Langas italianas

Me tocó conducir más de dos horas y la última media hora estuve totalmente rodeada de viñedos. El color predominante es el verde, sin embargo también abundan los matices del morado. Aquí hay campos de maíz y avellanas por todas partes. Nos encontramos en un alojamiento precioso y desconectaré de la ciudad un par de días.

La señal de los móviles es muy débil. Nada de ruidos de ciudad, ni llanto de mi sobrino, menos música fastidiosa esa neomelódica de los vecinos en Milán: lo único que percibo son los tractores, las luciérnagas que viven aquí, el viento y nada más.

Nuestro “cuarto” es una casita de madera cuyo techo se abre para que podamos ver el cielo y, por ende, las estrellas. Si cierro los ojos y trato de respirar los olores siento un aroma a/de miel y cera de abejas. Justo al lado se halla un minúsculo jacuzzi. Apenas es para dos personas. Ya está lleno de agua.

La dueña del alojamiento nos explica cómo encenderlo para que salgan burbujitas. Después de horas conduciendo es lo que me sirve. Estreno el bañador en esta pequeña piscina. El agua está fría y ¡me encanta!

La sensación que sienten mis piernas es muy agradable: la circulación agradece infinitamente este momento. Me doy cuenta que debería ducharme con agua casi helada más a menudo. A veces siento las piernas muy pesadas al final del día y no puedo dormir. Sé que el frío sí me hace bien.

Después de un buen “chapuzón” me seco, me visto y me alisto para el/la apericena. Al parecer nos están preparando productos típicos de Piamonte para deleitar la noche, antes de mirar las estrellas. El albornoz no es (muy) suave; al parecer la última vez que puse la lavadora cometí algún error. El pelo está completamente mojado y no hay secador. ¡La ventaja de una casa rural sin electricidad! Chorrea un poco sobre los hombros.

Poco después llegan Gianni y Eleonora con unas bandejas llenas de comida y una excelente botella de tinto de su viñedo. Todo es casero y, mientras saboreo cada bocado, puedo sentir lo genuino que es todo: tagliatelle hechas en casa con ragoût son entre mis platos favoritos del mundo mundial, después tenemos un vitel toné exquisito. Se nota que la mayonesa no es de pote, sino que todos los ingredientes son de la huerta. Lo acompañamos de unos vegetales muy apetitosos hechos a la parrilla. Pedacitos/trocitos de calabacines, con berenjenas y pimientos con una pizca de sal y poquísimo aceite.

Cerramos con broche de oro: unos deliciosos duraznos. Son muy jugosos. Un postre tan simple y, a la vez, tan dulce. Toda la zona de Langas es famosa por sus vinos. Barolo, Dolcetto, Barbera y Nebbiolo son tintos muy diferentes y cada uno con su toque especial. Barriga llena, corazón contento. ¡Menos mal no tengo que conducir ahora!

El sombrero de Carito