
Edgar Degas (1834-1917)
El tiempo es gris, llueve intermitentemente, como sucede a menudo en Bruselas. Mi esposa nos lleva al circo Royal. En realidad es un circo de invierno transformado en teatro; el escenario tiene todavía las típicas características circenses: una pista redonda central rodeada casi en su totalidad por el público, como en un teatro griego.
No me gusta la danza, la que nos muestra aquí el cuadro de Degas, los tutús de las bailarinas y los zapatos de punta para las niñas, y para los niños los leotardos y las chaquetas de príncipe encantador. Pero, naturalmente, hay que hacer concesiones a la mujer. Por otra parte, este circo fue asignado a Maurice Béjart y su Ballet del siglo XX y me dicen que está de moda entre los jóvenes. Es muy difícil conseguir entradas.
Sin embargo, he logrado comprar dos y estamos sentados en las primeras filas para ver La Consagración de la primavera de Igor Stravinsky
El impacto es brutal, impresionante. Conozco la música, maravillosa y muy figurativa, pero hay que saber cómo mostrarla.
En la primera parte, la naturaleza se despierta. La savia sube a los árboles y a los machos humanos. Parece que están desnudos en el escenario, llevan un simple leotardo color carne que prácticamente no esconde nada, y están en una posición agresiva. Como animales, bailan al ritmo de una música salvaje y potente, tienen necesidad de luchar, de enfrentarse entre ellos para elegir al jefe que tendrá derecho a la hembra más bella.
Las hembras también se despiertan, se ofrecen, piernas separadas, pubis alzados. La reina ya ha sido elegida, su belleza lo determina; bailan a su alrededor y ponen de relieve la seducción de sus curvas. Pero permanecen atentas a la presencia de los machos, ante cualquier señal de su presencia – un ruido, un olor -, se asustan y se retiran a la corola que forma sus cuerpos alrededor de la elegida.
Finalmente, los machos aparecen, empujan hacia adelante a su líder que pierde toda su prepotencia ante la mujer, se vuelve tímido. Entonces comienza el juego del amor, ella lo atrae, lo rechaza; es ella quien elige mediante la seducción, lo provoca y finalmente sucede el coito desenfrenado, se lanzan el uno en los brazos del otro, entre sus cortes de hombres y de mujeres reunidos para procrear juntos en un aceleramiento musical.
Y al fin un gran aplauso, silbidos como hacen los jóvenes, y gritos agudos del público de mujeres jóvenes desenfrenadas.
La danza, así, me conquistó.
- Ya publicado en Alquimia Literaria
Jean Claude Fonder
