
Maurice Leloir (1853 -1940)
El Maestro Doyen, notario en Bruselas, luchaba ferozmente contra el viento y la lluvia que se apoderaban aquel día de la capital austríaca de los Países Bajos. Estaba acostumbrado a ello, era frecuente en este país. El mar estaba cerca, apenas 100 km hacia el oeste y nada protegía la ciudad levantada sobre los primeros contrafuertes de la meseta del Brabante, la llanura de las Flandes que se apodaba «Le plat pays» ofrecía solamente sus campanarios como obstáculos a las tormentas inglesas que atravesaban el canal de la Mancha al galope.
Volvía del catastro donde se habían registrado las últimos escrituras de compraventa que había concluido en su gabinete.
Para llegar lo más rápido posible, había decidido que era mejor atravesar el parque delante del palacio del gobernador. Avanzaba con dificultad, el viento se había levantado inesperadamente. Envuelto en su redingote, tenía la carpeta llena de documentos bajo el brazo, protegido por su paraguas abierto y debía sostener también el tricornio que amenazaba con volarse a cada instante. De repente, ¡catástrofe! Su paraguas se volteó, y algunos documentos aprovecharon el movimiento que hizo para sujetar su paraguas para escapar y revolotear en el viento.
— ¡Mi contrato! —gritó.
Soltó su paraguas y corrió a buscar las hojas que parecían burlarse de él, se enrollaban, volaban y parecían sentir un malvado placer en hacerle correr. Finalmente, sobrecargados por la lluvia, las recogió y las deslizó cuidadosamente en su carpeta de la que reforzó las ataduras. Cuando llegara las apretaría entre dos papeles absorbentes para secarlos.
Suspiró por fin, ¡era su contrato! El contrato firmado por Josef II, el Emperador en persona. El contrato por el que se le nombraba notario en Trieste. El mar Mediterráneo, el sol, las playas, el palacio Miramar… Por fin iba a poder escapar de esta ciudad y de su mal tiempo.Como para darle la razón, las nubes se rompieron, un rincón de cielo azul apareció. Recogió su paraguas, lo puso en orden y se alejó silbando.
- Ya publicado en Alquimia Literaria
Jean Claude Fonder

