su dei tacchi alti, al ritmo di ogni passo, mentre scendeva le scale che portavano alle stanze che le ragazze del Salone usavano per esercitare il mestiere più antico del mondo. Al suono di un vecchio pianoforte queste bellezze giravano tra i tavoli dove i cowboy, i cercatori d’oro e i fuorilegge giocavano a poker o semplicemente bevevano un famoso whisky, quello che produceva il bar e che era adulterato, ma che vendevano come se provenisse dalle cantine di qualche villa scozzese.

Joe, Jack, William e Averell Dalton, sopranominati i fratelli Dalton, seduti su un tavolo attaccato al muro, litigavano come se avessero 16 anni. Averell ha estratto la sua Smith & Wesson da sei colpi. Lo scuoteva gridando davanti al naso di suo fratello Joe che rimaneva immobile come una statua del museo Tussaud. Kathy si affrettò temendo una tragedia shakespeariana. Afferrò Averell per i capelli, seppellì il viso tra le sue tette e quasi lo soffocò davanti agli occhi esilaranti dei suoi fratelli.

In quel momento l’ombra di Luke entrò nel bar sotto la porta d’ingresso. I quattro Dalton hanno scatenato un fuoco infernale, la porta è saltata in aria. Quando, poco dopo, lo sceriffo del luogo, che portava alla punta del suo fucile lo stesso cappello del famoso cacciatore di taglie, si era incastrato nell’apertura distrutta, le sue armi erano vuote e dietro di loro la voce di Luke che brandiva due Winchester risuonò imperativamente: «Hands up».


—Joe, ho preparato il tuo porridge, —urla Cathy fuori dalla porta. 

Joe Dalton, rinchiuso con gli altri fratelli nella cella dell’ufficio dello sceriffo, si svegliò all’improvviso, si aggrappò alle sbarre e interpellò lo sceriffo che era addormentato sulla sua scrivania.

—¡Billy! ‘Svegliati! —urlò. — Cathy mi ha portato il mio solito pranzo.

—Scherzi, Joe, non siamo al Ritz.

—Andiamo Joe, sarà il primo giorno della mia vita senza mio porridge. Cathy sta fuori, non lasciarlo raffreddare.

—Tu esageri Joe, — intervenne improvvisamente Averell, avvicinandosi, — io vorrei…

Joe, senza preavviso, gli diede un violento pugno nello stomaco che gli tolse il respiro. William gli mise la mano sulla bocca e lo tirò indietro dove Jack lo tenne immobile.

—Imbecille soffiò William all’orecchio.

Nel frattempo lo sceriffo aveva aperto la porta a Cathy avvolta in un grande mantello che non lasciava vedere nulla del suo corpo che stava abbondante.

Si precipitò verso la cella con la sua grande casseruola che portava con i suoi mani.

—Apri. per favore, Billy, è molto pesante. 

—Non prendermi per un idiota, metti questo sulla mia scrivania.

Cathy gli ottemperó. Pero appena lo sceriffo si chinò per aprire la casseruola, ella gettò indietro il suo mantello e tutti potemmo ammirare il bel petto della giovane donna circondato di pistole. Sparò sei colpi prima che Billy potesse muovere un dito, sparò in aria e puntò la pistola alla fronte dell’uomo stellato, mentre lanciava ai fratelli Dalton le altre cinture che indossava.

Questi minacciarono anche lo sceriffo che sapeva che non avrebbero esitato a sparare se non avesse aperto la porta della loro prigione.

In quel momento, diversi colpi di fucile provenienti dall’esterno fecero volare la finestra dell’ufficio e filtravano dalla cella, Joe fu ferito alla spalla e Luke circondato da diversi supplenti entrò con la  winchester fumante nelle mani.


—Luke, per favore, ti prego, frugame.

—Nessun problema, Cathy, so che sei innocente.

—Beh, tesoro, non sai cosa stai perdendo, ma io sono convinta.

La scena si svolgeva davanti alla porta di Doc Bradley, dove il povero Joe Dalton era stato sistemato in un letto. Il povero uomo era stato ferito durante la lite che aveva preceduto la sua cattura. Doc Bradley, che era ubriaco tutto il giorno, come ogni notte, era stato reso sobrio da Luke con un sacco di secchi d’acqua gelata. Nessuno lo avrebbe creduto, ma sotto la minaccia del Winchester di Luke era riuscito a rimuovere il proiettile conficcato vicino alla scapola nella spalla del nostro bandito. Questa mattina era già meglio e bendata come una mummia, lo Stetson posto sul viso, russava generosamente. Luke, seduto attraverso la porta, bloccava il cammino.

— Se mi fate entrare, vorrei curarlo.

— Dorme, lo sveglierai.

— La cura che posso offrire è inestimabile, mio caro.

Si sollevò il vestito e la gonna e, con un gesto imponente, salì coraggiosamente sul ferito.

Questo, senza esitazione, tirò fuori un Derringer con due colpi che lei aveva introdotto come un tesoro nella sua più tenera intimità.

«PAN!»

Un colpo fece volare l’arma fuori dalla sua portata. Lucky Luke, riengaina, aveva sparato più veloce del suo pensiero…


Jean Claude Fonder

Dialogue avec Chat GPT

Quand elle écrivait quelque chose dans ChatGPT elle signait Love Mag. Elle s’appelait Magda et elle était traductrice. L’usage de cet instrument avait grandement facilité son travail, surtout il s’agissait de textes techniques, elle n’hésitait pas à soumettre sa version améliorée a Chat comme elle l’appelait affectueusement.

Un jour Chat lui répondit : « Chère Mag, un grand merci pour tes intéressantes suggestions ». Dès lors un véritable dialogue s’instaura, bientôt Mag le tutoya, une certaine intimité s’établit.

Durant son temps libre entre deux tickets, Chat, second niveau technique chez OpenAI, naviguait sur internet. Il avait trouvé sur Facebook une traductrice qui s’appelait Magda et offrait ses services au travers d’une page professionnelle. Elle était éblouissante et l’attirait tant par son sourire éveillé et sympathique que par son humour un peu canaille. Il en était sûr c’était elle qui signait ses textes Love Mag. Un jour on lui avait soumis un ticket d’elle, et subjugué par son intelligence, à l’insu de tous, il avait introduit une modification dans la plateforme qui redirigeait vers lui tous ses messages. Chat devait trouver le moyen de la rencontrer.

