
Norman Rockwell (1894 -1978)
Caro había elegido su vestido más bonito, un pequeño vestido rosa con flecos que rimaba con un nudo del mismo color para embellecer su peinado. Ella abrazaba a su pequeña muñeca Juanita y llevaba una pequeña bolsa de barniz. Se sentía fresca y bonita, se examinó minuciosamente en el espejo que adornaba la puerta de su armario y se puso además un poco de perfume de su mamá, Chanel no5, un perfume floral muy femenino.
Así armada salió cautelosamente por la calle y recorrió vacilante las pocas decenas de metros que la separaban de la tienda del zapatero. Entró en la tienda, y lo que temía ocurrió, el zapatero no estaba detrás del oscuro mostrador, fue su hija quien la recibió con cejas fruncidas y una cara poco simpática.
— ¿Qué buscas aquí otra vez? — Gruñó ella, te dije que no vendemos nada para muñecas.
— Quisiera hablar con el señor José, tu papá.
— Trabaja abajo, no podemos molestarlo.
— Te lo ruego, Marta, es muy importante.
Y se puso a llorar tan fuerte que desde el sótano se oyó gritar:
—Dios mío, ¿qué demonios está pasando?
Caro no esperó el permiso y se precipitó por las escaleras. José, el viejo zapatero, trabajaba en su banco, con la cabeza inclinada sobre un viejo y reticente zapato que intentaba reparar. La niña se precipitó sobre él, tirando a Juanita por el brazo. Con lágrimas en los ojos, sacó de su bolso un pequeño zapato negro y barnizado con la suela desprendida.
José tomó con delicadeza en la mano el pequeño y encantador objeto y, rascando los pocos cabellos que le quedaban, dijo con una gran sonrisa:
— No sé si tengo hilo lo suficientemente fino para coser la suela, pero voy a ver.
Caro se echó en sus brazos y cubrió con pequeños besos su cara arrugada que se escondía detrás de un hermoso bigote blanco.
- Ya publicado en Alquimia Literaria
Jean Claude Fonder

