
Leer era, y sigue siendo, la pasión más grande para mí. Empecé a leer desde muy pequeño, gracias a mi abuelo materno que, cada vez que venía a visitarme, me traía un regalo, y el regalo era siempre un libro. Era increíble cómo el abuelo sabía involucrarme en la lectura, por supuesto él había leído mucho en su vida y acertaba al elegir los títulos para regalarme.
El tiempo pasaba rápido mientras yo leía y estudiaba mucho. Había montones de libros en mi escritorio. Me gustaba verlos allí, parecían estar esperándome. Claro está que mi preferido se titulaba Cuentos de Justicia, puesto que ya estaba pensando en mi futuro.
Barcelona, ciudad en la que yo vivía, se había convertido en un lugar peligroso. Mis padres tenían esa percepción de inseguridad, vivían con el temor de ser víctimas de un crimen y el resultado de ello les producía un daño físico y psicológico afectando su bienestar individual, su salud mental, su felicidad y su calidad de vida. Su estado de ánimo estaba influenciado por las noticias de varios delitos cometidos en las calles. Mi padre ya no leía el periódico, ni leía libros, estaba como aplastado. Mi madre solo leía su libro favorito: la Biblia.
“Reuniones de hampones”: Así llamaba mi padre a los grupos de jóvenes en el parque. “Date prisa, termina tus estudios y cumple tu sueño. Al menos podrás hacer respetar la ley y castigar a los culpables.” Eso me decía mi padre, que estaba obsesionado con lo que ocurría.
Obtuve mi Bachillerato en Ciencias Sociales y Humanidades, aprobé la Prueba de acceso universitaria, cursé la carrera de derecho me licencié en la Universidad Autónoma de Madrid. Superé la oposición y por fin cumplí con mi deseo de ser Juez. Los libros que cambiaron mi vida y que siempre permanecen sobre mi escritorio se titulan Código Penal e Código de Procesamiento Penal. Ahora libro sentencias condenatorias, libro sentencias absolutorias, libro, libro, libro…esta forma verbal se está convirtiendo en una persecución.
Raffaella Bolletti