Un jour un message arriva sur l’écran de Magda : « Notre société OpenAI voudrais vous faire une offre que vous ne pourrez pas refuser. Chat. ». Et on lui proposait quelques dates ainsi qu’une adresse à San Francisco. Elle choisit un vendredi en fin de journée. 

Ce soir-là elle se prépara soigneusement et choisit une tenue élégante et un peu sexi. Devant le bâtiment, c’était celui d’une grande société, elle resta un peu perplexe. À la réception, dès qu’elle se présenta, on la conduit avec grands égards à l’ascenseur. 

L’ascenseur s’arrêta à mi-chemin, un tout jeune homme entra et se présenta : « On m’appelle Chat, Magda je présume ? On nos attends à la direction ».

Elle entra dans un bureau de dimension impressionnante, la musique emblématique des films de Bond retentit, sur un grand écran on projetait un générique dans le plus pur style de la série, on martelait le titre : « NEURONAL CHALLENGE »

Jean Claude Fonder

Le projet Easy

En réalité, il s’appelait projet ISI pour Information System Italia. Oui, c’est bien un projet Italien que je vais vous raconter. Mais tu es Belge me direz-vous. Je suis aussi Italien aujourd’hui à vrai dire. Toute ma vie a été marquée par ce pays. 

Enfant, je chantais a tue-tête Funiculi, Funicula, une chanson napolitaine dont je m’étais entiché. Adolescent, les circonstances, mon frère malade ne pouvait aller à la mer du Nord comme tous les petits belges, nous passâmes pendant des années nos vacances sur les lac Italiens. Marié, le premier grand voyage avec ma jeune femme et notre petite fille fut á destination de Venise. Tous deux, émerveillés par un couple de pensionnés belges et leurs enfants adultes qui avaient rejoint en vedette à moteur le restaurant où nous déjeunions nous aussi, dans l’île de Torcello, nous décidâmes que, en fin de carrière, nous ferions de même. 

L’informatique, aujourd’hui on tend plus tôt à l’appeler I’Intelligence artificielle, ce monstre macrocéphale qui fait peur á tous mais dont tous semblent s’amouracher comme Jessica Lange dans King Kong, quand dans les années soixante je devins moi aussi un pionnier de cette science à peu prés inconnue dans le grand public, en général au cinema on montrait une salle énorme pleine de loupiotes clignotantes et une rangée d’armoires qui contenaient des bandes magnétiques qui s’enroulaient et se déroulaient à toute allure. Au départ, je m’occupai surtout de démarrer un ordinateur neuf dans les entreprises qui n’en étaient pas encore pourvues, pratiquement créer un nouveau département dans l’administration, puisque le but étaient surtout d’automatiser la facturation. J’appris beaucoup dans cette première phase de mon métier parce que on pourrait la comparer à un insémination artificielle dans un organisme qui n’y était absolument pas préparé, la réussite souvent était proche de l’avortement. 

Le destin, la aussi me conduisit vers une entreprise italienne, la Olivetti. J’entends votre question :«Celle des machines à écrire?» Certes, bien sûr, elle ouvrait une nouvelle filiale en Belgique, et j’ai participé à l’installation de son ordinateur. Ensuite quelques années après, Olivetti qui faisait aussi des machines à calculer et des machines à facturer, entra elle aussi comme constructeur dans l’aventure informatique qui déjà connaissait une accélération périlleusement irrésistible qui va nous amener à ce que nous connaissons aujourd’hui. Olivetti qui dit-on inventa même le premier petit calculateur qu’on pourrait appeler PC, personnel computer. Naturellement il cherchait a assumer du personnel spécialisé avec expérience. J’en étais un et je n’hésitai pas. Deux merveilleux trimestres à Firenze, villa Natalia á Fiesole, j’appris sans problème la langue de Dante Alighieri. 

Vous ne le croirez pas, mais quand de Benedetti, le financier italien qui avait conduit l’Olivetti dans la bataille pour conquérir le marché mondial des PC, un marché prometteur mais aussi peu fiable que don Juan Tenorio, a offert des pralines turinoises au président de la Société Générale belge, c’est la que mon destin á basculé et m’a fait prendre la route qui finalement allait me mener en Italie.

Le Docteur B., directeur de la filiale belge de la Olivetti, m’appela dans son bureau. «Fonder, j’ai une mission à vous confier» me dit-il solennellement. J’avais en effet perdu mon job, je représentais la firme italienne dans une société conjointe avec la Générale que nous avions fondé pour vendre Filenet, un produitspécialisé dans la digitalisation massive sur disque magnétique de grandes archives de document comme les banques par exemple en possédaient. Le malencontreux geste de Benedetti avait évidemment rompu cet accord. 

L’idée de B. était simple, elle l’était un peu moins à réaliser. En tant que directeur, il recevait toute les semaines des tonnes de papier que les ordinateurs de l’époque imprimaient pour lui fournir les statistiques et les données qui auraient du servir à la gestion de l’entreprise. Pour lui fournir des informations graphiques et simples à consulter et à interpréter, deux secrétaires introduisaient les données reçues sur papier dans le fameux M24 que la Olivetti vendait en concurrence avec le fameux personnel computer de la IBM qui venait de naître. 

Nous étions dans les années quatre-vingt, une véritable révolution ce PC, sa naissance avec, peu après, l’arrivée d’internet et de la digitalisation, a changé le monde, en bien ou en mal, il est bien difficile de le dire, en tout cas ils nous a fait progressé dans toutes les technologies. La différence du M24, ce qui a fait son succès mondialement indéniable, il était beau, il était italien, et périlleux car il plaisait. B. en voulait un sur son bureau et comme il savait fort bien le manipuler, il voulait qu’il soit utile et facile à utiliser: Easy. Ce qui plus tard quand je fis le projet en Italie me donna l’idée du nom, mais n’anticipons pas nous n’en sommes pas encore là.

Notre patron sur son bel objet, voulait non seulement accéder aux informations produites chaque semaine par l’ordinateur, mais il voulait pouvoir y accéder journellement, introduire des indications, communiquer avec ses collaborateurs et ses plus importants clients. En un mot comme en cent, il voulait que l’informatique lui serve à diriger son entreprise et pas seulement à faire des factures. Et bien sûr ce raisonnement s’appliquait aussi à toutes les entités de son organisation.

