
Andrés está tranquilo en su casa: Elisa ha salido para llevar a Samuel a la guardería y él se está preparando para ir a la oficina. Acomoda los platos del desayuno en el lavavajillas y se dirige al baño para cepillarse los dientes. Mira el reloj y tiene tiempo de sobra para la reunión de las 9:30. Le gusta mucho la puntualidad.
A último segundo decide cambiar la corbata. La que tiene es demasiado vistosa y no es época de carnaval. Abre el armario y nota un sobre que sale del clóset de su esposa. Es un sobre normal, sin ninguna indicación. Decide abrirlo para descubrir qué es.
Querido Carlos,
Han pasado cuatro años desde aquella noche, y he guardado un secreto que ya no puedo ocultar: Samuel no es de Andrés, sino tuyo. Sé que esto te sorprenderá, pero en su momento, el miedo me paralizó y no supe cómo decirte la verdad.
He intentado olvidarlo, pero mi conciencia me atormenta cada día más. Siento que necesitas saberlo.
Lamento el dolor que esto pueda causarte, pero ya no puedo seguir viviendo con este silencio.
Elisa.
Su mente se detiene, incapaz de procesar lo que acaba de leer. Siempre confió en Elisa y ha tratado de brindarle lo mejor del mundo para que ella pudiera criar al niño. Se ha roto el lomo trabajando y la recompensa es una puñalada en la espalda. Trata de mantener la calma, a pesar de lo difícil que es. No puede faltar a la reunión, entonces sale.
Mientras espera el ascensor llama a Elisa:
—Mi amor, ¿qué tal si almorzamos en el restaurante libanés que tanto te gusta? Está cerca de mi oficina. — pregunta tratando de ocultar su enojo. (¿Lo habrá conseguido?)
—¡Claro que sí, cariño! — responde contenta.
—Bueno, entonces llama y reserva una mesa para las 3. ¡Muchas gracias!
—¡Está bien! Nos vemos ahí adelante. — y cuelga.
Se pasa la mañana pensando en qué decirle a su esposa. No quiere hacer un escándalo. Necesita medir bien sus palabras. Está distraído. La reunión es muy aburrida. Las palabras del jefe se convierten en ruido blanco mientras Andrés sigue atrapado en sus pensamientos. La reunión termina y todo el mundo vuelve a su oficina. Andrés no para de mirar el reloj para ver a qué hora puede salir.
—Hola mi vida, dice Elisa, sonriéndole a su esposo.
—Hola cariño. Andrés no sabe disimular sus sentimientos y tiene miedo de haberle respondido de manera brusca. —Sentémonos en nuestra mesa.
—Elisa, necesito hablar contigo. Tengo unas preguntas muy importantes para hacer. Andrés es muy cortante con sus palabras.
—¿A qué te refieres, corazón? — lo mira con cara de asombro.
—¡Te juro que no pasó adrede! Esta mañana estaba en nuestra habitación y por casualidad encontré una carta de tu puño y letra para un tal Carlos. — suelta Andrés.
—¿O sea que estabas esculcando entre mis pertenencias? — Elisa no se lo puede creer.
—¡Qué no! Te estoy diciendo que la susodicha carta sobresalía del armario. Yo no estaba buscando nada. Aquí el asunto es el contenido de la carta, no cómo la hallé. — Andrés se da cuenta de que Elisa está intentando darle la vuelta a la tortilla. — ¿Quién es el tal Carlos?
—Yo soy ama de casa, ¿acaso yo me pongo a mirar tus documentos personales? — contesta ella.
—¿Eso qué cojones tiene que ver? Te estoy preguntando que quién mierda es Carlos. — Andrés está perdiendo la paciencia.
—¡Este no es un asunto tuyo!
—¿¿Estás loca?? En la carta admites que Samuel no es hijo mío, sino del tal Carlos. Significa que me has engañado y has quedado embarazada de él. ¿¿Cómo no va a ser asunto mío??
—¡Cálmate!
La conversación sigue y Andrés pide el divorcio. Elisa no tiene ni trabajo, ni propiedades, así que él tendrá que asumir todos los gastos que conlleva su decisión, pero no sabe cómo gestionar el asunto de Samuel. Lleva su apellido y, en todos estos años, lo ha criado como hijo suyo, ahora no puede dar marcha atrás. ¡Eso es lo único que le duele en esta pesadilla!
Samuel acaba de cumplir 18 años y sus padres se han esmerado para prepararle una maravillosa fiesta. Está emocionado, por eso no entiende cuando su padre, con tono muy cortante, le dice que quiere pasar un día entero con él para contarle algo muy importante. Está preocupado. ¿Qué querrá decirle?
—Samuel, perdóname lo brusco que voy a ser, pero no hay otra forma de contarte eso. — dice Andrés.
—Papá, ¡me estás asustando! ¿He hecho algo que no debías? contesta incrédulo.
—No, no, ¡tranquilo! Pero ya es hora de que sepas la verdad.
—No entiendo nada.
—Hace mucho años, cuando tú todavía era muy pequeño, me enteré de que tu mamá tenía un amante y tú naciste de esta relación amorosa, así que no eres mi hijo biológico. — comienza Andrés.
—¿Qué? ¿Y aún así te quedaste?
—¡Claro que sí! Tú no tenías la culpa, ni mucho menos. Siempre te quise y siempre te querré.
La mayoría de los autores que participan en esta revista han colaborado a la creación del libro:
- El bro de Sergio Ruiz
- El secreto de mi padre de Jean Claude Fonder
- El secreto del robot de Patricio Vial
- El secreto de Raffaella Bolletti
- El secreto de Sylvia Navone
- La Carta olvidada de Carolina Margherita
- Los secretos son mentiras de Silvia Zanetto
- Nombre secreto por María Victoria Abril Santoyo
- Nuestro tiempo de Blanca Quesada
- Reto secreto de Graziella Boffini
- ¡¡¡JÚRAMELO!!! de Iris Menegoz


