
La noche había comenzado a caer y gruesos nubarrones que cruzaban el cielo amenazaban con enfangar aún más las ya de por si enlodadas calles del arrabal. Entre tanta basura se erigía como templo de aquella decadencia «El gato negro», un garito de mala muerte, de paredes desconchadas y luces mortecinas, que era la trinchera de los marginados de la ciudad y de todos aquellos que pretendían escapar de sus demonios a través de la bebida.
A pesar de lo relativamente temprano, el interior del local, que apestaba a vómitos de alcohol y sudor rancio, estaba casi vacío.
En un rincón del mismo, dos jovenzuelos en evidente estado de embriaguez estaban sentados a horcajadas junto a una mesa sobre la que aún se podían apreciar restos de comida y algunas botellas vacías.
Se acababan de conocer, y a pesar de llevar tan sólo unas horas entre copas y cháchara, bromeaban sin reparos tal como si hubieran sido amigos de toda la vida.
En aquel preciso momento la conversación había tomado un giro de cierta trascendencia.
—Todos tenemos algún secreto —aseguró, luego de un largo trago, uno de ellos, a la vez que clavaba la mirada en su vaso.
Después, pareció concentrarse en apartar un mechón de su ensortijado cabello que le caía sobre la frente, para finalmente continuar:
—Y no es tarea fácil llegar a conocer la verdadera cara de las personas…
—Salvo cuando se está como una cuba, puntualizó el otro, algo menos borracho, adornando su rostro con media sonrisa de complicidad. Las borracheras edifican amistades y funden corazones.
El primero asintió con la cabeza y añadió con voz emocionada mientras, en señal de camaradería, echaba el brazo por encima del hombro a su nuevo amigo:
—Contigo es como si te conociera de siempre. Eres mi bro. Me caes bien, tío.
El bro, lo miró entonces fijamente, y le pregunto:
—¿Te gustaría llegar a conocer mi yo más oscuro?
—¡Claro! —exclamó éste entre estruendosas risotadas provocadas por la bebida— ¡Entre nosotros ya no deben existir los secretos!
– Bien -le respondió el Bro sin perder su gesto amable-, esta noche vas a conocer el mío.
Y al chico del cabello ensortijado se le cristalizó la mirada y se le congeló la risa cuando con un afilado estilete le atravesó el pecho.
Afuera había finalmente empezado a llover y hacía ya rato que había anochecido.
La mayoría de los autores que participan en esta revista han colaborado a la creación del libro:
- El bro de Sergio Ruiz
- El secreto de mi padre de Jean Claude Fonder
- El secreto del robot de Patricio Vial
- El secreto de Raffaella Bolletti
- El secreto de Sylvia Navone
- La Carta olvidada de Carolina Margherita
- Los secretos son mentiras de Silvia Zanetto
- Nombre secreto por María Victoria Abril Santoyo
- Nuestro tiempo de Blanca Quesada
- Reto secreto de Graziella Boffini
- ¡¡¡JÚRAMELO!!! de Iris Menegoz