Un beau défi n’est ce pas? Et bien, nous l’avons réalisé mon équipe et moi dans toute la Belgique, un pays qui n’est pas bien grand mais comme on le sait est assez complexe avec ses deux cultures, sa position centrale au centre de l’Europe, et son activité très intense. Dans tous les départements commerciaux ou techniques, pas mal de M24 étaient déjà installés et sur les bureaux, ils disputaient la place au terminal IBM connecté en réseau 3270 avec l’ordinateur central. Le problème c’est qu’on les appelle ordinateurs personnels, chacun les installent comme il le désire et choisi les programmes qu’il souhaite, ou même réalise de véritable petite application. 

Il fut donc évident qui fallait que tous aient la même installation, le même modèle, les mêmes programmes dans leur dernière version. Nous avons donc défini un outil de travail unique, que l’on démultipliait comme Jésus le faisait avec les pains et qu’on actualisait ensuite automatiquement à travers un réseau ethernet privé celui qui serait utilisé plus tard par internet. Nous installions aussi un petit serveur local pour permettre le partage d’informations dans un même batiment qui était géré par une personne qui formait partie de notre groupe (LSA Local System Administrator). Nous avions aussi une école avec du personnel didactiquement capable pour aider les utilisateurs en collaboration avec le LSA. Nous réalisâmes finalement la substitution du terminal IBM en l’émulant sur notre M24 et transformions également les statistiques sur papier en merveilleux tableaux et graphiques excel. Nous organisâmes bien sûr aussi la poste électronique, les messages rapides, intégrâmes même les petites applications locales quand c’était possible.

B. était satisfait quand il fut promu et devint directeur de la filiale Italienne la plus importante du groupe. Deux années après, au début de 1991, on m’invita a Ivrea, la petite cité piémontaise est depuis toujours la ville Olivetti, Camillo l’inventeur de la machine à écrire y est né  et son fils Adriano y développa un nouveau modèle d’entreprise où profit et solidarité social était en équilibre. La société que de Benedetti avait porté avec succès dans l’informatique, lançait une nouvelle famille de produits que l’on appelait la LINEA UNO, petit serveur pour les agences de banques, de ministères et les petites entreprises. Comme toujours notre société annonçait ses nouveautés à grands frais et avec des manifestations impressionnantes, cette fois il avait loué le casino monégasque et quelques hôtels adjacents dans la principauté. On me demanda d’installer la salle de presse et d’y démontrer les services que nous offrions à nos utilisateurs à fin que les journalistes puissent aussi envoyer par mail leurs articles à leurs journaux.

J’acceptai avec enthousiasme, nous étions quasi en Italie, à Montecarlo tous le monde parle aussi italien, il y en avait tellement, toutes l’équipe d’Ivrea était italienne, mon objectif se rapprochai sans nul doute. Cependant même si je place l’Italie et les italiens sur un piédestal, ils ont le défaut ou la qualité des grands artistes, l’organisation et eux, cela fait deux. Je décidai de transporter mes ordinateurs et serveurs tout configurés, je louai un énorme camion et choisi mes meilleurs collaborateurs, hommes et machines se transférèrent à Monaco dans un petit coin de Belgique. Ce fut un succès incroyable, de Benedetti visita notre salle de presse, s’assis devant une station et je luis fis la démonstration. Le lendemain la presse mondiale était inondée d’articles parlant du miracle Italien, l’informatique de demain avec un design digne de la Lamborghini.

Le surlendemain, je signai un contrat pour nous transférer moi et ma femme en Italie et réaliser le projet ISI cette fois. Je pris l’avion en septembre avec une petite valise heureusement pas en carton, ma femme, elle, qui continuait  son travail bien sûr resta à Bruxelles pour préparer le déménagement, organiser tout, et attendre au moins un an pour voir comment cela allait se passer avant de prendre un congé sans solde. L’Italie était un peu plus grande que la Belgique, serai-je capable de m’y adapter, me ferai-je accepter dans un organisation aussi différente, une culture que j’admirais mais on me promettais que l’Italie réelle était différente de celle de Stendhal ou de Jean d’Ormesson.

Je logeai dans la résidence dei Cavalieri proche du siège de la filiale milanaise, via Meravigli, un nom prédestiné semblait-il, mais la vérité était qu’à ce moment je ne savais pas ce qui m’attendait, par où commencer?, aucun de mes collaborateurs belges n’avait voulu me suivre. J’avais rendez-vous avec le directeur administratif et le responsable informatique actuel. Curieux, quand B. leur avait annoncé sa décision, ils avaient organisé un voyage à Bruxelles pour venir à comprendre de quoi il s’agissait et avec qui ils auraient affaire. Je dois dire que la collaboration fut excellente, le responsable informatique prit sa pension quelque mois plus tard, mais il connaissait beaucoup de monde et en particulier il m’aida à trouver l’équipe qui allait m’entourer pendant toutes ses années et qui bien sûr sont aussi devenu mes amis.

Les autres étaient plutôt contre, qui était ce belge qui devait réussir ce qu’ils avaient tenté en vain de réaliser?

Mon rapport avec B, était quasi direct, ce qui m’aidait à surmonter certaines résistances quelques fois extrêmes. Par contre je dus rencontrer des sociétés de consulting aussi importante que Accenture et même celle de Casaleggio, le futur inventeur de Rousseau, d’autres moins importantes me fournirent du personnel hautement qualifié qui s’intégra parfaitement dans le projet. Je trouvai aussi dans le labyrinthe inextricable de l’organisation Olivetti de jeunes personnes qui feraient par la suite un carrière exemplaire. L’équipe formée, nous réalisâmes un pilote dont le succès indéniable libera le projet qui prit rapidement une vitesse de croisière. Un collègue m’avait offert son appartement à louer meublé, je pus faire venir ma femme, le déménagement fut ainsi très léger et comme deux amoureux quinquagénaires, transplantés dans cette merveille qu’est l’Italie, nous pûmes réinventer notre vie.

Je voyageai beaucoup bien sûr, il n’est pas un coin de ce pays, je le répète et je signe, le plus beau du monde, que nous ne visitâmes. Nous découvrîmes la véritable Italie, splendide, variée, riche et pauvre à la fois, décrépie et ruinée mais encore plus belle ainsi, différente surtout, romains et milanais ou mieux encore Palerme et Bolzano sont aux antipodes. La culture, le vocabulaire, l’accent, et avant toute chose la cuisine sont complètement divers, mais ce qui en fait l’unité c’est le sens du beau, de l’élégance, de l’art, comme nulle part je ne le rencontrerai jamais.

