Mistero (segunda parte)

El policía no se rindió, quería absolutamente resolver el misterio así que pensó interrogar a los amigos de Stella.

Algunos no aportaron información útil, pero su mejor amiga, que ya había sido interrogada por la policía decidió hablar; ella también quería encontrar al asesino. Explicó que habían sido muy unidas desde la infancia y que Stella le había contado que, después de que su novio se fuera a Londres, se había enamorado de un profesor de la universidad quien correspondía a su amor, pero estaba casado y tenía dos hijos. Le había dicho a su novio que ya no quería más estar con él.

Quedó muy impactado con esta noticia y decidió interrogar personalmente al profesor para impedir que alguien lo supiera y arruinar a su esposa y los hijos. Concertó una cita y él accedió  de inmediato a responder a todas las preguntas. Dijo que él también se había enamorado de aquella dulce y hermosa chica, pero que no quería abandonar a su familia y que Stella merecía un amor joven y libre, puesto que con él no era posible; aunque habría sufrido mucho, la hubiera dejado vivir libremente su vida, pero no tuvo tiempo de decírselo antes de que muriera. Parecía sincero y tenía una coartada: el viernes anterior a la fiesta había salido de Milán para ir a la montaña con su familia, el hotel que lo había hospedado confirmó su presencia.

Ahora ya no sabía adónde dirigir sus investigaciones pero, de repente, tuvo una especie de iluminación, quería saber más sobre el prometido que ni siquiera había aparecido el día del funeral. Fue a comprobar los vuelos Londres /Milán de las compañías aéreas que habían tenido lugar los días de la desaparición de la niña y descubrió que él había llegado a Milán el sábado y luego se había ido a la mañana siguiente. Inmediatamente informó a su jefe de lo que había descubierto, lo notificaron a la policía inglesa y lo llevaron de regreso a Italia.

Comenzaron los interrogatorios y el chico confesó llorando desesperado que tenía que encontrarse con Stella en el Parque Norte, donde se habían conocido y enamorado, para hablar con ella, quien le había dicho por teléfono que lo dejaría. Era casi de noche y no había nadie; esperó un poco, pero ella no llegaba, el pequeño lago estaba oscuro, creyó ver algo amarillo flotando en el agua, se dio cuenta horrorizado que era el cuerpo de Stella, no pudo hacer nada por ella, que ya estaba muerta. Su primer impulso fue huir antes de que lo descubrieran y lo culparan, tomó el primer avión y regresó a Londres, nadie sabía que estaba en Milan. Juró varias veces su inocencia pero la policía  lo mantuvo en prisión.

A la mañana siguiente los principales periódicos informaron que el presunto asesino era el novio y que lo habían encarcelado porque todas las pruebas estaban en su contra.

El mismo día una mujer acudió a la comisaría llorando y gritando que sabía quién era el verdadero asesino. Era la madre de Stella, intentaron calmarla, y ella afirmó que había sido su marido quien había matado a su hija. También la camarera debía encontrarse con la policía porque había visto la ropa de la chica, mojada y embarrada.

El padre había escuchado la llamada del novio pidiéndole a Stella que se reuniera con él en el lago y él también había ido al parque a ver qué pasaba entre ellos, pero había  discutido con ella, que lo había amenazado con ir a la policía a denunciarlo por sus negocios sucios y por golpear a su madre.

Enfurecido, la empujó al agua y, mientras ella intentaba salir, la mantuvo sumergida. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, ya se había ahogado. Él se había escapado y, una vez en casa, le había contado todo a su mujer pero encerrándola en su habitación por miedo de que llamara a la policía. Ella había logrado escapar con la ayuda de una camarera que le había dicho que el novio estaba en la prisión.

Esta vez el monstruo pagaría y permanecería en la prisión de por vida. Su chófer también testificó que lo había llevado al parque y traído de vuelta, exhausto y empapado. 

El joven policía pensó que finalmente habían encontrado al asesino, pero la desesperación de todos los que habían amado a Stella permanecía y duraría para siempre.

Leda Negri