Cadaver

Cadáver es el nombre de mi perfume, soy la fragancia exclusiva de una estrella muy conocida del cine.  «Succube chic«, la moda gótica que ha adoptado despierta sin duda al vampiro que duerme en todas las mujeres: vestidos negros, joyas entre lo sagrado y lo profano, y labios grises. Solo mi fragancia podía soportar un look demoníaco como ese, capaz de conquistar a cualquier macho que quedara a su alcance. Se encuentra la frescura de los lagos y ríos más allá del círculo polar y experimenta nuevos acordes: las notas aldehídas que dan un aspecto metálico, mineral a las flores de menta que me componen.

El desafío es siempre importante, las alfombras rojas son frecuentadas por mis colegas más famosos, Opium de Yves Saint-Laurent, Shalimar de Guerlain, Miss Dior de Dior y voy a citar todavía Chanel No. 5, el único que podría temer. En estas ceremonias, a las mujeres les gusta mostrar su cuerpo, sus pieles están expuestas a los focos, el sudor abunda y añade un componente sutil y personal a cada competidora. Ellas creen que el olor que propagan les ayuda a conocer a las personas adecuadas para una próxima película, o para obtener un comentario halagador en la prensa. 

Yo, por el contrario, creo que esos excesos de colores, esos pechos revelados, esas emanaciones sensuales, estos maquillajes extravagantes acaban por sobrar y que la sobria y neutra sencillez en la que mi patrona intenta en vano disimular la belleza natural de sus curvas y rasgos, es mucho más eficaz. En la noche de los Oscar ella me llevaba y mi fragancia asesina atrajo la atención de un actor cuyo nombre no les revelaré.

Quiso sentirla mejor, y ella le plantó sus lindos colmillos en el cuello.


Jean Claude Fonder