
— ¡Vaya! ¡La caja de mis fotos de las vacaciones en las islas! Es increíble lo que puedes encontrar cuando limpias la casa y piensas botar todo lo viejo, lo que ya no sirve… En fin, ¿Desde cuánto no las veía? Claro, son fotografías de viajes que se hicieron hace muchos años, de las de una vez, las que se imprimían y se guardaban como pequeños tesoros…
Isabel se sienta, deja de trabajar y observa la primera: siempre es una emoción volver a ver la imagen de su padre, relajado y alegre, y no tan serio come en su imagen que ella siempre ve en el cementerio. En esta foto en blanco y negro él está en Torcello, cerca de Venecia, su isla favorita, encantadora: muy tranquila, con lindas casas pintadas de colores brillantes, con canales en lugar de carreteras y barcos en lugar de coches. Papá – alto y esbelto, con su pelo rizado y ya un poquito gris – está sonriendo, delante de un complejo paleocristiano: la Catedral de Santa María de la Asunción. A su lado, aferrándose a su mano, hay una niña delgada, con el flequillo demasiado corto y un vestido bonito hecho por mamá… Es Isabel.
La segunda es una fotografía en color: un grupo de amigas que ríen y se abrazan en la playa: están en Fetovaia, una de las más evocadoras de la Isla de Elba, que forma parte de un contexto natural entre arena dorada y acantilados de granito. El color del mar varía del verde claro al azul intenso. Las chicas están bronceadas, poco cubiertas con sus bikinis, Isabel se cubre un poco la boca con la mano, como si estuviera riendo demasiado. Tienen veinte años, más o menos: Ana, la de pelo rizado y traje de baño rojo, es su compañera del instituto; Paloma, que la está abrazando, es la que estudia con ella en la universidad de Milán; Elena, la del bikini más pequeño, es su amiga desde siempre. Un momento perfecto, de los que no se repiten casi nunca.
La tercera es una foto de otro mundo: la maravillosa imagen de una playa de arena blanca y suave, enmarcada por palmeras tropicales, bajo un cielo que parece pintado. Una pareja joven, con unos anillos muy nuevos en sus dedos, los ojos de Isabel que se pierden en la sonrisa de él, los labios de Francisco que se apoyan en la frente de ella. Están en Mahé, la más grande y particular isla del archipiélago de las Seychelles, donde hay montañas de granito cubiertas de exuberante vegetación, y franjas de tierra que se adentran en el mar como brazos, formando bahías cuyas aguas cristalinas y turquesas brillan bajo la luz tropical.
Es la primera foto de su luna de miel, una foto que la guía les sacó hace más de 30 años, y hay muchas otras de ese viaje… Isabel pone las fotos sobre la mesa: esta noche las va a enseñar a su marido, que las había buscado varias veces sin éxito. Y sus recuerdos volverán a la isla, bajo las palmeras, en la playa dorada.
Silvia Zanetto