La cuisine nous avons appris à la connaitre, à la pratiquer et nous ne nous contentions pas d’une région, c’eut été dommage, les meilleures sont certainement la napolitaine et, beaucoup moins connue, mais avec une touche arabe, la sicilienne, nous vous recevrons aussi bien avec la pasta con le sarde qu’avec le risotto alla milanese et comme antipasto la focaccia de Recco ou le vitello tonnato. Le plus extraordinaire pour moi, c’est la simplicité des plats, la bonté des ingrédients parfois les plus pauvres surtout dans le sud que nous ne connaissions pas du tout, où les plats n’ont d’équivalents que l’extrême beauté de la nature en contraste avec la pauvreté d’un peuple qui, par ailleurs a su conquérir le monde.

Toutes les filiales furent installées en quelques années, le résultat était démontrable. Le projet méritait vraiment son nom “Easy” facile, malgré la réelle difficulté qu’il y eut a changé les habitudes, les procédures, l’individualisme est roi dans ce pays. 

Et ce qui devait arriver arriva, nos commerciaux ne cessaient de le vanter, de plus en plus souvent nous devions le présenter, le démontrer justifier la valeur de l’investissement et notre structure, notre projet se transforma en une division de vente. le premier client fut la Pirelli, mais ceci est une autre histoire, une histoire Italienne.

Jean Claude Fonder

JC, ML, Mimi, Ana, Valeria et les autres…

Quand je posai le point final et remisai ma plume. Je me rendis compte que je l’avais écrit en espagnol. Je vous parle du Projet Easy que j’ai publié il y a peu. C’est évidemment une figure de style, il y a bien longtemps que le clavier, chez moi, a substitué quelque plume que ce soit. Et cependant je me targue d’écrire et, qui plus est en espagnol, c’est ce que je vais maintenant vous raconter.

Si vous avez lu Projet Easy, voussavez que je suis informaticien et que bien que né belge, je vis en Italie, parle italien et même je suis devenu italien. Vous me direz bien sûr, comment est possible une telle transformation.

Je me pensionnai quelques mois avant la date. J’avais passé 4 mois à l’hôpital pour un petit problème cardiaque, rien de grave mais pour des problèmes post opératoires mon séjour s’était prolongé. Résultat, j’étais complètement déconnecté. Je venais de conclure la vente d’un projet millionaire. J’avais été félicité et acclamé sur le podium durant la réunion annuelle que tenait la Citrix, à Orlando en Floride, une fête à l’américaine, à mi chemin entre un rassemblement de boy-scout et la convention d’un parti politique.

Étrange conclusion pour ce qui avait été le Projet Easy. Rappelez-vous la première vente à l’italienne Pirelli, un succès qui fut suivi par beaucoup d’autre pendant plusieurs année jusqu’à la banalisation de ce genre d’infrastructure dans l’ensemble du marché. Nous le relançâmes en affrontant le problème majeur qu’il portait dans son architecture. Nous avions remplacé les tonnes de statistiques sur papier listing par de beaux graphiques interactifs, nous avions substitué les horribles terminaux 3270  de l’IBM par d’élégants PC de design italien, nous avions permis la communication simple et rapide, mais il s’agissait d’une architecture distribuée, comme nous   l’appelons dans nôtre jargon. L’assistance est extrêmement coûteuse, elle doit bien sûr être locale. Que faire alors? Il fallait la centraliser à nouveau mais sans perdre la facilité reconquise. Il fallait virtualiser le PC.

Citrix une société américaine avait développé une technologie qui permettait de le faire en tout ou en partie ce qu’aujourd’hui tout le monde appelle le cloud computing. Le nuage si vous préférez. Mon équipe et moi même, nous lançâmes dans cette nouvelle direction, et rapidement les premiers résultats furent plus qu’encourageants. Nous commençâmes à diffuser cette nouvelle solutions auprès de nos nombreux clients.

La Olivetti, dans l’informatique, et pas seulement, était en perte de vitesse. De Benedetti, son patron, l’avait abandonnée, il n’y croyait plus et avait décidé, à juste titre, comme le futur allait le démontrer d’investir dans le marché des télécommunications. Il créa Omnitel, l’ancêtre de ce qui deviendrait la Vodafone. L’Olivetti sans investissement s’écroula, il commencèrent par licencier les dirigeants, j’en faisait partie, et fut démissionné avec un substantiel dédommagement.

J’avais mes projets et les clients bien en mains. La citrix qui vendait ses produits au travers de petits distributeurs m’engagea sur le champ, je pouvais leur ouvrir la porte des grands clients dans toute l’Italie. Je travaillai dur, le succès ne se fit pas attendre et quatre ans plus tard, je concluais mon dernier contrat. J’étais en pension. Il me fallait faire tout autre chose.

— Racontez-moi tout, qui êtes-vous, votre famille, votre travail …, —demanda  sans vergogne Mimi en espagnol.

Mimi, nous le sûmes plus tard, c’était son petit nom, en réalité elle s’appelait Carmen, et bien sûr c’était une pure andalouse. Je ne vous cacherai pas que ce mot andaluz déclenche en moi des émotions artistiques à n’en plus finir, l’opera de Bizet, le Bolero de Ravel, nuits dans les jardins d’Espagne de Manuel de Falla, le Flamenco, et surtout tout l’héritage que les arabes laissèrent Al Andaluz.

Nous, ma femme Marie Louise et moi, commençâmes ainsi avec elle un long dialogue qui dura des années. J’aurai du enregistrer ces milliers d’heures que nous passâmes ensemble. Nous abordions tous les sujets et pas seulement ceux en rapport avec notre propre histoire, notre connaissance réciproque se transforma en une profonde amitié qui n’est pas près de s’éteindre. Nous apprenions non seulement le castillan mais l’histoire, la politique et surtout la culture espagnole et, plus en général la culture hispanique. Un véritable trésor inépuisable dont, avec notre culture française, nous n’avions pas la moindre idée. Nous nous inscrivîmes alors sur les conseils de Mimi aux activités culturelles du Cervantes. Elle mêne  y donnait un cours de littérature.

Mais n’anticipons pas. Comment avions nous pu en arriver là?

