
¿Qué significa para mí la Feria del Mueble? Que mi ciudad natal, por una semana entera, se llene de extranjeros, en su mayoría diseñadores extravagantes y el metro siempre esté lleno de gente, que no cabe ni una aguja y que se me haga difícil regresar a la casa. Sin embargo también hay una nota positiva: intentar ayudarlos a ubicarse en las intricadas callejuelas de Milán y hacerlo en su idioma materno.
Por ejemplo, caminar tranquila rumbo a la universidad, toparse con una pareja de ancianos australianos que están desesperados buscando los servicios y entablar una pequeña conversación con ellos acerca de los viajes, de un país tan lejano como el donde han nacido ellos, acerca de su hijo que vive en Toronto y las cataratas del Niagara.
Intentar seguir el camino y que te interrumpa otra pareja, ya que te escuchó hablar en un “perfecto” inglés canadiense, intuir que son hispanos, preguntarles de donde son y, a su respuesta “¡México”! comenzar a hablarles en español. Esta vez la inquietud es acerca de de una zona de la ciudad (que ellos previamente saben que queda ahí cerquita) donde se come bien y hay unas callecitas minúsculas llenas de restaurantes. La respuesta es ¡Brera! y darles instrucciones acerca de cómo llegar hasta ahí.
La conversación está a punto de terminar cuando les digo que no son mexicanos (por el acento es evidente que son del Cono Sur) y su respuesta es que tengo la razón: son uruguayos, aunque lleven muchos años viviendo en México y sí, les confirmo que tienen un ligero tonito de Cantinflas.



