
— Cuando todo está programado y lo sabes; el vuelo de la mariposa, la tela de la araña, la formación de la vida es una fórmula matemática grabada para siempre en las entrañas de cualquier bestia, en especial en los seres humanos, estamos inmersos, programados, buscando de forma continua el porqué de lo evidente. El tiempo y el espacio son uno, nadie está y es. Somos unos ingratos, debemos habitar desde que nacemos. Existimos en un episodio en la evolución; por eso es evidente que debemos perecer, con todas sus partes: obertura, recitativo, aria y coros. Somos ensayos de la memoria de la vida. Nos moldea: los huesos, los músculos, los tendones y los órganos. Lo blando y lo importante dentro, protegido. Por fuera lo más resistente y en lo alto la organización que envía mensajes que antes de nacer da vida a lo que ya está vivo.
Es un edicto como el orobal que nace en un sitio y necesita algo concreto para crecer, reproducirse y seguir un recorrido concreto. Porque la vida no puede permitirse un segundo inmóvil.
¡Una jaculatoria para el corazón! Todos nos vamos a quedar sin él. Las partes blandas desaparecen primero, por un tiempo la osamenta permanece y los huesos como las baquetas de un tambor creen que son útiles, pero sin piedad, porque el ojo ya no ve los colores del arco de lluvia, la cuenca está vacía y el magín se fue.
— Todos vamos a morir, pero por favor, profesor, siempre será mejor en un cuadro lleno de oropel y con un anafre.
— Bueno, querida alumna, en su caso lo mejor es el dogma y un hornillo calentará algo los huesos en el cielo o en el infierno, dónde usted prefiera, es un artículo de fe. La clase ha terminado. El próximo día veremos la matemática perfecta: la embriología.
— Será mejor irnos a una fiesta de carnaval. Yo seré un esqueleto, así me voy preparando, o un feto ¿No será lo mismo?
— Hasta mañana. Disfruta tu serendipia.
Blanca Quesada