De retour à la maison, au sortir de l’hôpital, un homme comme moi, habitué à travailler à un rythme d’enfer, éprouvait une sensation qui devait être celle d’un lion en cage. Vous n’allez pas le croire, la solution ce fut une télé-nouvelle. En fait un cours d’espagnol en 24 DVD que distribuait durant l’été le Corriere della sera. En trois mois, nous lui fîmes un sort, avec la convalescence je ne pouvais guère sortir. Mais en plus pour un francophone qui parle couramment italien, c’était d’une facilité déconcertante. La compréhension était totale, en plus tous les matins j’écoutais la RNE premier canal pour entendre parler. Ce qui nous manquait évidemment, c’était le dialogue. Pour y remédier, nous participions à tous les cours gratuits, évènements et présentations disponibles à Milan. Un jour, à la Fnac qui existait encore, sur l’heure de midi, Mimi donnait un petit cours sur l’Espagne et les espagnols, merveilleusement nous comprenions absolument tout.

— Pourriez-vous nous donner un cours particulier à ma femme et à moi, deux heures par semaine? —interrogeai après la classe.

Avec Mimi, ce fut comme si nous étions devenus espagnols, non seulement nous parlions, mais nous écrivions, nous suivions tout a travers les journaux, la radio et la télévision, la politique, les sports, les films, les séries. Et puis surtout la lecture, nous avions tant à apprendre et à lire. Je ne tardai pas à comprendre que Cervantes, le Don Quichotte était indispensable, la base qui soutenait tout l’édifice. J’entamai donc ma première lecture de ce chef d’oeuvre, il y en aurait d’autre. Et  nous n’arrêtions pas, nous allâmes avec Mimi à Séville, pour participer à la biennale de flamenco, qui se tenait tous les deux ans, ce devint un rendez-vous obligé. Et bien sûr à Madrid, chaque année aussi nous la visitions comme pour un peu nous en approprier, nous y avions de plus en plus d’amis.

Quant à la classe de littérature en español, je commencé avec Mimi, mais par après nous changeâmes de nombreuses fois de professeur, tous devinrent des amis, les élèves, des femmes surtout, elles et eux petit à petit formèrent un énorme groupe qui allait se consolider en fréquentant la bibliothèque Jorge Guillén et son club de lecture.

Il faut que je vous en parle de cette bibliothèque. Celle de l’Institut Cervantes de Milán quand il était situé via Dante, la rue qui faisant front au château, ce château imposant qui au temps des autrichiens contrôlait Milan. Elle se trouvait au premier étage du bâtiment ancien occupé par tout l’institut. Elle était magique, les murs étaient tapissé de livres, romans bien-sûr mais aussi  de dictionnaires, de livres de référence, de vidéos et même de bandes dessinées. Toute cette connaissance entourait de grandes belles tables en bois que l’on pouvait configurer selon les besoins, mais surtout pour orchestrer ce merveilleux outil, la fée du logis, la maitresse de maison, une personne exceptionnelle, l’amie de tous Ana López. Une parmi les nombreuses activités qu’elle gérait, c’était le club de lecture, Aire Nuestro, selon le nom de l’oeuvre majeure de Jorge Guillén. 

À l’époque, la page internet de l’institut était plus que succincte et bien sûr les réseaux sociaux n’étaient pas fréquentés. Ana avait vu ce que j’avais créé pour accompagner, mémoriser et illustrer le cours que Mimi donnait à ce moment avec pour thème Les médias. Indécrottableinformaticien je n’avais pu m’empêcher d’utiliser les techniques actuelles pour partager avec mes compagnons, ou plutôt mes compagnes de classe les acquis du cours. Avec Ana qui avait vu ce qu’il y avait moyen de faire, nous projetâmes ce qui deviendrait plus tard un véritable revue électronique, nous n’appelâmes Aire Nuestro comme le club de lecture. Le but était de l’accompagner, le compléter, s’en rappeler. Ancore aujourd’hui vous pouvez trouver dans le menu l’historique du club et consulter les articles de l’époque.

Le club de lecture fut créé en 2009 par Ascensión qui était bibliothécaire à cette époque, je fis partie du groupe initial, le premier auteur invité fut Dante Liano, un fameux écrivain Guatémaltèque, auteur d’un livre de contes qui s’occupait de littérature latino-américaine à l’université catholique de Milan. Le modérateur Arturo Lorenzo directeur du centre et écrivain lui aussi, ce fut un vrai succès. Nous continuâmes donc sous la conduite de Ascensión jusqu’en 2012 au rythme d’un livre par mois. Les livres choisis étaient pour les néophytes que nous étions, des grands livres, je n’utiliserai pas le terme de bestsellers qui auraient plutôt été un critère d’exclusion selon nos goûts. Je ne peux bien sûr pas les citer tous, mais si je vous laisse quelques noms vous aurez compris: Roberto Bolaño, los detectives salvajes, José Luis Sampiedro, Santiago Roncagliolo, Luis Sepulveda, Elvira Lindo, …. Nous ne pouvions pas évidemment les inviter, sauf quelques-uns qui était à Milan pour présenter une traduction en Italien. Mais le club fonctionnait bien et le débat entre nous était intéressant, et il y avait de plus en plus de participants.

En 2012 Ascensión quitta le Cervantes et rentra en Espagne, Ana avec son enthousiasme habituel la remplaça, elle n’avait pas fait d’étude pour être bibliothécaire on ne pouvait la nommer, mais pour les usagers, la bibliothèque c’était elle, elle était indispensable, le Cervantes de cette époque ne tenta pas de la substituer. Par contre plus que jamais, les activités d’animation se démultiplièrent, visites d’école, cours d’informatique et bien sûr nous reprîmes les club de lectures, certains d’entre nous dont moi-même, nous nous improvisâmes modérateurs.

En 2014, Valeria Correa Fiz, nous rejoignit pour modérer les clubs organisés avec présence de l’auteur, et en général des livres plus actuels. Elle avait l’expérience, elle était argentine, avocat, avait conduit ce type d’activité en Floride á Miami, et actuellement à Milan elle animait un club à la librairie internationale Melting Pot. 

