Niñas leyendo

Niñas leyendo
Hugo Fredrik Salmson (1843 -1894)

-Pareces triste, ¿verdad, Eva?

La niña miraba a lo lejos. Su pequeña cara rubia de ojos claros estaba envuelta en un bonito pañuelo blanco, una cara de muñeca triste que tenía un libro abierto sobre sus rodillas.

Ingrid y María, sus dos compañeras, sentadas a su lado sobre un gran tronco de árbol leían abrazadas, mejilla contra mejilla, un cuento que parecía apasionante.

– ¿Qué es lo que leéis?

Las dos pequeñas rubias tampoco levantaron la vista y respondieron jadeando.

– Pulgarcito. Los pájaros se comieron todos los trocitos de pan que había sembrado para encontrar su casa. Y está en la casa del Ogro, el que devora a los niños pequeños que allí llegan.

– No se preocupen, Pulgarcito es inteligente y gracias a las botas de siete leguas todo terminará bien. Es un cuento de Perrault, ya lo he leído. Estoy leyendo otro, se llama Piel de asno. Es la historia de una joven muy hermosa que tuvo que huir del reino de su padre, hundiéndose en un feo pellejo de burro y manchándose de hollín. El rey que había perdido a su esposa se había vuelto loco y quería casarse con una mujer tan hermosa como la reina, su propia hija. Por eso, así disfrazada, fue a otro reino y encontró trabajo en una granja como criada para limpiar los pavos y el comedero de los cerdos.

– Es aún más terrible -exclamaron Ingrid y Marie-, ¿qué pasará luego?

– No lo sé. El príncipe heredero de este país pudo observar la belleza de Piel de asno mientras ella se vestía como princesa por los encantos que le dejó el Hada de las Lilas que la protegía. Se enamoró de ella en el acto y comenzó a languidecer porque no sabía cómo encontrarla.    Confesó que se llamaba Piel de asno y pidió a su madre la Reina que hicieran todo lo posible para encontrarla. Ésta hizo llegar a la corte un pastel en el que su anillo de oro estaba oculto…

Mientras decía estas palabras, una pequeña lágrima corría sobre su mejilla rosa.

– Tengo que leer el resto -confesó.


Jean Claude Fonder