
Cuando tenía 11 años, mi hermana que era 16 años mayor que yo, se casó con un farmacéutico de un pequeño pueblo de montaña. Se conocieron en unas vacaciones en la playa donde íbamos cada verano y donde él practicaba en una farmacia local después de graduarse. Después de la boda, mi hermana extrañaba mucho a su familia, Milán y sus amigas así que, cuando terminaba la escuela, mis padres me llevaban con ella.
La farmacia era muy antigua, con grandes estantes de madera oscura, en la parte superior había una hilera de vasijas de cerámica con inscripciones en latín, lo que me hacía pensar que contenían pociones mágicas.
Yo pasaba mucho tiempo en la parte trasera de la farmacia, donde estudiaba o miraba los nombres de las medicinas y por qué se usaban. Desde la parte de atrás había acceso a un patio que se abría a un sendero junto al Rio Tanaro.
Un día, mi cuñado vio un ratón en el patio y decidió poner una trampa que inmediatamente cazó un ratoncito; cuando lo vi tenía los ojos muy asustados y me miraba buscando ayuda, de inmediato decidí liberarlo, tomé la trampa, me fui a la orilla del rio, con dificultad lo saqué y tiré la trampa al agua.
Cuando mi cuñado se enteró, se enojó, pero sus ojos se rieron porque él también amaba a los animales. Después de aquello, no puso más trampas y los ratones desaparecieron, tal vez había algunos gatos alrededor…
Leda Negri