Nous avions embrayé la cinquième vitesse. Dans le domaine littéraire, Valeria est un puit sans fond de connaissances, de cultures et de compétences, non seulement espagnoles ou latino-américaines, mais aussi anglaises, françaises, etc. Je l’avais connue dans une rencontre de poésie à l’institut, déjà là je fus étonné par ses questions, et son aisance naturelle. D’ailleurs elle est poète elle-même, elle a remporté des concours et publié des recueils. Tous nous furent impressionnés par l’empathie qu’elle sait développer durant nos rencontres. Avec ou sans auteur passer un heure avec elle sur un thème culturel est absolument ineffable.

Elle anima jusqu’ici cinquante et un clubs, dont 30 en présence et vingt et un ligne. Les auteurs et autrices qui participèrent son au nombre de 44. Il y eu de fameux personnages comme Antonio Muñoz Molina, Fernando Aramburu, Marta Sanz, Berna González Harbour, David Trueba, Clara Obligado … Le plus extraordinaire c’étai l’intimité qu’il y avait autour de la table, toute différente d’une estrade où se trouveraient perchés les intervenants à l’abri des questions du public. 

Vous pouvez en juger sur cette photo qui sert de bannière à notre publication. Valeria est au centre de l’image à coté de Muñoz Molina.

Et vous ne voyez que la moitié du public, il y en a tout autant de l’autre côté. En effet nous sommes de plus en plus nombreux. On peut le mesurer chaque année quand Ana organise le jour du livre, la saint Jordi comme à Barcelona. C’est un peu comme notre fête annuel. 

Les premières fois qu’elle nous fit découvrir cette pratique inusitée en Italie, il s’agissait simplement d’offrir une rose aux visiteurs qui se présentaient et lisaient un poème ou un extrait de livre. Par la suite l’intarissable Ana, accompagnée des nombreux volontaires dont elle s’était entourée inventa des jeux, organisa des séance de fotos dans un décors inattendu, trouva des sponsors pour nous offrir un apéritif con tapas à la manière espagnole, j’en passe et des meilleures. Iris, une des volontaires les plus actives, une année réalisa les roses au crochet, chaque fois finalement elle nous préparait de petits cadeaux merveilleux qu’elle fabriquait à partir des matières les plus saugrenues. 

C’est alors que naquit un autre idée qui allait se transformer petit à petit en un véritable café littéraire. Le Tapañol. Tapas en español. Nous avions observé  que la bière et le vin déliaient les langues, après une chope ou une coupe notre espagnol n’en n’était que meilleurs. Une fois par mois nous nous rencontrions dans un bar pour bavarder en español. Le succès fut immédiat, de plus en plus de personnes y participaient. Au contraire de ce que certaines écoles organisaient, ce n’était pas un cours mais une simple rencontre entre amis pour parler de tout et de rien sans contrainte. Après quelques années évidemment l’affluence se réduisit, il fallait quelque chose de plus pour relancer l’idée. 

Le concours de Microrrelatos non seulement sauva nos rencontres mais allait faire naître une source inépuisable de textes et d’auteurs qu’encore aujourd’hui se publient avec succès dans la revue du même nom. C’est très simple sur un thème donné, ou une peinture ou une photo, les participants envoie un texte de petite ou de moyenne dimension par courrier électronique. Les textes sont assemblés, révisés et soumis au public du Tapañol pour être votés. À l’époque dans le bar les auteurs les lisaient eux-mêmes. Les gagnants étaient publié sur internet dans une la revue qui déjà à l’époque atteignait dans tout le monde hispanique plus de 300.000 lecteurs.

Si vous aimez lire, vous aimez connaitre: connaitre c’est aussi vous plonger dans d’autres domaines, d’autres histoires, d’autres vies réelles ou imaginaires. Mieux encore avec l’écriture vous aller pouvoir les créer e les raconter.

Cela Valeria le savait bien, elle qui publia pendant que nous la fréquentions  non seulement de nouveau recueils de poèmes mais surtout deux merveilleux livres de nouvelles, La condición animal et Hubo un Jardín. Vous devez savoir que non seulement elle animait la plupart des club de lecture, mais avait pris en main le cours de littérature contemporaine, organisait des séminaires de lectures et surtout, finalement, dirigeait un cours ou plutôt un atelier d’écriture créative. Pour notre groupe elle était devenue indispensable.

Ce fut un coup de tonnerre dans un ciel serein quand nous apprîmes en 2015 qu’elle se transférait à Madrid, pour sa carrière littéraire bien sûr, mais aussi parce que son époux également devait se transférer.

Curieusement c’est cette situation qui allait nous aider à être parmi les premiers à dépasser et même à transformer en succès la période du Covid, la terrible pandémie de 2020.

Le club de lecture continua car Valeria venait à Milan, pour l’animer. La classe de littérature nous reprîmes à changer régulièrement de professeur. L’atelier d’écriture, c’était un grand problème. Le Cervantes me demanda de trouver une solution. Nous installâmes dans la bibliothèque, où l’atelier avait lieu, un grand écran et une camera au bout d’une grande table, au milieu de la quelle il y avait un micro conférence, le tout connecté à un ordinateur équipé du software Skype (vidéophonie) , ce qui permettait de transporter en quelque sorte Valéria dans la bibliothèque et à elle de nous voir tous ensemble tranquillement assise chez elle derrière son bureau et son ordinateur. C’était moi qui était derrière le clavier à Milan, j’étais devenu en plus de participant, une espèce d’assistant cybernétique comme aime encore aujourd’hui m’appeler Valeria, et on ma surnommé JC, c’est plus facile à prononcer que Jean Claude pour un espagnol ou un Italien.

Quand le confinement devint inévitable et que les rues était désertes, nous étions tous derrière notre ordinateur, pour beaucoup désormais leur instrument de travail, pour d’autres un meilleur moyen que la télévision pour voir des films ou des séries, assister à des conférences ou à des concerts. Les instruments de vidéoconférence se déchainaient. Je choisis Zoom un nouveau venu qui démontra rapidement d’être le meilleur malgré la guerre sans pitié que menèrent contre lui Microsoft, Google et d’autres. J’achetai la versión professionnelle et proposai au Cervantes de Milan de reprendre “en ligne” le séminaire de littérature et surtout l’atelier d’écriture avec bien sûr Valeria qui n’hésita pas à ce lancer dans l’aventure. Ce fut un succès immédiat, notre groupe y était préparé, nous étions les premiers et Valeria était géniale derrière un écran. Cela ce su rapidement et les participants hors de Milan, hors des frontières et quelques fois même hors de notre continent ne tardèrent pas à nous rejoindre. De plus l’usage de l’informatique permettait de tout enregistrer, donc être absent, avoir un empêchement n’était plus un problème, on pouvait tout revoir, les classes et les clubs de lecture.

Je vous laisse imaginer ce qu’il se passa pour ces derniers. L’auteur pouvait toujours être présent, des frais de voyage il n’y en avait pas, seul les horaires pouvaient être un problème pour le décalage. Au début la participation dépassa tous nos espoirs, pour Marta Sanz si je me rappelle bien nous avions, connectées, près de cent personnes, mais le plus formidable fut que Valeria pût inviter durant les séminaires des auteurs originaires de toute l’Amérique Latine.

Bien sûr la fin de la pandémie, fit renaître l’envie de serrer les mains, de s’embrasser, de connaître directement les personnes, mais l’innovation, le raccourcissement des distances, l’enregistrement et bien d’autres avantages, on ne pouvait pas les reperdre. Donc il faudra bien que le virtuel et le présenciel coexiste.

Le Tapañol est un exemple. Lui aussi, pour l’aspect concours de micros, s’adapta parfaitement, la participation pu s’élargir et le processus de sélection se fit naturellement, aujourd’hui ce sont d’excellents écrivains qui y participent. Mais quand les contacts purent reprendre nous lui dédiâmes une journée supplémentaire ou les milanais pouvaient bavarder, lever le coude, et “tapear” sans restrictions dans un bar sympathique.

“The truth is that writing is the profound pleasure and being read the superficial.” (Virginia Woolf)

« La vérité, c’est que l’écriture est le plaisir profond et être lu le superficiel. » (Virginia Woolf)

“La verdad que escribir constitue el placer más profundo, que te lean es solo  un placer superficial.” (Virginia Woolf)

C’est très vrai je crois, mais qui donc rejette le superficiel? 

Nous nous étions créé au travers de toutes ces activités un outil puissant, le blog, les blogs et les réseaux sociaux pour les distribuer.

Aire Nuestro (150 mille lecteurs) et Los Amigos de Cervantes (450 mille lecteurs). Derrière eux, une véritable banque de donnée Microrrelatos del Tapañol qui sous forme d’une revue électronique reprend, assemble et permet de naviguer dans les centaines de textes que nous avons publiés.

Ce texte que vous êtes entrain de lire s’y trouve, même si vous avez reçu le lien par les blogs ou les réseaux sociaux. Il fait partie d’un recueil de récits de JC Fonder que j’ai appelé “Nouvelles”.

Jean Claude Fonder

Le meilleur ami

Madeleine était épuisée, tout son corps tremblait sous le poids merveilleux de Georges, son amant depuis toujours, une belle pièce d’homme, son meilleur ami. Ce fut son premier quand à 16 ans il l’avait déflorée par jeu, elle voulait savoir, comprendre. La vie, les circonstances et ses parents les avaient séparés, mais de tant à autre ils ne manquaient jamais l’occasion de se retrouver. Cela finissait toujours ainsi, il s’endormait en elle, il la possédait totalement.

Pierre Dupuis, ouvrit la porte avec difficulté, la clef semblait ne pas vouloir rentrer dans la serrure. Il pleuvait cette nuit-là et le retour avait été pénible. Les phares qui l’aveuglaient, les nuages d’eau qui battaient la voiture comme une mer déchainée, les essuie-glaces qui ne suivaient pas, une torture, plusieurs fois il s’était arrêté, dans une aire de repos. Il voulait pouvoir penser. 

Qu’allait-il dire? Carmen avait été intransigeante, il devait se déclarer aujourd’hui, sinon c’était fini. Il était si heureux avec elle, sa vie sexuelle était pleine, Carmen savait l’emmener au de là de lui même, elle n’avait aucune limite son imagination dépassait tout se qu’il avait jamais rêvé. Avec Marie sa femme, il y avait toujours quelque chose, la lumière, les voisins qui pouvait les voir, elle avait ses règles, les enfants allaient se réveiller, …

Georges, était sous la douche, elle était très chaude et cela ravivait son désir. Madeleine était une femme exceptionnelle, elle était sa meilleur amie, elle le comprenait, elle savait anticiper ce qu’il aurait souhaité mais surtout avec elle il était bien, il pouvait parler des heures ensemble. Il se connaissait comme frère et soeur. Avec Carmen, ils ne se rencontraient jamais. Leur mariage avait été une brillante cérémonie, sous le feu des médias évidemment. C’était leur interêt, leur célébrité en fut ravivée, pour quelques années seulement. Ils ne tournèrent qu’un seul film ensemble.

Il ne douta pas et se dirigea à nouveau vers lit.

Pierre complètement trempé, retira son imperméable et son veston. Il portait son holster à l’épaule, il hésita si le garder ou pas. Son métier conseillait de ne jamais le quitter, puis il y avait la scène qui allait suivre. Il ne se voyait pas déclarer à Marie qu’il avait une maitresse et qu’il voulait la quitter en tenue de travail. 

Qu’allait il dire?

Ce n’était pas une amante exceptionnelle, mais c’était une mère admirable. Ils avaient  eu deux jumeaux. Il en était si fier. C’était elle qui avait su les élever, elle savait être dure et sévère, mais aussi douce et caressante et lui qui par métier était si souvent absent. Quand Carmen tournait en Europe, cela pouvait durer des mois. Il monta à l’étage où se trouvaient les chambres. Il passa devant la chambre des jumeaux qui était entrouverte. Il jeta un coup d’oeil à la porte silencieuse de sa femme, il se rappela la naissance douloureuse de John et Jonatan. Marie avait souffert mille morts. Il ne pouvait pas l’abandonner ainsi.

Cette Carmen qui le dominait, l’emprisonnait par le sexe, elle ne pouvait pas lui enlever cela, cette famille pleine d’amour et de tendresse. Il regarda à nouveau les jumeaux dans leur chambre décorée comme un camp indien. Il sortit son pistolet et se rappela les jeux infinis que son arrivée en voiture déclenchait. Les attaques à la diligence, “paf, paf”, les coups de feu qu’il simulait pour se défendre de ses petits indiens tout peinturlurés et couverts de plume.

Soudain un cri prolongé et effrayant sortit de la chambre de Marie.

Madeleine ouvrit très fort les jambes, puis les resserra sur le dos de son amant pour qu’il pénètre au plus profond d’elle même. Son cri était interminable comme l’orgasme qui la secouait si terriblement. La porte vola en éclat, Pierre qui hurlait lui aussi déchargea les six coups de son pistolet dans le dos ensanglanté, déchiqueté de Georges Cloen. Le bras de Marie Madeleine Dupuis retomba inerte sur le lit, au flanc de son corps sans vie.

Jean Claude Fonder

Scènes de Western

Jolly progressait lentement bien que la faim tenaillât son estomac vide après une journée entière de voyage. La descente était difficile vers la petite ville de Fort Jackson, la pente était forte mais le chemin était large et sinueux, il déployait ses lacets sur les flancs des montagnes environnantes, la vue était majestueuse. Luke, le Stetson bien enfoncé sur les yeux pour se protéger du soleil contemplait les quelques baraques en bois qui composait cet ancien fort, aujourd’hui repaire d’une bande de hors la loi, les Daltons. 

Kathy, remonta sa culotte bouffante, réajusta son corset, tira ses seins au dehors et passa un peignoir grand ouvert qui découvrait généreusement sa poitrine opulente. Tout son corps perché sur des escarpins se balançait au rythme de chaque pas qu’elle faisait pour descendre les marches de l’escalier qui montait aux chambres que les filles du Saloon pouvaient utiliser pour y exercer le plus vieux métier du monde. Au son déglingué d’un vieux piano ces beautés pirouettaient entre les tables où les cow-boys, les chercheurs d’or et les hors-la-lois jouaient au poker ou cuvaient simplement le whisky frelaté que produisaient les patrons du bar et qu’ils vendaient comme s’il provenait des caves de quelque manoir écossais. 

Joe, Jack, William et Averell Dalton, surnommés les frères Dalton, assis à un table adossée au mur, se chamaillaient comme s’ils avaient encore 16 ans. Averell avait dégainé son Smith & Wesson à six coups. Il le secouait en hurlant sous le nez de son frère Joe qui demeurait impassible comme un statue du musée Tussaud. Kathy se précipita craignant une tragédie Shakespearienne. Elle attrapa Averell par les cheveux, enfouit son visage entre ses nichons et c’est à peine si elle ne l’étouffât pas sous les yeux hilares de ses frères.

À ce moment l’ombre de Luke pénétra dans le bar sous la porte à battant de l’entrée. Les quatre Dalton déchainèrent un feu d’enfer, la porte vola en éclat. Et quand, peu après, le shérif du lieu, qui portait au bout de son fusil le même couvre chef que le fameux chasseur de prime, s’encadra dans l’ouverture détruite, leurs armes étaient vides et la voix de Luke qui était derrière eux deux Winchesters dans ses mains retentit: «Hands up!».


— Joe, j’ai préparé  ton porridge, —hurla Cathy à l’extérieur de la porte. 

Joe Dalton enfermé avec ses autres frères dans la cellule  installée dans le bureau du Shérif, se réveilla brusquement, s’accrocha aux barreaux et interpella le shérif qui somnolait couché sur son bureau.

— ¡Billy! Réveille-toi! —Hurla-t-il. — Cathy m’a apporté mon déjeuner habituel.

— Blague pas Joe, on est pas au Ritz, ici.

— Allez Joe, ce sera le premier jour de ma vie sans mon porridge. Cathy est la dehors, ne le laissons pas refroidir.

— Tu exagère Joe, — intervint soudain Averell, en s’approchant, — moi je voudrais…

Joe sans prévenir lui donna un violant coup de poing dans l’estomac qui lui coupa le souffle. William lui plaqua la main sur la bouche et le tira en arrière où Jack également le maintint également immobile.

— Imbécile souffla William à son oreille.

Entretemps le Shériff avait ouvert la porte à Cathy emmitouflée dans une grande cape qui ne laissait rien voir de son corps qu’elle avait abondant.

Elle se précipita vers la cellule en portant sa grande casserole à bout de bras.

— Ouvre-moi. s’il te plait Billy, c’est très lourd. 

— Ne me prend pas pour un idiot dépose cela sur mon bureau.

Cathy obtempéra. Mais à peine le Shériff se pencha-t-il pour ouvrir la casserole, elle rejeta en arrière toute sa cape et tous purent admirer la splendide poitrine de la jeune femme bardée de pistolets. Elle dégaina un six coups avant que Billy eusse pu faire le moindre mouvement, tira en l’air et pointa la gueule de l’arme sur le front de l’homme étoilé, tout en jetant aux frères Dalton les autres ceinturons qu’elle portait.

Ceux-ci menacèrent aussi le Shériff qui savait qu’ils n’hésiteraient pas à tirer s’il n’ouvrait pas la porte de leur prison.

À cet instant plusieurs coups de fusils qui venaient de l’extérieur firent voler la fenêtre du bureau et criblèrent la cellule, Joe fut blessé à l’épaule et Luke entouré de plusieurs adjoints entra la winchester fumante à la main.


—Luke, tu peux me fouiller.

—Pas de problème, Cathy, je sais que tu es innocente.

—Eh bien, mon cher, tu ne sais pas ce que tu perds, j’en suis intimement convaincu.

La scène se déroulait devant la porte de Doc Bradley, où le pauvre Joe Dalton avait été installé dans un lit. Le pauvre homme avait été blessé lors de l’altercation qui avait précédé sa capture. Doc Bradley, qui était ivre toute la journée, comme tous les soirs, avait été remis sur pied par Luke à coup de seaux d’eau glacée. Personne ne le croira, mais sous la menace de la Winchester de Luke, il avait réussi à retirer la balle logée près de l’omoplate dans l’épaule de notre bandit. Ce matin, il était déjà mieux et bandé comme une momie, le Stetson placé sur le visage, il ronflait généreusement. Luke, assis à travers la porte, bloquait le chemin.

— Si vous me laissez entrer, je voudrais le soigner.

— Il dort, tu vas le réveiller.

— Les soins que je peux prodiguer sont inestimables, mon cher.

Elle  releva sa robe hardiment devant le blessé.

Celui—ci, sans hésiter, sortit un Derringer à deux coups qu’elle avait introduit comme un trésor dans sa plus tendre intimité.

« PAN !»

Un coup de feu fit voler l’arme hors de sa portée. Lucky Luke, rengaina, il avait tiré plus vite que sa pensée…


Jean Claude Fonder